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INQUIETUD
Por Antonio Dal Masetto

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t.gif (862 bytes) Ambiente de furia en el bar. Quien más quien menos ha sido jodido por los bancos, las empresas telefónicas, el Estado, las tarjetas de crédito, los patrones de los parquímetros que tienen patente de corso, las multinacionales de cualquier rama. Todos víctimas. Hay bronca y suenan voces clamando escarmiento y justicia.

--Pierdan toda esperanza --sentencia nuestro filósofo Espoleta mientras apura su blanco--. Su Majestad la Señora Justicia está gorda como una chancha, no puede ni moverse y reventó la balanza. Tiene los ojos tan hundidos en la grasa que no ve ni la punta de su nariz. Sólo algunos chiquitines descuidados que andan remoloneando alrededor de ella se ligan de vez en cuando un espadazo.

--¿Qué hacer? Estamos desamparados --decimos todos.

--No pierdan su tiempo quejándose de las estafas, dedíquense a pasar la pelota.

--Querrá decir: devolver la pelota.

--Fui claro: pasar la pelota. Pasar la pelota significa estafar al más cercano, sin ningún tipo de consideración, empezando por los familiares, madre, padre, esposa, hijos, hermanos. Y luego agrandar el círculo a los vecinos, amigos, novias, compañeros de trabajo.

--Con absoluto respeto, don Espoleta, ¿hacia dónde apunta con todo esto? ¿Esta vez no se habrá pasado con el blanco?

--Si todos, en lugar de quejarse, pasan la pelota y estafan al prójimo, muy pronto no quedará nadie que no haya sido estafado y se haya convertido a su vez en estafador. Por ejemplo, si uno jode a su hijo, éste irá a la escuela y joderá a sus compañeros, a la maestra y demás. La estafa va a crecer a lo ancho y a lo alto. Todos contra todos.

--Epa, epa, don Espoleta, sobre llovido mojado, nos vamos a joder más de lo que estamos.

--Señores, los invito a reflexionar: a las instituciones, a las empresas, al Estado no se les puede hacer mella, pero están manejadas por seres humanos iguales a nosotros. La única diferencia entre ellos y los simples ciudadanos es que esta gente vive amurallada en sus barrios, protegida por guardaespaldas, policías, jueces, la Iglesia, abogados, y todo lo que quieran imaginarse. Y ahora ahí va una pregunta muy simple: ¿cuál es la única manera de alcanzar a estos sinvergüenzas?

--No tenemos la más pálida idea, estamos extraviados, tírenos una manito --decimos todos.

--Vuelvo a lo mismo, pasen la pelota. Al deporte de la estafa, cuando empieza a expandirse, no lo para nadie. Y reptando reptando llegará también a todos aquellos que rodean a los siniestros inalcanzables. A saber: sus esposas, hijos, suegras, amantes, mayordomos, masajistas, jardineros, choferes, cocineras, peluqueros, pedicuros, manicuras, guardaespaldas, mozos, quiosqueros, lustrabotas, sastres, dentistas, porteros, los temibles cardiólogos, los ordenanzas. Todos estafados, todos pasando la pelota y estafando.

--¿Don Espoleta, usted está bien seguro de que es un buen plan? --preguntamos todos.

--Hasta ahora sólo había un grupito de malvados y un montón de víctimas. A partir de la práctica generalizada de la estafa todos seremos iguales y también los impunes que nos joden la existencia se convertirán en víctimas y la vida se les volverá muy desagradable.

--Se me estruja el corazón al pensar que van a pagar miles de inocentes por un puñado de pecadores, ¿le parece que vale la pena el precio? --dice Nancy.

--Señorita los inocentes ya son víctimas permanentes desde siempre, no tienen salida. Yo tengo mi teoría y la practico, les tiro la inquietud y que cada uno haga lo que quiera.

--Caramba mi estimado Espoleta --dice el Gallego--, me parece que esta noche usted acaba de abrir una linda caja de Pandora.


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