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Por Martín Pérez Enviado Especial a Punta del Este Por tercera vez consecutiva, a partir de hoy Punta del Este tendrá su Festival de Cine estival dedicado a la producción europea. Bajo el título Europa, un cine de Punta, esta cita organizada desde hace tres años por la Intendencia Municipal de Maldonado no hace más que recordar con mucha nostalgia aquella lejana época en la que Punta del Este tuvo su propio Festival Internacional competitivo, entre 1951 y 1955. Con objetivos muchos más humildes, este festival dirigido por el argentino Carlos Morelli apenas si esgrime entre sus pretensiones la de anticipar ante la calificada platea esteña (tal como se lee en la correspondiente gacetilla de prensa) los futuros estrenos europeos para la temporada que recién comienza. Algo que, si se toma en cuenta que los títulos más significativos de la edición del año pasado Aprile, La vida es bella o La vida soñada fueron luego efectivamente estrenados con todo éxito durante la temporada 99, Punta del Este ha terminado logrando con suficiencia. Lo primero que hay que destacar es que, pese a la confesión de partes, ese perfil de festival de preestrenos que había abrazado con suma tranquilidad Punta del Este el año pasado parece haberse diluido este año. Un rápido recorrido por las películas que se exhibirán entre hoy y el 23 de este mes en el cine Cantegril da como resultado que ninguno de los títulos anunciados tiene a priori la importancia de las más destacadas del año pasado. Apenas si llaman la atención los nombres de directores con más firma que suceso en los últimos años como Carlos Saura, Patrice Leconte, Ettore Scola o Marco Bellochio y sólo El tiempo recobrado del chileno afincado en Francia Raúl Ruiz (ya exhibida en el Festival de Mar del Plata) aparece como una joya cuya aparición hay que atesorar. Además, si el año pasado se podía celebrar que fue principalmente Cannes el referente a la hora de seleccionar los films, esta vez el honor correspondió a San Sebastián, un festival ciertamente menor, del que se presentan tanto el ganador de la Concha de Oro (¿Qué es la vida?, del francés François Dupeyron), así como otros dos premiados más (Jaime, del portugués Antonio Pedro Vasconcelos y la sueca Bajo el sol, del inglés Colin Nutley). Vale la pena aclarar que, si la selección aparece decididamente como de menor atracción que en los últimos años, es porque el festival esta vez -vía un acuerdo con una oficina de promoción del cine europeo ha adquirido un aliento más de festival de cine, precisamente. La mitad de su veintena de films ha llegado a la ciudad esteña gracias al aporte de dicha entidad oficial europea, y en su mayoría se trata de películas que de otra manera tal vez nunca se llegarían a ver por estas costas. Queda aún por ver el criterio de dicha selección, si es atrevido o convencional, pero lo cierto es que esta vez saludablemente hay más interrogantes por dilucidar que en las anteriores ediciones. Descontando los grandes directores antes mencionados, así como la obra mayor de Ruiz y los premiados en San Sebastián, el resto del programa esteño se puede dividir entre las funciones especiales, los films que llegan detrás de sus invitados y ciertos títulos que vienen rebotando de muestra en muestra. Ese es el caso de la serbia Como barril de pólvora (1998), que ya se vio en el pasado Festival de Buenos Aires; la alemana Domingo triste (1999), que arañó un premio inmerecido en el último Festival de Mar del Plata, o la recurrente Por amor (1998), que ya se apuntó en uno de los festivales europeos porteños del fines del año pasado. Entre las funciones especiales, hay que contar La noche americana, que presentará El apóstol (1998), elogiada ópera prima de Robert Duvall que estará presente en Punta del Este para acompañarla aún no estrenada en Uruguay. Habrá una Película sorpresa, y también se ha agregado en estaedición del festival una trasnoche titulada La hora del lobo, en la que se han programado la inglesa Bajo la piel (1997), de Carine Adler (premiado en Toronto y en Edimburgo) y la alemana Una noche en Berlín (1999), de Andreas Dressen. En el caso de las selecciones acordes a las visitas, hay que mencionar la selección de la italiana El pueblo de los pájaros (1998), con Lando Buzzanca a la cabeza, y la española Las huellas borrradas (1999), cuyo mayor interés es el protagónico del homenajeado Federico Luppi. No habrá visitas ilustres pero sí caras bonitas, desde Jorge Sanz a Maribel Verdú, rostros que son miel para las cámaras, especialmente las cámaras esteñas. El cine quedará relegado a las exhibiciones del Cantegril, lo que incluso parece lo más apropiado. ¿De qué otra manera se podría, si no, justificar la presencia de cine griego, portugués o de Luxemburgo entre el glamour gordi Landrú dixit de Punta del Este?
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