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el Kiosco de Página/12

EL ORDEN
Por Luis Bruschtein

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t.gif (862 bytes) Hay un orden según el cual un hombre que busca a su nieto o nieta lo que está buscando en realidad es alterar el orden. Un orden así, que depende tan dramáticamente del impulso natural de un solo abuelo, merece ser alterado.

El orden, como todo el mundo sabe, está por encima de cualquier otro tipo de consideraciones. El sagrado deber de un político es mantenerlo a cualquier costo. O sea, si el orden depende de que un abuelo encuentre a su nieto desaparecido hace más de 20 años, el político responsable debe impedir a toda costa que los abuelos busquen a sus nietos. La gobernabilidad en la globalidad y la estabilidad consensuada y articulada sobre la volatilidad de los mercados y toda la sanatabilidad corren el riesgo de irse al tacho por un purrete.

El presidente del Uruguay, Julio María Sanguinetti, parece convencido de que gobierna sobre una estructura delicada como un suspiro. Juan Gelman, que busca a su nieto o nieta, evidentemente no. O por lo menos está seguro de que encontrar, o saber el destino de su familiar, no significará el descalabro uruguayo. Es cierto que Gelman es poeta y no político. Y que no gobierna con un jefe de las Fuerzas Armadas, el general Fernán Amado, cuyo brazo derecho, el coronel Jorge Silveira, es uno de los militares involucrados en el secuestro del nieto de Gelman. Eso también es cierto. Y por eso es probable que Sanguinetti piense que el lugar de Gelman sea más cómodo que el suyo: después de todo, para buscar al nieto desaparecido del escritor tiene que enojarse con sus colaboradores militares.

Tanta carta de Gelman y de intelectuales y premios Nobel de todo el mundo hizo que Sanguinetti prometiera realizar "una averiguación discreta" que no tuvo resultados positivos. La idea subyacente era que nadie que haya participado en el robo de bebés lo aceptaría pública y voluntariamente y que por esta vía discreta sería más posible conseguir alguna información. Se supone que preguntó y que le respondieron con toda discreción que no sabían nada, que ninguno había robado ningún nieto a nadie y que, hasta donde sabían, cada nieto estaba en su lugar correspondiente. Pero Gelman sabe que el suyo no. Y le consta que su nuera secuestrada fue llevada a parir al Uruguay.

Hace unos días el diario uruguayo La República anunció que Sanguinetti había girado instrucciones al general Amado para que inicie una investigación formal sobre el tema y que el fiscal militar convocaría a declarar a cinco militares retirados, así como al coronel Silveira, el único de los involucrados que permanece en actividad. A fines de octubre, el general Amado ofreció un asado de desagravio a 40 represores uruguayos y el anfitrión del ágape fue su mano derecha, el coronel Silveira.

Esto es así: el orden se defiende a sí mismo en forma ordenada. No hay nada más ordenado y perfecto que el círculo. Sanguinetti quiere la investigación, el general Amado designa al fiscal militar y le pide que convoque a declarar a su mano derecha que le dice al fiscal que no pasa nada, el fiscal le comunica a su superior --Amado-- lo que dijo su mano derecha y Amado se lo transmite a Sanguinetti.

Es lo que se desprende de lo que informó la publicación oriental El Observador, con buenos contactos en el ámbito castrense. "Interrogada sobre la posible citación de seis militares --publicó El Observador--, una fuente del Ejército indicó que esto va a cerrar definitivamente una puerta para que luego no se pueda decir que no se investigó. El informante estimó que la indagatoria, que se realiza al amparo del artículo 4 de la Ley de Caducidad que habilita a investigar los casos de desapariciones, no tendría mayores consecuencias."

"Esto va a cerrar definitivamente una puerta para que luego no se pueda decir que no se investigó." Miles de años debieron pasar para que una Justicia humana, independiente y democrática pudiera elaborar una frase de tanta profundidad, capaz de enorgullecer a los gobernantes de cualquier país del mundo donde fuera pronunciada.

Se puede entender de dos maneras: está hablando de cerrar definitivamente una puerta para que un abuelo no encuentre información sobre su nieto. O cerrar una puerta para que no se enojen --ya que no pueden ir presos-- militares que cometieron delitos de lesa humanidad. Obviamente en ambas interpretaciones y en cualquier otra, se trata de cerrar puertas, no de abrirlas. Y el orden que defiende es un orden chiquito, de puertas cerradas, que no es como se entiende el orden democrático.


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