Por Martín Pérez
Desde Punta del Este Tan cerca está el cine del Cantegril de la famosa
clínicaesteña del mismo nombre, en la cual se internó Maradona, que el único vendedor
de panchos del festival Europa, un cine de Punta 3 también vendió su
producto allí. Y, con la autoridad que le da haber estado en el acontecimiento más
importante de la temporada, el hombre asegura: Está todo mal, vio. Según los
especialistas, Brasil está tan barato que Punta del Este sufrió una merma de turistas
que llega al 50% con respecto a 1999. No hay nadie, se quejan los taxistas. Lo
que no es rigurosamente cierto: desde el lunes, al menos, el balneario uruguayo tiene
estrellas internacionales de cine para lucir, como Lando Buzzanca, Robert Duvall, Maribel
Verdú, Patrice Leconte y Jorge Sanz, presentes en la ceremonia inaugural del Festival. No
convocarán desbordantes multitudes como Pamela Anderson, pero permiten que el intendente
Camilo Tortorella declare orgulloso que su ciudad es la capital del cine europeo en
América latina. Tal como sucedió el año pasado, esta tercera edición comenzó
con la exhibición de un corto dedicado a gloriosos tiempos idos. En este caso, el
hallazgo correspondió a un documental en blanco y negro de media hora de duración,
sorprendente testimonio de la fastuosa realización en 1951 del primer festival
internacional de Punta del Este. Desde Cab Calloway hasta Joan Fontaine, pasando por
Cantinflas y Elizabeth Scott, la filmación con las estrellas presentes entonces se
exhibieron ante las verdaderas estrellas de hoy, que lejos de ser los actores o
directores invitados son en realidad los miembros de la European Film Promotion.
Así lo aseguró Carlos Morelli en su discurso inaugural como director de la muestra,
antes de otorgar el Premio Mauricio Litman a sus integrantes, que sumaron Punta del Este a
la lista de festivales Berlín, Cannes, Toronto y Pusan (Corea del Sur) en los que
hacen acto de presencia. Pero, pese a las reverencias oficiales, los protagonistas de la
jornada inaugural fueron otros. El primer gran aplauso fue para Robert Duvall, en el
momento en que la platea pudo verlo ingresar en el hall del cine a través de las
imágenes de la recepción que se proyectaban en la pantalla. Y la segunda ovación fue
para la sorpresiva aparición de un joven Jorge Battle el presidente electo del
Uruguay en el metraje del corto documental del primer festival de Punta del Este. En
lo que se refiere al cine, sin embargo, el festival quedó en deuda luego de su primera
jornada. Mientras que ayer se exhibieron la luxemburguesa Jaime, premiada en San
Sebastián, la italiana El pueblo de los pájaros (la excusa para la visita de Buzzanca) y
Aimee & Jaguar, la candidata alemana al Oscar extranjero, la programación del lunes
fue decepcionante. Comenzó con La Celestina, una adaptación excesivamente teatral de la
obra de Fernando Rojas a cargo de Gerardo Vera y con guión de Rafael Azcona. Rodado en
1996, su único atractivo es un elenco que incluye las caras más jóvenes y talentosas
del último cine español: Penélope Cruz, Juan Diego Botto (tan joven que recuerda a
Pablo Aimar), Nancho Novo y Jordi Mollá. A La Celestina le siguió el film elegido para
inaugurar oficialmente la muestra: la sueco-finlandesa Bajo el sol, propuesta por Suecia
para figurar entre las preseleccionadas al Oscar extranjero de este año. Presentada por
Morelli como una deliciosa historia de amor que robé de San Sebastián, el
film del inglés Colin Nutley un especialista en convencer a la Academia Sueca que
nomine sus films al Oscar, algo que sucedió también con House of Angels (92) y The
last dance (93) cuenta la historia de un granjero solitario que pone un
anuncio en el periódico para contratar un ama de llaves. Bucólica y sensiblera, Bajo el
sol desarrolla un triángulo amoroso entre la bella mujer que responde elanuncio, el
granjero y su mejor amigo, un joven rebelde llamado Eric, que presume de ser el único
sueco en haberle dado la mano a Elvis Presley. El cierre de la primera jornada llegó con
la sobreestimada Como barril de pólvora, ya exhibido en el pasado Festival de
Buenos Aires y seleccionado por FIPRESCI para su muestra de este año. Ambientada en
Belgrado antes del final de la crisis de Kosovo, el film de Goran Paskalijevic es un
fresco de una realidad cruel y manipuladora que termina transformándose en un film con
esas mismas características. Regodeándose en un machismo, una ceguera y una crueldad que
se pretende testimonial, Paskalijevic desarrolla y enlaza varias historias que suceden en
una misma noche, y terminan todas de manera trágica.
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