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OPINION
Para los americanos del Norte
Por Diego Bonadeo

Si se es empecinadamente distraído, existe la posibilidad cierta de aceptar como “doctrina” el conocido y legendario chascarrillo de Mr. Monroe. Aquel que sentenciaba “América para los americanos”.Es que conociendo solamente los palotes del idioma inglés que se habla en los Estados Unidos –y, en casos, fuera de ese país también–, o atendiendo a películas no dobladas en centroamericano o en mexicano, oiremos a Michael Douglas ahora, como a su padre Kirk antes, decir naturalmente “América” al referirse a su país. Y “american” cuando la mención corresponde a la ciudadanía norteamericana.No es una “boutade” marxista, ni un rezongo indoamericano parafrasear a Mr. Monroe con aquello de “América para los americanos... del norte”. Es así. Porque a los americanos del norte del común, les es absolutamente cultural pensarse como los únicos americanos. Otra cosa son los mexicanos, nicaragüenses, colombianos y demás. Hispanos en fin. Inclusive sus primos hermanos canadienses refieren a Estados Unidos como “América”.Y de alguna manera es esa cultura la que impide que Diego Maradona sea recibido por ser un adicto confeso. “Freedom and democracy” –libertad y democracia– son conceptos declamados, defendidos, y logrados y ejercidos de aduanas dentro y para quienes son ciudadanos de primera clase en ese país.Sería ocioso, por conocido, abundar en detalles históricos, políticos, económicos y geográficos que demuestran hasta qué punto es cierto lo de Mario Benedetti en cuanto a que “con su gesta invasora, el norte es el que ordena”.El impedimento para que Maradona se interne, y trate así de curarse en los Estados Unidos de Norteamérica, pasa a simple vista por su condición de consumidor confeso y asumido. Y a uno le parece que si bien los Estados Unidos tienen supuestamente ciertos derechos a restringir la inmigración, el cuestionamiento al ingreso de Diego pasa por otros parámetros, por otras prevenciones y por un criterio por lo menos antojadizo en lo que a reciprocidades se refiere. Y si de reciprocidades se trata, habría que husmear en la historia más o menos reciente si ningún ciudadano norteamericano de los Estados Unidos, con adicciones comprobadas, ha ingresado a la República Argentina.La historia del juicio por los balines de aire comprimido no resiste ningún análisis, independientemente de que sea casi irracional la reacción, fundamentalmente por las causas que originaron el episodio -flagrante invasión de la privacidad de Maradona por parte de quienes entienden que el periodismo es más importante que la gente (siempre y cuando “eso” sea entendido por periodismo)–, pero también se lo compara con archiconocidos y archirrepudiados episodios bélicos, sociales, económicos y demás que, en el nombre de vaya a saber quién, costaron millones de vidas inocentes en todo el mundo. Recuérdese que Henry Kissinger fue “honrado” con el Premio Nobel de la Paz y no con el Premio Nobel de la Guerra.Curiosa y paradójicamente, mientras Celia Cruz pasea por la Argentina su carnaval de Miami y Mas Canosa, Diego llega a La Habana “todo empapelado con el Che” como escribió del “Gilito del Barrio Norte” María Elena Walsh en su dudoso remedo setentista, como provocando y respondiendo a quienes motorizaron su presencia para jugar al fútbol en el Mundial de 1994, pero que ahora le niegan la visa para que alguien más le ayude a curarse.

 

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