Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


"INSPECTOR GADGET", UNA SALUDABLE SORPRESA
Un dibujito de carne y hueso

Basada en el cartoon del mismo nombre, la película de Disney combina buen humor, efectos notables y una enorme libertad creativa.

Matthew Broderick se luce como el policía convertido en cyborg.
El film es de los mejores que hizo la factoría Disney con actores.

na27fo01.jpg (14027 bytes)

INSPECTOR GADGET 8 PUNTOS

Estados Unidos, 1999.
Dirección: David Kellogg.
Guión: Kerry Ehrin y Zak Penn.
Animatronics: Stan Winston.
Intérpretes: Matthew Broderick, Rupert Everett, Joely Fisher, Michelle Trachtenberg, Andy Dick, Dabney Coleman y René Auberjonois.
Estreno de hoy en los cines Monumental, Los Angeles, Atlas Santa Fe, Hoyts Abasto, Patio Bullrich, Alto Palermo, Cinemark Puerto Madero, Multiplex Belgrano.

Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) El cine lo intenta seguido, y suele fracasar. Es bien difícil trasladar cuerpo y espíritu de un dibujo animado a película con personajes de carne y hueso. Basada en una serie animada europea de los '80, allí donde la mayoría fracasa Inspector Gadget triunfa estentóreamente. No sólo porque logra recrear en lo visual el desafuero que sólo los mejores dibujitos saben tener, gracias a unos efectos especiales tan deslumbrantes como funcionales. Es un triunfo, sobre todo, en tanto los implicados en el asunto (desde los productores hasta el último actor, pasando por director, guionista y ese genio de los FX que es Stan Winston) parecen haberse imbuido hasta el tuétano del espíritu de libertad, alegría y creatividad que caracteriza a la mejor tradición de la animación cinematográfica. Con ello obtienen la mejor oferta del verano en materia de cine para niños.

La historia original recuerda a Robocop. O más bien al revés, ya que la serie "Inspector Gadget" es de 1983, y la película de Paul Verhoeven, unos años posterior. Por querer salvar a un genio-inventor, un modesto policía de tránsito (Matthew Broderick, tal vez en su mejor actuación) sufre un tremendo accidente que lo deja convertido en yeso humano. La única posibilidad de salvarle la vida es reconstruirlo íntegramente, sobre la base de piezas cibernéticas y mecánicas, convertiéndolo en cyborg. De eso se ocupa Brenda (Joely Fisher, de la serie "Ellen"), hija del genio-inventor, que logrará así concluir el proyecto robótico en el que papá estaba empeñado al morir. Así, el agente John Brown pasará a ser el inspector Gadget (en inglés, gadget quiere decir "artefacto"). Superservidor de la ley en versión buenaza, el inspector está provisto de los dispositivos más insólitos, que incluyen un encendedor en su dedo gordo y pinzas, tenazas y armas que en cualquier momento pueden ser activadas desde el último rincón de su cuerpo. "Parezco una ferretería ambulante", protesta el (anti)héroe.

Frente a Gadget está su némesis, el mismo que asesinó al papá de Brenda para apropiarse del invento, por supuesto que con las peores intenciones. Desquiciado millonario, Sanford Scolex vive acariciando un gatito de angora (igual que Goldfinger en Dedos de oro), mientras trama las peores venganzas. Sus intenciones de dominar el mundo y el hecho de que sea el inglés Rupert Everett quien lo encarne tan fina y perversamente, hacen de Scolex un archivillano digno de la serie Bond. Como Bond también, Gadget será provisto de un escudero rodante. Se trata del Gadgetmóvil, descapotable modelo '50 que lleva a niveles de delirio los opcionales típicos de los autos de OO7. Uno de los mejores personajes de Inspector Gadget (junto con Brain, el perrito Beagle a quien en la versión original dobla nada menos que Don "Superagente 86" Adams, y Robo Gadget, versión maligna del "bueno" inventada por el "malo" para desacreditarlo), el Gadgetmóvil cuenta con una especie de "cerebro", que en la versión doblada presentada en la Argentina habla en andaluz. En el rodante de títulos llega a hacerlo en porteño básico.

Producida por el propio creador de la serie, escrita por los guionistas de "Luz de Luna" y El último gran héroe, dirigida por el debutante David Kellogg, este producto Disney es uno de los más inteligentes que la fábrica del viejo Walt haya facturado en años en el rubro live action. Pletórica en todos los sentidos, si en algo rebosa Inspector Gadget es en guiños, indirectas y una inusitada --pero jamás gratuita-- red de referencias al cine y la cultura pop en general. "Parece Columbo en versión Nintendo", dice alguien al ver a Gadget con su sombrero y piloto años 40. Al colocarse una mano mecánica, el archivillano duda entre el nombre de Garfio ("ya se usó en Peter Pan") y La Garra (como el de un célebre agente de Kaos). Hay una extraordinaria parodia de Godzilla que conduce a una dantesca serie de incendios ("¿Para esto me fui de Tokio?", llora un oriental) y hasta una broma venenosa al conservadurismo de la propia Disney. Para no hablar de ese homenaje a "Los Simpsons", que, viniendo de la competencia, refleja la libertad que los autores de Inspector Gadget supieron ganarse a codazos dentro de la compañía.

Imbuida de un espíritu frenético alla Tex Avery, tanto como de las comedias de persecuciones de Mack Sennett, Inspector Gadget tiene esa voracidad juvenil que la lleva a acumular gags uno detrás del otro, desde el propio logo de la Disney hasta el último plano. Que nadie abandone la sala hasta que no haya desfilado el último título. Como ocurría con esa otra maravilla de Babe 2, Inspector Gadget da al espectador fiel una prueba final de generosidad, que es como la frutilla de esta sabrosísima torta.

 


 

Un nuevo ejemplo de eseuniverso llamado Altman

"La fortuna de Cookie" es otra demostración de la sutileza del director estadounidense en el arte de narrar. Como siempre, importan más las relaciones entre personajes que la trama en sí.

Liv Tyler se mueve con soltura en el papel de la rebelde Emma.
Planteado como un policial, el film es un fresco de pueblo chico.

na26fo01.jpg (9574 bytes)

La fortuna de Cookie 7 puntos

("Cookie's Fortune") Estados Unidos, 1999
Dirección: Robert Altman.
Guión: Anne Rapp.
Fotografía: Toyomichi Kurita.
Edición: Abraham Lim.
Música: David A. Stewart.
Intérpretes: Glenn Close, Julianne Moore, Liv Tyler, Chris O'Donnell, Charles Dutton, Donald Moffat, Lyle Lovett y otros.
Estreno de hoy en los cines...

Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) Willis es un tipo tranquilo. Le gusta salir de noche, tomar algunas copas e incluso, en caso de mayor necesidad, se suele llevar "prestada" alguna que otra botellita de licor del bar que es como su segundo hogar. El dueño lo sabe, y lo deja. Es que, decididamente, Willis es un gran tipo. Y, además, siempre repone lo que se lleva. Lo hace con sumo cuidado, creyendo que nadie se ha dado cuenta de su travesura. Willis es el empleado de toda la vida --y el amigo también-- de Cookie, la dama que da nombre al último film de Robert Altman. Un film con muchos personajes --bien a la manera de Altman, claro--, que básicamente cuenta la historia de cómo el buen Willis es arrestado por el asesinato de Cookie.

Claro que, como no se trata de un simple policial, dentro del fresco del sur profundo construido por Altman con ironía y cariño en el pueblo de Holly Springs, el arresto de Willis apenas si es el último punto en contra que se anota Willis en su larga competencia con Cookie. Porque la amistad entre Cookie y Willis fue tal --y Altman se preocupa por dejarlo en claro de manera encantadora-- que su empleadora lleva con una carcajada "rigurosas" cuentas de todos sus desencuentros. La trama del cariño que los une también llega a la rebelde Emma, la nieta de Cookie, que acaba de regresar a Holly Springs. Entre Emma y Cookie, mientras tanto, están su dependiente madre Cora y su dominadora tía Camille, que no le perdonan a Emma su independencia.

De estos hilos cuasitelenovelescos que vinculan a sus personajes tira Altman a la hora de disparar la acción. Algo que hace literalmente. Decidida a ir a hacerle compañía a su difunto marido, Cookie decide suicidarse de un tiro en la cabeza. Su cadáver es descubierto por una escandalizada Camille, para la que el suicidio es una vergüenza para la familia --"sólo los locos se suicidan"-- y prepara todo como para que la policía piense que ha sido un asesinato. Pero lo hace tan mal --o tan bien-- que Willis termina arrestado. Nadie cree que él pueda ser el culpable, ni siquiera los policías que lo encarcelan --entre los que está el eterno novio de Emma-- que sólo están haciendo su trabajo. Pero Willis dormirá entre rejas, y la investigación terminará sacando a luz secretos que la pequeña comunidad de Holly Springs ni siquiera sabía que tenía por descubrir.

Es cierto que para ser un film de Altman, La fortuna de Cookie aparece como un film menor, incluso demasiado sobrecargado. En particular cada vez que aparece en escena Camille, un personaje que Glenn Close sobreactúa hasta la exasperación. Pero lo mejor de La fortuna... es precisamente su apacible levedad. Hilando con todo el tiempo del mundo y todo el swing posible cada uno de los pliegues de su historia, Altman construye la trama del suicidio/asesinato de Cookie con displiscencia. Sacándole el mayor provecho posible a cada uno de los actores con los que cuenta, cuando el film logra crear su clima poco importa qué sea lo que se está contando, si es un drama, una comedia o un policial. Farsa cinematográfica menor, en la que una directora (Camille/Close, que está preparando una puesta de Salomé de Oscar Wilde en el teatro del pueblo) es --por supuesto-- la culpable de los grandes errores que motorizan la historia, La fortuna... es un film decididamente encantador cada vez que olvida sus pretensiones, que --por cierto-- se hacen evidentes sólo cuando Close está en la pantalla.

Sin ella, el campechano mundo de Holly Springs es decididamente un mundo mejor. Un mundo en el que Willis puede ir a pescar con sus amigos, en el que Emma (interpretada por una encantadora Liv Tyler) puede regresar sin que nadie le recuerde sus errores y en el que Cookie puede ir al encuentro de su marido muerto sin que la tomen por loca. Son las ciegas pretensiones del arte con mayúsculas (o las obligaciones de sociedad, también con mayúsculas), parece decir Altman, las que --lejos de solucionar-- complican las cosas. Y, dejándose llevar por la mundanidad de sus personajes, el artesano es quien vuelve a ponerlas en su lugar. Aun uno como Altman, agotado y casi sin nada nuevo que decir. Pero teniendo de su lado apenas la sabiduría de quien se ha pasado toda la vida haciendo sólo lo que mejor sabe hacer.

 


 

"DOBLE TRAICION", DE BRUCE BERESFORD
Juicio para un director tramposo

Doble traición 4 puntos

(Double Jeopardy) Estados Unidos, 1999
Dirección: Bruce Beresford.
Guión: David Weisber y Douglas Cook.
Fotografía: Peter James.
Edición: Mark Warner.
Música: Normand Corbeil.
Intérpretes: Ashley Judd, Tommy Lee Jones, Bruce Greenwood, Annabeth Gish, Roma Maffia y otros.

Por M. P.

t.gif (862 bytes) Hay una escena al comienzo de Doble traición que, para cualquier espectador entrenado en el arte de ver series televisivas, resume la tragedia que caerá sobre su protagonista. En ella aparecen la sensible y enamorada Libby, su esposo Nick y una tercera en discordia: su amiga Angie. "¿Se lo decimos, Angie?", pregunta Nick. "Mejor que se entere por nosotros que por otra gente", bromea Angie. Entonces, Nick le revela a Libby que alquiló el velero de sus sueños para pasar un fin de semana. No resulta difícil deducir que Libby es quien está sobrando en ese triángulo. Pero el gran problema es que el director Bruce Beresford y sus actores siguen su película como si esa revelación jamás hubiera existido.

Así, el drama golpeará la vida de Libby: despertará en medio del mar con las manos ensangrentadas y, cuando lleguen los guardacostas, la descubrirán con un cuchillo en las manos. Ella será condenada por el asesinato de Nick, y de nada valdrá que grite su inocencia. Antes de su condena, Libby le encarga la custodia de su hijo a Angie. Poco después, descubrirá lo que los espectadores sabían desde el comienzo. Y comenzará a planear su venganza, resumida en el título original del film: Double jeopardy, una figura legal que determina que alguien no puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen.

El crimen que Beresford comete con su film también es doble. Por un lado, tomar un argumento perverso --una mujer traicionada cruelmente por su marido y su mejor amiga, que logra salir de la cárcel e ir en su búsqueda-- y pretender transformarlo en una obra sensible. Y, por otro, suponer que el sufrimiento por la mala suerte de una mujer que hereda dos millones de dólares puede ser compartido por un público al que apenas si le gustaría ver su venganza en acción. Thriller de pretendido aliento hitchcockiano, Doble... traiciona sus propias pretensiones. La belleza clásica de Ashley Judd (Libby) nunca alcanza a transmitir ninguno de los sentimientos de una madre traicionada. Y el papel del otro protagonista, Tommy Lee Jones (oficial de custodia de Libby cuando ésta consigue su libertad condicional), se dedica a repetir su rol en El fugitivo: correr detrás de la protagonista tratando de que no alcance sus objetivos. Cuidada estéticamente, Doble... nunca alcanza a transmitir nada, salvo las ganas de cumplir con sus objetivos sin la mínima imaginación. Tiene los guiños necesarios para su público femenino, así como un par de escenas de acción que no conducen a nada y un retrato turístico de Nueva Orleans para quienes deseen prorratear el precio de su entrada con un viaje virtual. Producto vacío, el film de Beresford es traicionero. Y bien sería posible condenarlo varias veces por el mismo crimen.

 

PRINCIPAL