Desde Dolores
Perdido por perdido, con la certeza de que su suerte ya está echada, Gustavo Prellezo se
decidió a hablar. Ayer, el principal imputado por el crimen de José Luis Cabezas relató
su versión de los hechos. En forma pausada, con un esfuerzo evidente por no contar cosas
que lo perjudicaran, el ex oficial de la Policía Bonaerense desarrolló durante más de
cuatro horas los argumentos que había expuesto a Página/12 en el reportaje exclusivo que
concedió antes de comenzar el juicio. Ayer, Prellezo intentó probar que no estuvo en la
cava, que no participó del secuestro y que no es el asesino del reportero gráfico. Pero
también cargó contra el ex gobernador bonaerense: dijo que, por intermedio de un
abogado, Eduardo Duhalde le ofreció una condena de 16 años y una posterior
conmutación de esa pena a cambio de que mencionara haber visto la cámara
fotográfica del reportero y que confesara algún grado de participación en el hecho.
La larga historia que contó, detallando con minuciosidad fragmentos intrascendentes y
cayendo después en explicaciones poco verosímiles, apuntó a desacreditar las
declaraciones de los imputados José Luis Auge, Horacio Braga, Sergio González y Héctor
Retana. Los argumentos de Prellezo pusieron en evidencia las debilidades de la
inverosímil versión de los horneros, que confesaron que Prellezo los
convocó para asustar a un periodista pero que el policía se descontroló y
terminó asesinando a Cabezas. Ayer, Prellezo aseguró que el secuestro y asesinato del
reportero gráfico de Noticias fue realizado por profesionales al estilo
de un grupo comando, que fue muy bien organizado y planificado con
anticipación. Y adjudicó, con sutileza, a un maniobra conspirativa de la Policía
Bonaerense la autoría del crimen.
Fue hecho con cierta precisión y no dejaron huellas. Con esa afirmación,
Prellezo intentó demostrar que los cuatro muchachos de Los Hornos, a los que definió
como gente de barrio, no podrían haber realizado el operativo que terminó
con la vida de Cabezas. El secuestro fue realizado en segundos, por expertos,
recalcó el imputado, que además enumeró las contradicciones en las que incurrieron
Braga, Retana, Auge y González al describir el momento en que interceptaron a Cabezas.
No dicen la verdad y ocultan a más gente, acusó después. Siguen un
libreto impuesto por alguien, añadió. Así atacó a los testimonios de los
horneros, que lo incriminan como autor material del crimen.
Según el testimonio de Prellezo, la fuerza policial de la provincia aparece como el
siniestro protagonista de una operación que fue planeada con anticipación. Ayer negó
que le haya pedido a su mujer, Silvia Belawsky, información sobre José Luis Cabezas, y
responsabilizó a la Inteligencia de la policía el origen del pedido de informes que la
fallecida policía Margarita Formigo realizó en diciembre de 1996. El pedido de
información de antecedentes fue una operación de inteligencia de la Policía, originada
en el comisario Torres, acusó ayer.
Prellezo también insinuó con estudiada naturalidad que la noche que
asesinaron a Cabezas observó en distintas localidades bonaerenses camionetas de la
policía que le parecieron sospechosas. Pero dejó serias dudas cuando explicó que a los
cuatro miembros de la banda de Los Hornos los llevó a la costa de vacaciones y que luego
los pasó a buscar el 25 de enero de 1997 porque se habían quedado sin dinero
y sin automóvil. Evidentemente, el viaje de Auge, Braga, Retana y González a Valeria del
Mar no fue para hacer turismo, sino para cometer delitos protegidos por un policía.
La larga historia que relató Prellezo se resquebrajó cuando contó que el 25 de enero
muy temprano a la mañana, cerca de las 8 en un horario bastante inusual los
horneros y él comieron unos choripanes en la ruta. Tampoco resultó muy
convincente la explicación que dio del llamado telefónico como consta en el
Excalibur que realizó a Aníbal Luna lamañana del sábado 25 de enero. Esas
fragilidades de su relato, especialmente al inicio de su extensa declaración, cuando se
mostró errático y vacilante, no le permitieron despegarse del hecho. Quedó claro que
intentaba no salirse del guión preestablecido.
Sin embargo, a medida que fue puntualizando las debilidades de la versión de los
horneros sobre el crimen, el acecho en lo de Andreani, el secuestro de Cabezas
frente a su vivienda, la misteriosa cámara fotográfica que recién aparece en el relato
de Braga cuando regresaban de la cava, Prellezo se mostró más seguro. Porque como
muchos abogados confiesan casi en secreto, aunque en público no se atrevan a
decirlo los horneros dejaron varios cabos sueltos, verdaderamente
burdos, en su versión. El ex oficial de policía de Mar de Ajó los aprovechó y ayer
puso en evidencia que las confesiones de los cuatro miembros de la banda de Los Hornos
contienen muchas contradicciones.
Esa cava estaba predestinada por la gente que iba a cometer el hecho. Esta
afirmación de Prellezo volvió a apuntalar la teoría de que la Policía preparó con
anticipación y detallada planificación un operativo en Pinamar para matar a Cabezas. La
sensación que producía ayer Prellezo es que sabe mucho, que no puede hablar demasiado, y
que claro tuvo una participación muy cercana en el secuestro y crimen. Ayer,
declararon también otros dos imputados Sergio Camaratta y Aníbal Luna. Pero la atención
estuvo depositada sobre el ex policía más comprometido en el juicio. Prellezo ratificó
que fue presionado para autoincriminarse con la promesa de que su ex mujer, Silvia
Belawsky, iba a ser dejada en libertad. Por eso, explicó, se confesó partícipe del
hecho en su segunda declaración ante el juez que intervino en la instrucción, José Luis
Macchi. Pero la única certeza que dejó su testimonio es que es casi imposible que la
insólita versión del Horacio Braga en el juicio oral, que en el secuestro y asesinato
sólo participaron los cuatro horneros más Prellezo, sea cierta. Evidentemente, todas las
insinuaciones que ayer lanzó el presunto autor material, más las acusaciones directas a
Duhalde, a los altos mandos de la policía, dejaron pensando a más de un abogado. Al
menos ayer así lo confesaron varios letrados a Página/12, sorprendidos por la coherencia
y la fuerza con que Prellezo encaró su defensa.
Informe: Martín Piqué
Las explicaciones del Caballo El comisario mayor Oscar Alberto Viglianco (foto) pasó ayer por Tribunales y
dejó un manto de sospechas. En la instrucción del caso, Viglianco actuó como jefe de
uno de los grupos que actuaban bajo Víctor Fogelman. Cometió serias e increíbles
irregularidades como calzarse al cinto el revólver secuestrado en la casa de Martínez
Maidana, la presunta arma homicida; comunicarle a la esposa de la víctima que Cabezas
había sido asesinado de dos tiros cuando todavía no se había realizado ninguna
autopsia. Ayer utilizó los argumentos más extraños e increíbles para explicar su
conducta. Escribí dos tiros porque, observando lo solitario del lugar del hecho
un páramo pensé que la víctima debía haber recibido más de un disparo,
dos, tal vez tres. Con esta respuesta intentó explicar por qué escribió en un
papel que fue hallado en las cercanías de la casa de Andreani por Diana de
Bafiggi varias anotaciones misteriosas, entre ellas dos tiros-
josé.luis.peor. Negó además haberle dicho a Cristina Robledo, la viuda de
Cabezas, que su compañero había sido asesinado con dos disparos. Y, como si fuera poco,
dijo que llevó en la mano la supuesta arma homicida porque no tenía un sobre para
guardarla en el momento del allanamiento. Al final de su testimonio salió del Tribunal en
un automóvil, a toda velocidad, en medio de los gritos de los padres de Leticia
Bellstedt, una joven asesinada en Quilmes en 1996. Viglianco era sospechado de haber
cambiado el proyectil con que asesinaron a la muchacha en un restaurant frecuentado por
policías.
Textuales
Estos son algunos párrafos de la declaración de Gustavo
Prellezo:
Yo soy consciente de que he cometido errores porque me encuentro acá. Yo
hice dos declaraciones ante (el juez José Luis) Macchi. En la primera dije que era ajeno
al homicidio de Cabezas. Hice una segunda en la cual me incriminé. Esa declaración la
desdigo totalmente.
En esa declaración, desde la gobernación de la provincia de Buenos Aires me
propusieron que se iba a liberar a la madre de mi hijo si admitía una participación en
el hecho y que vi la cámara fotográfica en cualquier circunstancia, y aceptaba nombrar a
Yabrán y los periodistas.
En mi declaración admití una participación como instigador, por odio al
comisario Gómez; a pesar de que no es una persona de mi simpatía, eso no justifica una
muerte.
Yo cumplí, pero a mí no se me cumplió. En un momento se le dio una
excarcelación a mi mujer, yo pensé que se iba a hacer lo que me habían prometido. No
fue así.
En diciembre de 1996, Auge me pidió si le podía conseguir algo barato para
la costa. Eran 4 personas, con ciento veintipico pesos cada uno.
Admito como un error haber traído esta gente a Pinamar, que fue el comienzo
de mi padecimiento y de muchos otros.
Entiendo la presión que existe sobre el Tribunal de dejar un hecho
impune. |
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