UNO ¿Qué hora es?, es la pregunta y en una entrevista un tal Nicolas Hayek Jr. --presidente de la República de Swatchlandia, de la fábrica de relojes Swatch-- propone una hora universal. O mundial. Hora Internet, se llama. La misma hora en todo el mundo, haya luz u oscuridad. Dividir el día en mil beats (beat = 1 minuto y 26,4 segundos), guiarse por un meridiano nuevo (el Meridiano de Biel, que pasa por encima de la sede de Swatch, en Suiza), el Biel Mean Time (BMT) es la referencia, y acostumbrarse a que el día en Internet comienza a la medianoche BMT (@00 Swatch Beats) y que el mediodía --aquí, allá y en todas partes-- llega a las @500 Swatch Beats. La pregunta es, también, para qué servirá todo esto. La pregunta es de una sencillez espeluznante: para que no haya problemas a la hora de citarnos en la computadora para conversar con un mejor amigo que nunca conocimos ni conoceremos. DOS Hora de ir a ver a Tim Burton. El director de cine está en España presentando su nueva película Sleepy Hollow. Un perfecto exponente de gótico primitivo norteamericano basado en aquel legendario relato de Washington Irving donde un jinete fantasma y sin cabeza va por ahí cortando cabezas ajenas. Todo transcurre en una Norteamérica todavía europea y oscura, traducida a la estética terrorífica de los estudios Hammer británicos. Esa Norteamérica cuya inminente desaparición provocó la retirada demencial de Edgar Allan Poe y la fuga hacia adelante de Henry James. Otra vez, el casi reflejo ejercicio de comparar al que ahora se ve en carne y hueso con el que se vio tantas veces en papel y tinta. Tim Burton es igual de extraño que en sus fotografías, sólo que un poco más desprolijo y gastado. No debe ser fácil compaginar todas esas fantasías primitivas en el puro futuro de este tiempo tercer milenio, donde nada ha cambiado en la superficie pero, si uno escucha con atención, puede oírse el mecánico rumor de ominosas corrientes subterráneas. La película --como suelen ser las películas de Tim Burton-- es formidable y fuera de este mundo, y a la salida uno no puede sino preguntarse qué época es. Tim Burton, descubro, no usa reloj, no tiene Hora Internet. Tim Burton, el cineasta que --junto a Orson Welles y Frank Capra-- es imbatible a la hora de hacer caer hielo del cielo. TRES Hace frío y es, también, la hora en que los noticieros de televisión locales dejan de referirse a "el partido más difícil de Diego" para cambiar por "un nuevo capítulo del culebrón Maradona". Ahí está Maradona, caído del cielo, en Cuba y envuelto en una remera con el Che Guevara con aspecto de no tener la menor idea de la hora que es. Mientras tanto, caen pedazos de hielo cósmico que nadie sabe qué ni por qué son. Misterio digno de revisión clase Z à la Ed Wood o de principio de García Márquez. Ir a ver el hielo que cae en España. Quince pedazos en menos de diez días que llegan a alcanzar los seis kilos de peso. Al principio decían que caía de los aviones, después que eran fragmentos de aerolito o desprendimientos de un cometa, enseguida se habló de inusitado fenómeno meteorológico, más tarde que puede tratarse de una broma literalmente pesada. "En España hay mucho cachondo al que le gustan estas gracias", dicen los especialistas de un extraño organismo que responde al nombre de Instituto del Frío y que ha tomado cartas en el asunto. Ya se han detectado varios cubitos redondos falsos (se ha visto incluso una página en Internet que te enseña a fabricarlos para sorprender a tu vecino) y más de un gracioso confesó su argucia entre risitas a la hora de justificar una abolladura en su auto, pero aun queda mucho que explicar y ayer, con cielo despejado, a una mujer le cayó un cacho de hielo en la cabeza. Los profetas del Apocalipsis auguran una invasión de hielos extraterrestres portadores de virus mortales. Dicen que pronto se alcanzará una respuesta --las primeras investigaciones han detectado la presencia de hielo y sal en algunos de los fragmentos-- mientras crece la Psicosis Rolito, los diarios publican mapas marcando los puntos exactos de caída, los testimonios de los descubridores y las fotos de orgullosos poseedores de un misterio, en tanto que a nadie se le ocurre la metafórica hipótesis de que, tal vez, nuestro inhundible planeta haya chocado contra un iceberg, que eso que despierta curiosidad e intriga no son más que los pedazos sobre cubierta, que ya saben cómo sigue y cómo termina la historia mientras en alguna parte son las @317 Swatch Beats. Seguiremos informando.
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