Por Octavi Marti Desde París Abbas Kiarostami
(Teherán, 1940) forma parte de ese reducido grupo de cineastas que piensan que el cine
podría ser otra cosa que teatro filmado o despliegue de fuegos de artificio. Por suerte,
gracias a sus películas se ha aprendido a ver, más allá de contingencias políticas
poco favorables, la vida en Irán, la gente de ese país, su cultura y su paisaje. En su
última película --El viento nos llevará, gran premio de la Mostra de
Venecia--, presenta a un realizador que espera, en un poblado kurdo, la muerte de una
anciana para poder filmar los ritos funerarios. El film, que ya tiene distribuidor en la
Argentina, será preestrenada aquí en abril, en la segunda edición del Festival
Internacional Buenos Aires de Cine Independiente, y pasará luego a la salas comerciales.
Los organizadores están pensando en concretar, enmarcando este estreno, una retrospectiva
de la riquísima obra del iraní, de la cual en Argentina sólo se conoce una parte.
Además, cabe recordar que su premiado film El sabor de la cereza constituyó un
hito dentro del auge del cine independiente en Buenos Aires, y que fue vista por alrededor
de 125 mil espectadores sólo en la sala del Lorca.
--El grueso del cine occidental ha hecho de filmar la muerte una
especialidad y de la muerte, un espectáculo.
--Me parece que la representación que se da de la muerte en el cine
occidental acostumbra a carecer de sentido. Lamentar la muerte es absurdo, lo que
lamentás es la ausencia del amigo. En mi película hay distintas miradas sobre la muerte.
La del médico es realista, se atiene a la belleza de este mundo y se desentiende de la
promesa de una vida ideal en el más allá; por otra parte, la del profesor desenmascara
lo que se oculta detrás de ciertos ritos funerarios y es también realista al denunciar
lo que comportan de representación.
--Son dos discursos que van abiertamente en contra de la ortodoxia
religiosa de su país.
--Bueno, en Irán hay limitaciones impuestas por el régimen. Las
conozco, sé lo que no puedo mostrar y aprendo a trabajar dentro de los límites. En mi
país, la lucha contra esas restricciones es una fuente de energía. La gente, en Irán,
logra vivir a pesar de todo. Incluso esas chicas jóvenes que tienen prohibido mostrar su
cabello también encuentran la manera de que un mechón escape del pañuelo. Si va usted a
Teherán podrá ver que en la calle son realmente muchas las personas que hacen algo que
va más allá de lo que está permitido, aunque ese algo sólo sea mostrar un mechón de
pelo.
--Las intrigas o relatos que usted ha concebido son minimalistas y
además usted rehúye a menudo mostrar el contraplano, el inserto o el detalle. ¿A qué
se debe eso?
--El cine es el arte de mostrar sirviéndose de la ocultación. El
espectador tiene que imaginar, tiene que llenar las casillas vacías, tener una actitud
creativa. La chica que ordeña la vaca y de la que se enamora el realizador permanece
siempre en la oscuridad, sólo vemos sus dedos ordeñando mientras él recita un poema.
Marin Karmitz (el más importante productor independiente de Europa) me decía que era la
escena de amor más bella que jamás había visto. Tampoco vemos nunca a la vieja de la
que se espera la muerte porque así no es una anciana concreta, sino la vejez misma. Y, si
tengo que ser sincero, es necesario añadir que en todo eso hay algo autobiográfico,
porque mi relato está inspirado en la muerte de mi abuela, que yo viví en plano general,
desde lejos, sin llegar a poder entrar en su habitación. No me interesa hacer un cine en
el que el espectador tenga que cerrar los ojos o desviar la mirada, quiero que mire la
pantalla para intentar ver lo que no muestro. Hay cosas en las que creemos sin haberlas
visto nunca.
Noticias de un entierro En
El sabor de la cereza (1997) un hombre busca a alguien que le garantice el entierro una
vez muerto. En El viento nos llevará rescatan a alguien de ser enterrado.
Un film es el negativo del otro, pero los dos tratan de la vida y la muerte, del
Apocalipsis y de otras cuestiones. El viento del título es la muerte y nosotros somos las
hojas que ha de arrastrar. Es un título que podría estar escrito en primera persona,
decir yo en vez de nos, pero eso no tiene mayor importancia porque
todos hemos de morir, aunque tendemos a pensar que eso sólo concierne a los demás.
Por H.B.
Desde que Argentina se convirtió en el país del mundo donde más gente vio El
sabor de la cereza (125.000 personas fueron a verla), el nombre de Abbas Kiarostami
pasó a ser, como Bergman en su momento, favorito indiscutible de público y
distribuidores. Es lógico, entonces, que El viento nos llevará, presentada en
Venecia en setiembre pasado, tenga distribuidor local. El estreno comercial de la nueva
película de Kiarostami está previsto para la segunda mitad del año. Pero antes será
parte de la programación del 2º Festival Buenos Aires de Cine Independiente, que se
desarrollará entre el 6 y el 16 de abril. Según trascendió, las autoridades de ese
festival habrían iniciado gestiones para traer al realizador. Kiarostami ya visitó la
Argentina en 1998, cuando fue presidente del jurado del Festival de Mar del Plata. Es
posible que vuelva a hacerlo, cuando su discípulo Mahmoud Kahlari inicie el rodaje de su
nueva película, El ombú de oro, que transcurrirá en nuestro país y cuyo
guión escribió el propio Kiarostami. Del resto de su obra, el año pasado se estrenó en
Argentina Detrás de los olivos, que es de 1994 y forma parte de una trilogía.
Los otros dos films que componen esa trilogía (¿Dónde está la casa de mi amigo?,
de 1987, Y la vida continúa ..., 1992) no tienen estreno confirmado en
Argentina, como tampoco Close Up (1990), uno de sus films más deslumbrantes. No
sería de extrañar que ello ocurra, tarde o temprano. |
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