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American Pie 7 puntos Estados Unidos, 1999 Por Martín Pérez Para los jóvenes vírgenes de East Great Falls High lo importante es saber qué se siente al hacer el amor. "Como un pastel de manzana, es la respuesta de la experiencia, y Jim --interpretado por Jason Briggs, un comprador proto Adam Sandler-- quiere más precisiones. Entonces pregunta: "¿Hecho en casa o de McDonald's?". Acto seguido, cuando Jim descubra un pastel de manzana enfriándose en la cocina de su casa, no podrá resistir la curiosidad. Y así es como su comprensivo y didáctico padre abrirá la puerta de la cocina y lo pescará in fraganti, con los pantalones bajos y el pastel en su entrepierna. "No es lo que parece", alcanzará a decir Jim antes de que termine la escena. Además de dar nombre a la película de los debutantes hermanos Weiss --a la manera de los Coen, Chris produce y Paul dirige--, la anécdota del pastel de manzana ejemplifica el humor que campea por esta heredera de los noventa de Porky's. O de cualquier comedia adolescente norteamericana que tenga como motor dramático la testosterona ardiente de muchachitos secundarios que no pueden esperar a --y no saben bien cómo-- hacerse hombres. Con un humor sexual saludablemente directo y una predilección por los gags relacionados con los fluidos corporales, American Pie es un film que también hace honor al papel de las mujeres dentro de esa ciega necesidad de perder la virginidad adolescente. Sensible y respetuoso de los deseos femeninos entre tanta torpeza masculina, el film de los Weiss califica entonces como un entretenimiento didáctico y sexualmente correcto. Incluso daría pie, entre tanta paranoia social, a que se lo calificase como el producto de un absurdo complot de la CIA para hacer que los jóvenes norteamericanos respeten a las chicas y no terminen como Clinton, que fumó pero no tragó el humo y cuyo cigarro chupó cierta famosa becaria, pero nadie supo contar muy bien qué hicieron con la ceniza. Conocidos apenas por sus guiones para Antz y Madeleine, los hermanos Weitz parecen seguir la pista de los Farrelly --Locos por Mary-- cuando se trata de llevar los gags de South Park, Ren & Stimpy y Beavis & Butt-head de la animación a los actores de carne y hueso. De esta manera, American Pie no pierde ni una oportunidad de llevar a cabo cualquier posible chiste entre la masturbación y sus fluidos resultados, y el cuarto de baño y todas las excrecencias liberadas allí. Entre tanto gag, los Weiss se toman su tiempo para desarrollar la historia central: el juramento de los cuatro cruzados vírgenes encabezados por Jim, que tienen apenas tres semanas para intentar no seguir siéndolo antes del baile de promoción de su secundaria. Cada uno intentará superar ese "problema" a su manera: uno dedicándose a una estudiante extranjera en apuros académicos, otro buscando presas fáciles en el coro de la escuela, un tercero propagando rumores sobre sus hazañas sexuales y el último descubriendo cómo hacer llegar a su novia al orgasmo para así poder interesarla en eso que llaman hacer el amor. Semejante mezcla entre atrevimiento y candor requiere apropiados intérpretes, y American Pie los tiene: lejos de las caritas televisivas que inundan las últimas producciones juveniles de Hollywood, la mayoría de los actores que prácticamente debutan en este film son de lo más simpático que ha dado la pantalla norteamericana. Algo que ayuda a seguir sus travesuras, y que --según la prensa norteamericana-- le ha dado un aire de film independiente a la película, un detalle que según estas críticas la ha ayudado a seducir al público que hizo de American Pie un suceso de taquilla en Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de actores y gags y de su equilibrio entre crudeza y sensibilidad, American Pie da cuenta de sus verdaderos problemas como film cuando el mejor personaje es el que se recorta claramente dentro de su universo. En medio de la descerebrada vorágine de ridiculez masculina e histeria femenina, la voz de la razón la encarna la genial Natasha Lyonne (protagonista de Suburbios de Beverly Hill). Suerte de Daria con diafragma, es ella quien le recomienda hacerlo a la reticente novia de uno de los muchachos de la barra. Es una lástima que su personaje, además de ser el más interesante, sea secundario. A pesar de todo lo redituable que ha resultado ser la previsible torpeza de Jim y sus amigos, el sentido común del mundo de la liberada y articulada Jessica --el personaje que encarna Lyonne-- termina siendo más interesante que la postal de ciega lujuria masculina y practicidad femenina devenida en romance poscoito.
"CAMBIO DE VIDA", DE WAYNE WANG Cambio de vida 4 puntos Por M. P. El Mercedes Benz cruza Estados Unidos. Al volante está Adele August, feliz de dejar atrás su vieja vida e ir en busca de la tierra prometida: California. A su lado está su hija Ann, triste porque deja atrás todo su mundo conocido. "Esto es como un secuestro", se queja Adele, que no quiere ir a California, no quiere cantar canciones de los Beach Boys y, por sobre todas las cosas, no quiere ser actriz, el futuro que su madre sueña para ella. "Lo único que me tranquiliza", dice sobre su madre, "es saber que un día la dejaré". Ese es el centro de la historia que cuenta Cambio de Vida, una particular road movie dirigida por Wayne Wang (Cigarros), ya que no cuenta el recorrido de madre e hija August hacia California sino el largo viaje de Adele para poder dejar atrás a su madre Ann. Uno de los flamantes neologismos de los estadounidenses es chick flick, una definición algo despectiva que califica a un film pensado para un público femenino. Con todos los elementos necesarios para construir una gran historia de iniciación femenina (dos buenas actrices y dos buenos personajes, una elogiada novela como punto de partida), el gran desperdicio de Cambio... es que Wang haya hecho apenas otro chick flick. Su film termina siendo apenas un compilado de peleas, llantos, canciones pop femeninas y degustación de helados. Enfrentadas casi permanentemente, Susan Sarandon y Natalie Portman se sacan chispas en cada una de las recurrentes escenas. Pero lo sorprendente es que, dentro de un film que lentamente va cayendo en las garras del peor melodrama, la actuación de Portman alcance a distinguirse como memorable. Su talento interpretativo, que apenas si había alcanzado a insinuar en El perfecto asesino y Chicas bonitas, regala lo único destacable de un film malogrado y obsesivo, dedicado con torpeza a mostrar cómo la hija termina criando a su madre. La enseñanza mayor le llega a Adele de los labios de un policía de Los Angeles: "Te vas sólo cuando estás segura de no volver". Un consejo que muchos espectadores estarán tentados de seguir.
Un Sherlok Holmes negro y paralítico
El coleccionista de huesos 5 puntos Por Horacio Bernades En El coleccionista de huesos hay un aire ominoso, oscuro y lluvioso, que da la permanente sensación de que el apocalipsis está por acontecer sobre la ciudad de Nueva York. Si suena parecido a Pecados capitales es porque es parecido. Hay también --como en aquella película de David Fincher-- un asesino serial que mata con morbo y sin otro móvil aparente que el de atraer la atención de los policías. A ellos les tiende, como la araña a la mosca, una serie de pistas crípticas que ponen a prueba su capacidad deductiva. Si de capacidad deductiva se trata, en toda la repartición no hay nadie como Lincoln Rhyme (Denzel Washington). Emulo contemporáneo de Sherlock Holmes, su habilidad para asociar libremente hace de él el sueño de cualquier psicoanalista. Autor de libros que son verdaderas biblias de la especialidad, Lincoln tiene una particularidad: la inmovilidad, a la que está condenado desde que una viga partió su médula espinal. Parecidísimo al Jimmy Stewart de La ventana indiscreta. Investigador a distancia (como la Sigourney Weaver de Copycat, olvidable policial de hace algunas temporadas), a Rhyme sólo le falta un par de piernas para perseguir al asesino. Ese par de piernas tiene un cuerpo y labios supercarnosos, se llama Angelina Jolie, es hija de Jon Voight y viene ascendiendo a toda velocidad en el escalafón de Hollywood (se la ve también en El mundo no basta, la nueva de James Bond). Angelina es Amelia, agente común y corriente, pero dotada de ese "instinto natural para detective criminal". Eso, al menos, es lo que el olfato insuperable de Rhyme ("Nació brillante", refirma alguien por allí) detecta en ella, eligiéndola como carne de cañón para seguir los pasos del loco suelto. Muy parecido a lo que ocurría entre Hannibal Lecter y Clarice Starling en El silencio de los inocentes. Agotadas las referencias, este coleccionista de guiones ajenos que es el guionista de El coleccionista de huesos debe resolver por su propia cuenta. Lo hace de la más caprichosa de las maneras, echando mano de un personaje secundarísimo, una serie de pistas absolutamente improbables y una antigua venganza, de la que en el curso del metraje no se había ofrecido al espectador la más mínima pista. Aparece por allí Ed O'Neill, el actor de la genial serie de cable "Casados con hijos". Para su desgracia, no tiene aquí una familia como la de la tele, a quienes pueda decirles las peores barbaridades. Es posible que lo haya hecho con el guionista, entre escena y escena.
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