Por
suerte, al Mercado no le cayó demasiado bien la ménage à trois que están montando
Steve Case, Jerry Levin y el ex de Jane Fonda. Al nacer su nueva empresa, AOL Time-Warner,
ésta costó alrededor de 350 mil millones de dólares, más que todo cuanto podría
producir en un año entero la Argentina, pero al día siguiente los muchachos de Wall
Street bajaron los pulgares y decidieron quitarle el equivalente del Uruguay. No es que
"los inversores" tengan algo contra monstruos mediáticos capaces de llenar
cualquier cerebro de suficientes palabras, imágenes y sonidos como para mantenerlo
funcionando tal como les gusta. Siempre y cuando los gigantes hagan dinero, les parecen
espléndidos. Es que temen que el gobierno estadounidense considere la fusión de la mayor
proveedora de Internet del planeta, America Online, con conglomerados que fabrican vastas
cantidades de revistas, películas y noticieros para la tele, una dictadura en ciernes y
ordene su desmantelamiento.
¿Una dictadura? Quizás exageran. Case y
compañía no son como Silvio Berlusconi. Ni siquiera Ted Turner estará pensando en
aprovechar su poder televisivo para transformarse en presidente de los Estados Unidos
primero y del mundo después. Cuando de la política se trata todos son
"moderados", buenas personas, y es más que probable que andando el tiempo lo
sean cada vez más, no por convicción sino porque, con Turner a la cabeza, han aprendido
que no les convendría enojar a ningún grupo de clientes en potencia, sean éstos
comunistas chinos, fidelistas, talibanes, iraquíes sadamistas o chilenos enamorados de
Augusto Pinochet.
Es por eso que estas
"megacorporaciones" mediáticas --y pronto surgirá una cuyo valor en dólares
exceda el de América latina en su conjunto-- son tan malas. Quieren congraciarse con
todos. Cuando una empresa de este tipo crece más allá de cierto límite, tiene
forzosamente que apostar a la mediocridad, a un mundo en que todos sean bien intencionados
y las costumbres locales, por aberrantes que nos parezcan, deban ser respetadas. Luego de
informarnos sobre los sufrimientos de un torturado, lo equilibrarán con el testimonio de
un torturador. Combinados con América Online, Time, CNN, HBO, Looney Tunes y los demás
miembros de esta familia un tanto boba podrían arreglárselas para guiar a los navegantes
de la Internet --pronto casi todos lo seremos-- hacia sus propios productos que son tan
insulsos como coloridos, contribuyendo de esta forma a promover una cultura popular
norteamericana que, a diferencia de otras, debe mucho más a los cálculos astutos de
hombres de negocios que al talento y creatividad. |