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SU NUEVO SHOW REPASA LOS ÚLTIMOS 100 AÑOS DE HISTORIA
Pinti, un dinosaurio progresista

En "Pericón.com.ar", el actor combina la habitual mordacidad de sus monólogos con un interesante despliegue escénico. Pinti se asume como un negado de la tecnología, y desde allí despotrica contra el snobismo de la sociedad moderna.

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Por Fernando D'Addario
t.gif (862 bytes)  En Pericón.com.ar, el nuevo espectáculo de Enrique Pinti, se manifiesta una situación paradojal, de la que muy pocos podrían salir indemnes: de una especie de conservadurismo grotesco, desmesurado, se desprende una mirada progre y liberadora, como si necesitara bucear desesperadamente en las fuentes para encontrar una salida. Sólo Pinti y su verborragia demoledora son capaces de zanjar la aparente contradicción, que queda flotando en el ambiente una vez que se apagan las carcajadas de rigor.

na27fo02.jpg (9368 bytes)La naturaleza antinómica del show de Pinti queda evidenciada de entrada. El "pericón" es la danza nacional argentina, pero muy pocos la conocen. Se caracteriza por sus repeticiones cíclicas, casi como una parábola festiva y patética de la historia del país. El ".com.ar" alude, obviamente, a una caricatura del progreso tecnológico o, mejor dicho, a las consecuencias risibles que ese progreso deja marcado en los argentinos. En ese conflicto entre pasado y presente, el capocómico parece tomar partido abiertamente por el pasado, aunque su ácida procacidad se encarga de desvirtuar cualquier alineamiento prematuro. Pinti se autodefine como un "dinosaurio" y, de acuerdo con el manual de imperfecciones, inutilidades y precariedades varias que disparó en su primer y brillante monólogo de la noche, efectivamente lo es, desde un punto de vista formal: no conoce ni ha conocido máquina de escribir, y mucho menos computadora, no sabe lo que es Internet, no usa teléfono celular ni contestador automático y se burla de quienes utilizan estos adelantos de la tecnología para satisfacer su hedonismo snob. Para justificar este arrebato contra la modernidad necesita ampararse en cierta mística del pasado, de allí su revisionismo folklórico, no exento de ironías.

Secundado por un equipo más que interesante, en el que se destacan el trabajo escenográfico de Graciela Galán y el vestuario de Renata Schussheim, Pinti acierta cuando utiliza un espíritu revisteril decadente para sustentar el concepto de su espectáculo. Pero en todo momento sobrevuela en el ambiente la sensación de que esa parafernalia escénica es una máscara que sirve para darle oxígeno al arsenal oratorio del actor. Porque el público quiere ver y escuchar los monólogos de Pinti. Los dos que entrega en este show son brillantes y tienen como nexo una recorrida histórica por el siglo XX, que se dinamiza a través de música y baile. Y que, en definitiva, hace pasar a su presunta idealización del pasado por el tamiz de la acidez, cada vez que sus ingenuos personajes (la cupletista, el soldado de la Primera Guerra que quiere ir a hacer la América con Carlitos Chaplin, el hippie, el mendigo que no recuerda bien quién era años atrás antes de su desgracia, etc.) chocan contra una realidad devastadora. Sólo Pinti es capaz de hacer reír poniendo a la platea contra la pared, escarbando en las miserias que nos precedieron y nos siguen acosando.

Puede argumentarse que Pericón.com.ar es un reciclaje oportuno de la hiperexitosa Salsa criolla. Y en algún sentido es cierto, pero los argumentos de Pinti se ven reforzados cotidianamente por27.jpg (14267 bytes) la realidad. Terminó la era Menem, y el actor se entrega a una reseña despiadada de la década pasada, explotando al máximo su desenfreno verborrágico. Pero la vida sigue, y a un mes de su asunción, el nuevo gobierno también debe vérselas con el cómico, que se hace un pic-nic con el impuestazo y con la facilidad que tienen los políticos "para tomarnos por boludos". La danza final del pericón, compuesta por bailarines de lo más fashion, cerró el espíritu de un espectáculo que obliga a leer entre líneas. Bucear en el pasado para recobrar ciertos valores perdidos puede ser, según Pinti, una buena idea, pero ojo que el pasado estuvo plagado de errores y horrores. Y es igualmente estúpido comprar los espejitos de colores que ofrece la vida moderna. Ese parece ser el mensaje de Pinti, un moralizador revulsivo y, fundamentalmente, un zarpado que sólo le rinde cuentas a su conciencia.

 

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