Por Diego Schurman El Gobierno y la
CGT se enfrentaron ayer con dureza por el decreto que le quitó al sindicalismo la
posibilidad de manejar el dinero de las obras sociales. Rodolfo Daer dijo a Página/12 que
se trata de una extorsión como resultado de la resistencia gremial a la
reforma laboral, que ayer desembarcó en el Congreso. Carlos Chacho Alvarez
respondió descalificando a la conducción cegetista. Son parte de un dispositivo
político del menemismo y no dirigentes comprometidos con el mundo del trabajo, dijo
el vicepresidente.Daer fijó su postura durante una conferencia de prensa desarrollada en
la CGT. El sindicalista, acompañado por el mercantil Armando Cavalieri, negó que la
bronca se traduzca en la convocatoria a un paro general. En cambio, no descartó la
presentación de amparos judiciales para revertir la medida. Cuenta, para ese fin, con el
paraguas del menemismo que, durante la reunión del gabinete en las luces,
consideró al decreto de dudosa legalidad.El término extorsión
no fue exclusividad de Daer. También lo hicieron propio con variantes como
chantaje diversos dirigentes de la conducción sindical, entre ellos
Hugo Moyano y Juan Manuel Palacios. Se trata de los líderes del combativo Movimiento de
Trabajadores Argentinos, una de las corrientes internas de la CGT, que ayer volvieron a
cuestionar la convertibilidad.La respuesta a lo largo del día no se hizo esperar.
Graciela Fernández Meijide y Héctor Lombardo fueron los primeros en salir al cruce.
Se quejan porque están perdiendo poder, dijo la ministra de Desarrollo
Social. No es una represalia porque así también podemos interpretar que fue una
provocación de Menem que quiso cambiar el sistema antes de irse, agregó el titular
de la cartera de Salud.La participación del sindicalismo en el manejo de los fondos de
las obras sociales fue dispuesto en 1988, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Ese
derecho se lo quitó Carlos Menem en el 96 sin que ello despertara en la CGT
amenazas de paro ni quejas airadas, aunque sí un puñado de presentaciones judiciales y
una fuerte acción de lobby para revertir la medida.Como parte del operativo retorno, con
el que Menem busca volver al gobierno en el 2003, y de la abierta decisión de socavar las
aspiraciones presidenciales de Eduardo Duhalde, el ex mandatario firmó un decreto en
medio de la campaña para darle a la CGT el control absoluto del dinero, a través de la
representación mayoritaria del sindicalismo en la Administración de Programas Especiales
(APE), el ente que maneja el denominado Fondo de Redistribución de las Obras Sociales.Al
asumir la Alianza, Lombardo amenazó primero con revisar el decreto, pero después se
comprometió en reuniones reservadas con los sindicalistas a no producir fuertes
modificaciones. El acuerdo terminó siendo que cuatro de las representaciones del APE
queden en manos del Estado, tres en la de los sindicatos y una en la de los empresarios.
El Gobierno garantizó, además, que el Fondo de Redistribución se manejará por afuera
del Presupuesto, de tal manera que esos recursos se destinaran íntegramente a las obras
sociales y no fueran desviados para cubrir rojos fiscales. La primera traba al acuerdo se
generó por un amparo judicial presentado por la Central de Trabajadores Argentinos. Esta
organización alternativa a la CGT dijo sentirse discriminada ya que la
representación sindical no contemplaba a miembros de sus filas. Mientras analizaba la
cuestión de fondo, la Justicia ordenó volver al statu quo anterior a la firma del
decreto de Menem. Por lo tanto, en los hechos la CGT nunca recuperó el control perdido en
el 96.Para los sindicalistas no es un tema menor. Los 360 mil millones de dólares
anuales que maneja el Fondo de Redistribución proviene del 10 porciento del aporte que
realizan a las obras sociales trabajadores y empresarios. La mitad de esa suma se
redistribuye automáticamente entre todas las obras sociales para compensar a las más
deficitarias. El resto se reparte de acuerdo a la demanda de servicios de alta
complejidad, trasplantes y atención a portadores de sida. Pero la realidad indica que esa
asignación es discrecional y responde a intereses políticos.El resultado de la primera
gran pulseada entre la CGT y el Gobierno se podía cotejar anoche en dos instantáneas.
Una, la que desnudó a Daer con la cara desencajada como resultado de la jugada oficial.
La otra la que mostró a un sonriente ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, festejando
su cumpleaños en el Hotel Panamericano.
EL GOBIERNO MANDO LA REFORMA LABORAL AL
CONGRESO
En turno de los diputados
Por D. S.
Luego de
varios días de análisis, el proyecto de reforma laboral ingresó ayer a la Cámara de
Diputados. Como informó Página/12 la extensión del período de prueba de uno a seis
meses y la obligación de renovar los convenios colectivos del año 75 son los ejes
del proyecto. El siguiente es un resumen de la iniciativa:
El contrato a prueba
es de seis meses con opción a seis más por convenio colectivo.
El empleador afronta
todas las contribuciones de la seguridad social, aunque no tendrá costo indemnizatorio
alguno.
En caso de
efectivizar un trabajador a prueba, y producir un incremento neto en su nómina de
trabajadores, el empleador obtendrá una rebaja de las cargas sociales del 18 al 12 por
ciento.
También se fijan
rebajas similares, aunque graduales, para el resto de la plantilla. La meta es llegar al
12 por ciento en el 2003.
En ambos casos se
pondrá en práctica si no se produce ningún despido en la empresa.
Obliga a renovar en
un lapso no mayor a los dos años los convenios del año 75.
De no haber acuerdo
para la elección del arbitraje, este papel lo realizará el Ministerio de Trabajo a
través de un Servicio Federal de Mediación y Arbitraje que se creará por ley.
Este servicio, que
también tendrá la potestad de resolver los conflictos asociados con el ámbito de la
negociación, se conformará por un grupo de notables, que podrían surgir de
consultas con el Consejo de la Magistratura.
Se permite negociar
los convenios en ámbitos inferiores al de la actividad, ya sea por empresa, grupos
económicos, conglomerados, áreas territoriales, ramas o articuladas.
Se habilita a
participar de esas negociaciones a los delegados.
Un acuerdo no siempre
deberá ser rubricado por el sindicato madre.
Un acuerdo de ámbito
inferior (empresa) prevalecerá sobre otro de ámbito superior (actividad).
Aquella parte que
rehúse negociar colectivamente de buena fe tendrá una multa equivalente al 20 por ciento
del total de la masa salarial del mes en que se produzca el hecho.
La multa se
incrementará en 10 por ciento cada cinco días de mora en acatar la decisión judicial.
Simplifica los
trámites de registración.
Habrá un formulario
único por empresa por trabajador y ninguna institución de la administración del trabajo
a la seguridad social, pública o privada, podrá solicitar datos.
El enfrentamiento con la CGT, según el Gobierno
Una pelea que nos deja ganancia
Por Fernando Cibeira
Los
caciques sindicales echaban espuma por la boca desde la tele ubicada en un rincón del
despacho en Gobierno, en la conferencia de prensa convocada de urgencia en la sede de la
CGT para insistir en el rechazo a la reforma laboral. Pero el funcionario, lejos de
preocuparse por las amenazas, festejaba. La gente sabe que estos tipos están llenos
de guita, que tienen casas en Punta del Este y que viajan en coches importados. Para la
gente, que De la Rúa les saque plata es un acto de justicia, decía. Así delineaba
la estrategia oficial de enfrentar a un sector bien marcado de la oposición
los malos, explicaba y, al mismo tiempo, dejar en claro que no se
trata de antiperonismo. Minutos después, el Presidente le tomaba juramento como
subsecretario a un ex diputado del PJ. La idea de apuntarle a los sindicalistas surgió
del desayuno de trabajo que reunió al gabinete en la Rosada el martes a la mañana. Del
encuentro, el vocero Darío Lopérfido salió directamente a comunicar la decisión de De
la Rúa de quitarle a la central sindical el manejo de un fondo de 360 millones de pesos,
un retruque que profundizó el conflicto con los gremialistas creado a partir de la
reforma.Para nosotros pelearnos con ellos es todo ganancia, son los dirigentes más
desprestigiados de la sociedad, explicaba uno de los encargados de la comunicación
delarruista mientras Rodolfo Daer y Armando Cavalieri se disputaban el micrófono para
despotricar contra el Gobierno. Para demostrar que no estaban equivocados en la jugada,
como encuesta instantánea en la Rosada exhibían los llamados de la gente a los programas
matutinos de radio, mayoritariamente a favor de De la Rúa.En forma paralela, el acto de
juramento de un ex diputado del PJ, el santiagueño Luis Uriondo, como encargado del
Consejo Federal de Seguridad Interior, cobró otro significado. Se decidió entonces que
la asunción se haga en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y que el juramento, en vez
del ministro Federico Storani, se lo tome el propio De la Rúa. Todos gestos para
demostrar que el enemigo del Gobierno no es el justicialismo sino los peronistas sin
convocatoria en la sociedad. Del otro lado del mostrador, bien diferenciados, ubican
a los gobernadores amigos como Carlos Reutemann, Carlos Ruckauf y José de la Sota.
Con ellos hay diálogo y son los que nos van a ayudar a aprobar la reforma,
explicaban.
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