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Los cancilleres de la Argentina y Brasil se reunieron ayer en Río de Janeiro con miras a buscar soluciones a las actuales y graves controversias al interior de la unión aduanera. Aunque los funcionarios intentaron transmitir la imagen de una relación tranquila, en el marco del "relanzamiento del Mercosur", al Gobierno argentino le explotó en las manos la aceleración del éxodo de empresas al vecino país. Desde Cancillería buscan fortalecer el vínculo político. El canciller argentino, Adalberto Rodríguez Giavarini, declaró luego de la reunión que en la relación bilateral se había iniciado "un diálogo abierto, franco y sin sorpresas". El funcionario no se privó de buenos augurios: "En adelante no habrá nuevos hechos significativos que modifiquen el escenario global, como sucedió el año pasado", confió. Precisamente esos "hechos significativos", la maxidevaluación del real, fueron los que motivaron que durante 1999 se haya estado "a punto de olvidar que lo importante no son los puntos que nos separan sino la defensa de una posición común frente al mundo", recordó. El tema devaluación, sin embargo, sigue siendo irritativo. "En nuestra conversación no se mencionaron cuestiones pasadas que ya fueron superadas sino que se habló de cooperación e integración", aseguró Rodríguez Giavarini. El canciller, a pesar de su condición de economista, tiene claro que su tarea es fortalecer la relación con Brasil desde el ángulo político, dejando para el ministerio correspondiente las cuestiones más arduas. Pero, aunque se trate de un "tema pasado", sus efectos fueron los primeros en ser abordados. Según trascendió, durante la jornada de ayer el éxodo de empresas --seguido del régimen automotor, el acero y los pollos-- fue considerado entre las cuestiones más críticas de las relación bilateral. "Las peores peleas siempre son entre hermanos", sintetizó el canciller. Más aun si los hermanos no se comportan como tales. En Brasil todavía recuerdan los intentos de la administración Menem de ingresar a la OTAN o de proponer al dólar como moneda común para la región. El actual gobierno sabe que su labor no se agota en remontar la brecha abierta por la devaluación, pero el canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia, sabe que tiene otros interlocutores. Aunque la agenda fue ocupada principalmente por las citadas controversias, los cancilleres también se dieron tiempo para repasar otros temas, entre ellos: la cooperación militar bilateral, interrumpida desde 1997; la coordinación en la lucha contra el crimen organizado en la frontera --en particular el narcotráfico y el lavado de dinero--; y por último, a raíz del reciente accidente en el estado de Santa Catarina, la necesidad de mejorar las vías de comunicación entre ambos países. Tras el encuentro, ya distendido, el canciller argentino prefirió no comentar los dichos de la secretaria de Industria, Débora Giorgi, argumentando que se trataba de una funcionaria de otro ministerio. Giorgi, cuyas expresiones no cayeron bien en Brasil, había reclamado la necesidad de una mayor dureza en las negociaciones con el vecino país. José Botafogo Gonçalves, embajador brasileño para el Mercosur, declaró que "no entendía el sentido de estas declaraciones, ya que el clima con la Argentina es bueno". La ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, declaró por la mañana que Brasil tendrá que escuchar los reclamos de su socio, pues la Argentina no puede convertirse exclusivamente en un país agroexportador sino que debe "desarrollar su industria, levantar sus pymes, favorecer la instalación de empresas y combatir el dumping", explicó. En línea con lo tratado en Brasil, el Gobierno argentino anunció ayer que reforzará el control de la frontera para disminuir el contrabando. "En momentos en que la industria argentina está fuertemente golpeada, es obvio que el combate al contrabando ayudará a su desarrollo y consolidación", explicó el ministro del Interior, Federico Storani.
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