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OPINION

El imperio digital

Por James Neilson

Por suerte, al Mercado no le cayó demasiado bien la ménage à trois que están montando Steve Case, Jerry Levin y el ex de Jane Fonda. Al nacer su nueva empresa, AOL Time-Warner, ésta costó alrededor de 350 mil millones de dólares, más que todo cuanto podría producir en un año entero la Argentina, pero al día siguiente los muchachos de Wall Street bajaron los pulgares y decidieron quitarle el equivalente del Uruguay. No es que "los inversores" tengan algo contra monstruos mediáticos capaces de llenar cualquier cerebro de suficientes palabras, imágenes y sonidos como para mantenerlo funcionando tal como les gusta. Siempre y cuando los gigantes hagan dinero, les parecen espléndidos. Es que temen que el gobierno estadounidense considere la fusión de la mayor proveedora de Internet del planeta, America Online, con conglomerados que fabrican vastas cantidades de revistas, películas y noticieros para la tele, una dictadura en ciernes y ordene su desmantelamiento.

¿Una dictadura? Quizás exageran. Case y compañía no son como Silvio Berlusconi. Ni siquiera Ted Turner estará pensando en aprovechar su poder televisivo para transformarse en presidente de los Estados Unidos primero y del mundo después. Cuando de la política se trata todos son "moderados", buenas personas, y es más que probable que andando el tiempo lo sean cada vez más, no por convicción sino porque, con Turner a la cabeza, han aprendido que no les convendría enojar a ningún grupo de clientes en potencia, sean éstos comunistas chinos, fidelistas, talibanes, iraquíes sadamistas o chilenos enamorados de Augusto Pinochet.

Es por eso que estas "megacorporaciones" mediáticas --y pronto surgirá una cuyo valor en dólares exceda el de América latina en su conjunto-- son tan malas. Quieren congraciarse con todos. Cuando una empresa de este tipo crece más allá de cierto límite, tiene forzosamente que apostar a la mediocridad, a un mundo en que todos sean bien intencionados y las costumbres locales, por aberrantes que nos parezcan, deban ser respetadas. Luego de informarnos sobre los sufrimientos de un torturado, lo equilibrarán con el testimonio de un torturador. Combinados con América Online, Time, CNN, HBO, Looney Tunes y los demás miembros de esta familia un tanto boba podrían arreglárselas para guiar a los navegantes de la Internet --pronto casi todos lo seremos-- hacia sus propios productos que son tan insulsos como coloridos, contribuyendo de esta forma a promover una cultura popular norteamericana que, a diferencia de otras, debe mucho más a los cálculos astutos de hombres de negocios que al talento y creatividad.

 

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