River liquidó a los cordobeses en quince minutos,
con dos goles
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Se llama Fernando Nicolás, pero todos lo conocen como La Lora. En el último Apertura fue casi siempre la figura de Talleres. Juega de enganche, y a veces de delantero. No se lo recordará por su capacidad goleadora, pero el gol que le hizo a River en el arranque de la final del cuadrangular de Córdoba no se olvidará fácilmente. La jugada merece una y otra vez el replay: recibió la pelota en la medialuna, después de un rebote, la pisó entre Lombardi y Trotta; pasó; la pisó frente a Sarabia, que había quedado como último hombre; pasó de nuevo; y cuando le salía Bonano empaló la pelota y la levantó magistralmente sobre el cuerpo del arquero. Golazo. Impresionante. Apenas a los 4 minutos, Oliva, que venía de una lesión que le impidió jugar en los últimos partidos del campeonato pasado, ponía en ventaja a su equipo. Doce mil personas, presentes en el Chateau, fueron testigos directos de la joyita que se devaluó después en el segundo tiempo, cuando River conquistó sus tres goles que le dieron la victoria y la Copa. Poco antes y poco después del supergol de Oliva, River se había chocado estrepitosamente contra los palos de Cuenca. A los 2 minutos, Cardetti metió un violento zurdazo tras un pase de Rambert y la pelota se estrelló en el travesaño. Y a los 6, Gancedo sacó un misil desde la entrada al área y la pelota dio en el palo derecho de Cuenca con tanta violencia que la pelota volvió hasta el propio Gancedo, que esta vez quiso darle de zurda, pero no pudo. El arranque del partido, con un golazo y dos remates en los palos, no podía ser mejor. Iban y venían de un arco al otro. Tocaban de un lado Cabrera, Aguilar, Oliva y Silva, y tocaban del otro lado Coudet, Gancedo, Ledesma y Zapata. En la fresca noche cordobesa, después de un día de mucha lluvia, River tenía viento a favor y trataba de aprovecharlo con las subidas permanentes de Lombardi, los remates de media distancia y la velocidad de Rambert, reemplazante del colombiano Angel, quien se quedó en el banco por una lesión en la rodilla. En el fondo, eso sí, el equipo de Ramón Díaz daba algunas ventajas. Y en una jugada de varios rebotes, mientras los defensores miraban sin ponerse de acuerdo, Astudillo se llevó la pelota y tuvo servido el segundo, pero desvió el remate final, cuando a Bonano le quedaban pocas chances. El 1 a 0 con el que se cerró la primera parte dejó cierta sensación de injusticia. Los dos remates en los palos y algunas atajadas espectaculares de Cuenca (en especial un mano a mano con Cardetti) dejaban la idea de que River merecía el empate. Curiosamente el 1 a 1 llegó en el segundo tiempo, en el momento en que parecía que Talleres empezaba a tenerlo todo controlado y amenazaba con el segundo gol: a los 15 minutos del período complementario, en un contraataque que arrancó con una pelota peleada por Rambert en el círculo central. Víctor Zapata se llevó el balón por la izquierda, metió el centro bajo de zurda y, también de zurda, Cardetti empujó el balón desde la entrada al área chica, anticipándose a la desprolija salida de Cuenca. Las salidas de Yepes primero y Lombardi después, reemplazados por Acosta y Ramos, respectivamente, modificaron toda la línea de fondo de River, que quedó conformada por Sarabia-Trotta-Ramos-Acosta. Los cordobeses siguieron con la misma línea de fondo y con el mismo arquero. Pero parecían otros. Porque empezaron a perder consistencia y dejaron agujeros que River aprovechó muy bien para dar vuelta la historia. A los 29 minutos, Rambert recibió un muy buen pase de Cardetti, se acomodó y definió con tranquilidad ante el arco vacío. Y dos minutos más tarde llegó el tercero y definitivo. Alvarez, quien había reemplazado a Coudet, dejó el tendal con la gambeta y habilitó a Cardetti que esperaba lo más pancho por la izquierda. Cuando le llegó el balón apuntó y fusiló a Cuenca, que alcanzó a manotear con desesperación, pero no pudo evitar que la pelota terminara su recorrido en la red. Ganó bien River, por lo que hizo en el primer tiempo y porque después del empate pasó por arriba a su rival. River se quedó con la Copa Ciudad de Córdoba 2000. Bajó a Boca y después a Talleres. Seis goles en dos partidos, con más de medio equipo de suplentes. Todo es felicidad para el Pelado Díaz y compañía.
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