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Por Cecilia Bembibre Cuando se estrenó el primer capítulo de "Ally Mc Beal" (Fox, lunes a las 21), hace dos años, la que presentaba la vida de la joven abogada se convirtió en una de las series más vistas de la cadena Fox. Escrita por el guionista de "Los practicantes", David E. Kelley, el programa rompía los moldes de la tradicional comedia romántica, incorporando las fantasías surrealistas de su personaje principal, Ally Mc Beal, a la rutina diaria del estudio de abogados liderado por el codicioso Richard Fish. Sigue siendo así: basta con que Ally añore el contorno de busto de Laetitia Casta para que la imagen muestre cómo su escote se abulta súbitamente; un comentario mordaz se convierte de inmediato en una daga directa a las entrañas. Desde el principio fue evidente que el quiebre del lenguaje tradicional del género era el gran acierto de la serie, que ganó el Emmy en 1999 a la comedia más destacada. Hubo, sin embargo, un revuelo de opiniones generado entre los medios y la audiencia que fue mucho más allá, y ancló en el último paraíso promocional de todo ciclo televisivo con aspiraciones: Internet. Surgieron foros de discusión en los que se debatía la verosimilitud de Ally como emblema de la sensibilidad femenina. Hubo fans que se dedicaron a coleccionar los aforismos con que salpica sus parlamentos. Incluso algunos grupos objetaron --en nombre del feminismo-- el largo de sus minifaldas, más adecuadas para las pasarelas que para inclinarse sobre el estrado como parte de la estrategia persuasiva. La protagonista cuenta en su pasado amoroso sólo una relación estable: la de su ex novio Billy, quien no sólo se casó con otra sino que comparte el lugar de trabajo con ella --y por supuesto, con Ally--. El resto son los embrollos románticos que impulsan a la serie y que convierten a Mc Beal, sino en la peor abogada del mundo, al menos en la más propensa a romper en sollozos frente al jurado si el caso le recuerda en lo más mínimo (algo que inevitablemente sucede) a su último fracaso sentimental. Quizá conscientes de que la fragilidad crónica de Ally Mc Beal (aumentada por la descabellada delgadez de Calista Flockhart, la actriz que la interpreta) no generaba la deseada identificación de la platea femenina, los guionistas incorporaron con éxito, el año pasado, los personajes de Ling y Nelle. Son la peor pesadilla de Ally: excelentes abogadas, inteligentes, interesantes, agresivas y --sin duda, lo que más hace sufrir a la protagonista-- irresistibles para el sexo opuesto. No es justo tampoco decir que el programa es solamente original en relación con la forma. Por momentos intenta hacer eco de algunos temas que debate la sociedad norteamericana, y en ese sentido es también un espejo de sus prejuicios y de los efectos negativos de la excesiva corrección política. Así fue en el capítulo de la semana pasada, donde se discutía el derecho de una mujer a vestirse con ropa provocativa (según los estándares estadounidenses, claro). El acoso sexual es planteado capítulo de por medio, si bien los personajes masculinos no se ahorran sutilezas sobre la amplitud de la ley que ampara a los demandantes. El sexo ocasional fue la primera piedra que arrojó el primer episodio de esta temporada, hace tres semanas; hace ocho días varios personajes intentaron explorar las fantasías sexuales. No en vano Kelley aseguró hace unos meses que el eje del tercer año de la serie sería "sexo, sexo, sexo" (aunque después, tal vez temiendo la censura del televidente promedio, bajó el tono jurando que hablaría de "romance, esperanza y soledad"). Ling y Ally besándose para animar a los muchachos, Nelle imaginando las posibilidades de la dominación... ante este derroche de erotismo femenino, los personajes masculinos de la serie se muestran desorientados, se miran entre ellos buscando un destello de comprensión, meditan acerca de la normalidad o no de las chicas que los rodean y... corren a buscar la respuesta al ciberespacio.
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