OPINION
No salirse del libreto
Por Raúl Kollmann |
Hablar de la pista policial
en el recinto de Dolores es salirse del libreto. Así me sentí el martes, cuando tarde a
la noche me tocó declarar ante el tribunal. Instantáneamente uno tiene la sensación de
que pasa de testigo a acusado, sólo por cuestionar una historia oficial que se cae a
pedazos y poner en peligro lo único que, según parece, importa: que el proceso siga
hasta el final y que se condene a la mayoría de los imputados.
No fui a Dolores a opinar, sino a contar una experiencia concreta:
u El día posterior al asesinato de Cabezas, varios oficiales de la Bonaerense me dieron
datos que bastante tiempo después se comprobaron. Esos uniformados me contaron que el
crimen del fotógrafo estaba relacionado con una banda de ladrones y pasantes de drogas,
que fue reclutada por policías y conducida por policías. Lo asombroso es que los
oficiales me contaron que los delincuentes se reclutaban en Quilmes, Florencio Varela y La
Plata. En esta última ciudad viven los horneros, que efectivamente trabajaban como
ladrones al servicio de hombres de la Bonaerense. Todo esto se transcribió en el
artículo Huellas en la arena, escrito un día después del asesinato.
u Conté también ante el tribunal que .-según esas mismas fuentes-. quien reclutaba a la
banda era un oficial que todavía está en actividad, Carlos Stoghe, conocido como el
alemán, que usaba una camioneta muy parecida a la que, según testigos, fue vista en la
cava. Stoghe tiene una y otra casi igual es propiedad del hermano de una de sus esposas.
Esto se compadece con otro dato que apareció después: hay un identikit realizado por un
puestero que vive cerca de la escena del crimen, que más que un identikit parece una foto
de Stoghe. Habría que agregar, por último, que el alemán no pudo explicar con solidez
qué hizo la madrugada del asesinato.
u En aquellos primeros días después del crimen de Cabezas pude cruzar dos datos
impresionantes. Un compañero de Stoghe durante la época del Proceso contó que el
alemán fue feroz y que mataba a sangre fría. Pero que tenía una característica:
después de los operativos, vomitaba. Al mismo tiempo, alguien muy cercano a Stoghe contó
que cuando regresó de la costa horas después del crimen, estaba descompuesto.
u Ante el tribunal conté también que tras la publicación en Página/12
recibí dos llamados: el del propio gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo
Duhalde y el de un funcionario de la Secretaría de Seguridad, ambos sorprendidos por los
datos que aparecían en la nota de este diario. A ellos se les transmitió la información
respecto de Stoghe.
Casi tres años después de estos hechos, la conclusión es categórica: nunca hubo la
menor voluntad política para investigar la pista policial. El Excalibur se le aplicó a
cualquiera, menos a los jefes policiales; el rastro de los robos y la droga no se siguió
nunca. Y para colmo, ahora, cuando uno va a declarar a Dolores y se sale del libreto, lo
miran con cara hostil. |
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