OPINION
Pobre Chile es tu cielo
azulado...
Por Luis Sepúlveda * |
Puro Chile es tu cielo
azulado... Así reza el primer verso del himno nacional chileno, pero todo lo que ha
ocurrido desde el aciago 11 de setiembre de 1973 hasta hoy, 16 de enero del 2000, ha
borrado definitivamente el color azul del cielo chileno.Hoy, en la segunda vuelta de la
elección presidencial, la tercera desde que la dictadura dejó el poder, el panorama se
presenta tan borrascoso que ya no se sabe si la antigua costumbre vertical de la lluvia
soportará las perversiones y empezará a llover hacia arriba o hacia los lados, o si
lloverá agua o si lloverá basura.Lavín, el candidato de la derecha esa derecha
que jamás dejó de ser cerril, fascistoide, cavernaria en un esperado golpe de
efecto decide que el tiempo del pinochetismo pertenece al pasado y ofrece un futuro
sustentado en la apremiante necesidad de olvidarlo todo, de una vez y para siempre,
incluyendo a la dictadura que aplaudió, con la que colaboró, y de la que fue cómplice,
porque la mayor expresión de complicidad con lo abyecto es la omertà, el
silencio calculado de los usureros de la política. En un país como Chile, en franco
retroceso cultural, el discurso demagógico que ofrece soluciones fáciles y desdeña la
complejidad social encuentra oídos receptivos y se autoconvence de representar una
alternativa.Pero una alternativa, ¿a qué? El candidato de la coalición gobernante -la
Concertación por la Democracia Ricardo Lagos, luego de obtener una amarga victoria
mínima en la primera vuelta electoral, lejos de revisar los errores de su campaña,
recurrió a la misma táctica de su oponente, desdeñar la complejidad, y se entregó de
lleno a las promesas tales como terminar con el desempleo, la delincuencia o la amenaza de
la inflación, sin considerar que los destinatarios de su discurso no cesan de
preguntarse: ¿y por qué no solucionó todos esos problemas desde su poder ministerial,
de líder de la Concertación? ¿O es que recién los descubre?Una mínima coherencia de
hombre de izquierda le habría indicado que el magro resultado en las urnas era la
expresión de un descontento que va más allá de lo inmediato, y que no se soluciona con
promesas sobre lo inmediato. La respuesta debió buscarla en la carencia ética del
gobierno de la Concertación, y en su incapacidad para criticar esa situación.Lagos, y
todos los personeros de la Concertación, saben que la dictadura no fue derrotada
solamente en las urnas, sino que, durante muchos y largos años, cada día, cada noche,
las protestas sociales, a pesar de la represión criminal del fascismo chileno, le
quitaron el sueño y la paz al dictador. Los que hicieron oposición, abierta resistencia,
pacífica y armada, pusieron los muertos. Luego, la inteligencia política negoció con la
dictadura.Algún día, se desclasificarán ciertas memorias y entonces
sabremos en qué consistió la negociación con Pinochet. En ese país sin memoria, se
intuye que se garantizó la preservación de un modelo económico sustentado en el
darwinismo social y la negación de todas las conquistas laborales. Se intuye que se
acordó terminar con cualquier expresión de prensa opositora a la dictadura, así
ocurrió con Análisis y La Epoca, en liberalizar la libertad de expresión dejándola
finalmente como propiedad de dos grupos afines al modelo económico.Lo que ni siquiera se
intuye por evidente fe en la decencia es que, por ejemplo, las sistemáticas
negativas del presidente Frei a recibir a los familiares de los desaparecidos, el gran
drama chileno, sea también parte de los acuerdos que posibilitaron el inicio de la
curiosa transición chilena a la democracia.Entre otras cosas, los ochocientos mil
chilenos que no acudieron a votar se preguntan: ¿Qué llevó a hombres como el ex
canciller Insulza y el actual canciller Valdés a asumir una defensa tan apasionada de
Pinochet?¿De verdad creían en el discurso repugnante y patriotero que aludía a la
defensa de la soberanía? ¿De verdad pensaron alguna vez en la eventualidad de juzgar a
Pinochet en Chile?¿Un juicio a Pinochet en Chile, con esa misma justicia que, a menos de
veinticuatro horas de aparecido el Libro Negro de la Justicia Chilena, encarceló al
editor, al gerente de la editorial, requisó, prohibió el libro y obligó a su autora, la
periodista Alejandra Matus, a buscar asilo en los Estados Unidos?Buscando explicaciones
para la amarga victoria, Claudio Tironi, el principal estratega de la candidatura de
Lagos, culpa al juez Baltasar Garzón por la debacle y lo llama jefe de la campaña
de Lavín. Por su parte, Juan Antonio Coloma, portavoz de Lavín, profundiza la
opinión de Tironi: El juez Baltasar Garzón sepultó el esfuerzo de renovación de
la izquierda. Muchos chilenos se encontraron tras la detención de Pinochet con una
izquierda vinculada a los movimientos extranjeros y dispuesta a entregar porciones de
soberanía nacional por satisfacer sus deseos de venganza. El poeta Nicanor Parra
escribió una vez: La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.Es
indudable que Pinochet pesó y pesará en el resultado de las elecciones, porque su figura
garantiza la permanencia en el poder de los dirigentes más mediocres que haya dado la
política chilena, tanto de la Concertación como de la derecha. Ninguno de ellos se
atreverá a dar el paso ético que reclama la sociedad chilena, estupefacta e indemne ante
la impunidad de un modelo social excluyente que deja en manos del mercado todas las
decisiones, y que todo lo justifica para bien del mercado.Según la decisión del
Ministerio del Interior británico, es posible que Pinochet regrese a Chile liberado por
razones humanitarias y las esperanzas de las víctimas, de los familiares de los
desaparecidos, de las organizaciones defensoras de los derechos humanos se vean
frustradas. Esto sería el gran triunfo de la impunidad, sembraría el peligroso
precedente mediante el que cualquier sujeto responsable de crímenes contra la humanidad
podría alegar problemas de salud para invocar razones humanitarias y eludir así la
acción de la Justicia.Pinochet, si regresa a Chile, lo hará como un triunfador,
recibirá los honores de vencedor, de guerrero invicto que nunca ha merecido y
permanecerá hasta el día de su muerte como protagonista del devenir político
chileno.Sólo un ingenuo o un timador podría suponer que abandonará voluntariamente su
escaño de senador vitalicio, pues para ello se precisa de una reforma constitucional y,
en el hipotético caso de que esto sucediera, significaría para Pinochet el riesgo de
perder el fuero que lo hace inalcanzable para la Justicia chilena.Pobre Chile, condenado a
soportar tanta basura.* El último libro de Luis Sepúlveda es Diario de un killer
sentimental. |
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