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"La Concertación se jugaba la vida"

 


Por Florencia Grieco
t.gif (862 bytes)  En los últimos días, Chile fue noticia dos veces. Ambas relacionadas con la profundizaciónna20fo01.jpg (6842 bytes) de la transición democrática y la herencia pinochetista. El martes, el ministro del Interior británico, Jack Straw, adelantó la posible liberación de Pinochet por las "razones humanitarias" invocadas por el gobierno del presidente Eduardo Frei. Cinco días después, Frei supo quién iba a ser su sucesor: Ricardo Lagos, el primer presidente socialista después de Salvador Allende, que fue derrocado en 1973 por quien ahora quedó fuera del eje de la campaña electoral. El escritor chileno Ariel Dorfman habló en exclusiva desde Estados Unidos con Página/12 sobre Lagos, Pinochet, el futuro de la Concertación, y la nueva derecha "despinochetizada", pero aún "antidemocrática".

--¿Por qué cree que finalmente ganó Lagos?

--Yo pienso que lo de Pinochet no tuvo gran efecto porque Lavín ha logrado, con mucha astucia y alguna sinceridad, alejarse de Pinochet. Si Pinochet hubiese llegado antes de las elecciones, creo que Joaquín Lavín habría perdido por una diferencia mayor. Pero creo que este asunto no afectó el resultado final. El factor esencial es que durante este mes la gente de la Concertación trabajó el doble. Creo que haber empatado con Lavín los asustó mucho y les hizo entender que en esta elección se jugaban la vida. La derecha no se jugaba la vida, porque ellos en gran medida ya tienen el poder en Chile. Tienen el poder económico, el militar, el de los medios de comunicación. Y la mitad del poder político también, porque tienen el Senado debido a todos los autodesignados. Hay que recordar que Chile no es enteramente una democracia. Tenemos un sistema que todavía es antidemocrático en muchos nudos, esos nudos que ató bien atados Pinochet.

--¿Cómo se sintió frente a este triunfo?

--Creo que es importantísimo que haya podido llegar a La Moneda un socialista, moderado, pero que iba a ser embajador de Allende ante la URSS. Lagos es un hombre de izquierda, laico, que está a favor del divorcio, que tiene una mayor disposición hacia las libertades públicas y hacia la redistribución del ingreso que otras personas en la Concertación. Es evidente que representa una opción muy importante incluso dentro de la Concertación, porque muestra que el presidente de Chile no necesariamente tiene que ser un democristiano. En un mismo nivel de importancia está el hecho de que la derecha no haya tomado el poder, porque no se ha mostrado democrática. Y hasta que no cambie usando sus votos para lograr la abolición de la Constitución antidemocrática de Pinochet, yo no le creo sus afanes democráticos.

--¿Se puede profundizar la democracia sin enjuiciar a Pinochet?

--Los tribunales tienen un serie de procesos contra Pinochet. La pregunta es si van a prosperar. Si Pinochet vuelve, ¿qué pasará cuando el juez Guzmán quiera interrogarlo? ¿Qué pasará si los militares van a su casa, ponen un tanque y dicen a mi general no lo juzgan? Yo creo que las estructuras institucionales en Chile están preparadas para enjuiciarlo. El tema es si hay voluntad para hacerlo: ¿los millones que votaron por Lavín y por Lagos están dispuestos a enfrentar la crisis que significa terminar realmente con ese pasado, encontrar a los desaparecidos y limpiar nuestra mirada por el hecho de mirar, no por el de cerrar los ojos? Yo creo que es una crisis saludable, porque significa enfrentar la herencia de Pinochet, que todavía está presente, más allá de si él se muere mañana.

--Pero a nivel político un desafuero no parece posible.

--Si los políticos chilenos no desafueran a Pinochet, le tocará al pueblo sacar a esos políticos y poner a otros. Si nuestros representantes, los mismos que dijeron tráiganlo de vuelta porque aquí se lo puede juzgar, porque somos soberanos, se muestran tan hipócritas, si ellos demuestran que no somos soberanos, el pueblo deberá ejercer su soberanía.

--¿La sociedad chilena sigue polarizada alrededor de Pinochet?

--La gente que cree que a Pinochet no hay que juzgarlo es un 20 por ciento de la población. Eso no se llama polarización. Lo que hay es una sociedad dividida en relación al legado de Pinochet. Pero eso no entró en juego en esta elección, porque Lavín no se presentó como un discípulo de Pinochet. Lo es, pero no se presentó como tal. Si lo hubiese hecho, Lagos habría sacado el 55, 60 por ciento de los votos en la primera vuelta.

--¿Será más fácil convivir con esta derecha "despinochetizada"?

--Yo creo que va a ser más difícil, porque es una derecha prepotente y antidemocrática. Pero hay que ver qué capacidad de negociación habrá en los próximos meses. Y en parte eso depende de qué pasará con Pinochet, porque se trata de sacar a Pinochet del medio del asunto. Para que se democratice, la derecha debe enfrentar a Pinochet y su complicidad con los crímenes de la dictadura. Si no lo hacen, la convivencia no será sencilla.

--¿Cómo cree que jugó la imagen de Lagos como el posible "primer presidente socialista" después de Allende?

--El ha dicho que es el tercer presidente de la Concertación y no el segundo socialista. Tengo la impresión de que no fueron muchos los votos democristianos que se fugaron porque él sea socialista. Creo que los democristianos se han mostrado muy leales con los socialistas, y es muy importante que esto haya ocurrido porque aporta estabilidad. Hay que recordar que la división entre democristianos y socialistas fue lo que permitió el golpe. Si entonces se hubieran sumado, jamás habríamos tenido golpe. Esa división es la que buscó la derecha, pero no la consiguió.

 

 

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