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el Kiosco de Página/12

¿Arrepentido?

Por Laura Ginsberg *

t.gif (862 bytes) “¿Por qué guardé silencio hasta ahora? Tengo que guardar silencio hasta que me vaya. Me convenció Riva Aramayo, la jueza. Ella me trajo la palabra del Presidente y de Corach que me dijo que si quería me llevaba a una reunión personal, y eso se lo digo a Ud., confidencial. Directamente me trajo ella la palabra del Presidente y de Corach, que colabore, que no se me iba a agravar la situación, sino todo lo contrario...”

Estas palabras quizás resulten familiares. Pertenecen a Carlos Telleldín, en conversación no oficial con el juez Galeano hace más de tres años. La historia continúa. “Me moví perfectamente –dijo Telleldín–, yo, si el gobierno no me daba el apoyo, yo no abría la boca, y se lo dije... hablé con el Presidente.”

Los años pasaron y estas conversaciones no oficiales comenzaron a dar sus primeros frutos.na32fo01.jpg (13036 bytes) Hace exactamente dos años, y de manera casi imperceptible, el juez Galeano dejaba prescribir la causa por la cual estaba detenido Telleldín por haber cometido el delito de encubrimiento respecto de la venta de la Trafic. El objetivo era claro: desvincularlo de la causa AMIA y transformarlo en un arrepentido, ley mediante. En esa oportunidad, no pudo ser. Los argumentos de la querella de los familiares nucleados en Memoria Activa presentados ante el juez y luego ante la Cámara fueron contundentes: Telleldín fue entonces procesado por haber sido partícipe de la masacre de la AMIA.

Los años siguieron pasando y la investigación seguía detenida, hueca, sin otro destino que el de perpetuarse en la acumulación de papeles, gracias a un Tribunal que se entretenía devolviendo nuestros escritos por no tener el margen de la hoja del tamaño adecuado.

Pero finalmente Galeano lo logró. Los apoyos que supo conseguir a lo largo de estos cinco años y medio de gestión de dedicación exclusiva no fueron en vano. Y qué mejor que concretarlos en el marco de un nuevo gobierno. La semana pasada, la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados se constituyó para tratar el proyecto de ley del arrepentido, que prevé la reducción y hasta la eximición de la pena, las cuales deberán ser decididas por el tribunal del juicio al dictar la sentencia definitiva. Hasta incluso puede suspenderse el ejercicio de la acción penal con relación al imputado que hubiere prestado la colaboración.

El futuro candidato a arrepentido también habría dado algunas instrucciones al Tribunal en aquella oportunidad. “Vamos a empezar a tomar declaración a los testigos como yo te digo. Mi declaración va a ser secundaria en todo esto. Va a ser importante porque yo soy la víctima.”

En estos cinco años y medio, Telleldín evolucionó de testigo no creíble a víctima, después pasó por la tan reiterada sospecha de “sabe más de lo que dice” y una vez comenzado el juicio oral habrá adquirido el status de arrepentido.

A nadie le importa que durante mucho tiempo Telleldín ocultó el destino del coche-bomba, a nadie le importa que Telleldín sabía para qué iba a ser usado, y sin embargo le conceden el beneficio del arrepentimiento después de que participó en la masacre de 86 personas. A nadie le importa que Telleldín fue mendaz todo el tiempo, pero pareciera que el arrepentimiento lo va a transformar en persona confiable.

¿Por qué creerle a Telleldín? ¿Por qué confeccionarle una ley casi a medida? Porque su “arrepentimiento” sería clave para que el Estado cierre definitivamente la causa AMIA. Entonces el juicio oral terminaría antes de que pudiera promediar su desarrollo, no habría culpables porque se habrán amparado en la ley, y finalmente no habrá castigo, porque ya no existirá posibilidad de aplicarlo.

Sin juicio, sin culpables, sin castigo, la consecuencia es obvia: dentro de un tiempo más, también podrán decir que el crimen de la AMIA no existió. La sanción de la ley del arrepentido es la manifestación de una voluntad política que nada tiene que ver con llegar a la verdad de lo que ocurrió. Más bien es el instrumento necesario para ocultarla.

Queda demasiado por hacer en esta raquítica instrucción antes de conceder la posibilidad de un arrepentimiento por un crimen que se cometió hace cinco años y medio. Somos testigos de lo que ocurre cuando los cabos de una investigación quedan sin anudar: hoy, el juicio por el crimen de José Luis Cabezas es un doloroso ejemplo de ello.

Durante estas últimas semanas, escuché muchos comentarios acerca de que hay que tener un compás de espera, hay que dar tiempo, recién asumen, todavía no calentaron los sillones a la temperatura que corresponde... y sin embargo son capaces de decidir el contenido y el tratamiento de algunas leyes con asombrosa rapidez.

El futuro de la investigación de la masacre de nuestros familiares ocurrida hoy hace cinco años y medio no tiene que ver con una cuestión de tiempos gubernamentales. Creo que tiene que ver con una decisión consensuada de no innovar.

* Viuda de Kuky Ginsberg, víctima del atentado a la AMIA. Integrante de Memoria Activa.


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