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La página en Internet de los rebeldes chechenos (www.kavkaz.org) aseguraba en la mañana de ayer que habían capturado a un general de brigada ruso, Mijail Malofeyev, subcomandante del frente norte en Chechenia, en plena batalla de Grozny. Un portavoz del Ministerio de Defensa aseguraba por la tarde que el jefe militar había sido dado por desaparecido tras caer en una emboscada en el distrito de Staropromivloski. Por la noche, otras fuentes militares rusas aseguraban a la agencia Interfax que Malofeyev había resultado muerto por el fuego de francotiradores al recibir dos disparos en la espalda y uno en la cabeza. De confirmarse la captura o la muerte del general Malofeyev se trataría de la baja de mayor rango, y más importante desde el punto de vista político, sufrida por las tropas federales desde que comenzó la operación antiterrorista en Chechenia, hace más de cuatro meses. La noticia casi quedó difuminada en medio de los combates más encarnizados del conflicto. Los aviones y helicópteros artillados rusos efectuaron más de 200 misiones de bombardeo al día, lo que representa un notable incremento respecto al anterior intento de conquista de Grozny, en diciembre de 1999. A pesar de ese apoyo aéreo, las fuerzas rusas se ven forzadas a luchar calle a calle, casi edificio a edificio, en su lenta penetración hacia el corazón de Grozny. Las bajas, al parecer, son cuantiosas en los dos bandos. Se trata de un asalto en toda regla, y desde diversos frentes. Pero se diferencia, según fuentes militares, del que tuvo efectos desastrosos para Rusia en la Nochebuena de 1994 en el hecho de que no se utilizan de forma masiva los carros de combate y los blindados, muy fáciles de �cazar� en las angostas calles de Grozny por los lanzagranadas chechenos. Un oficial ruso aseguró ayer a la cadena de televisión independiente NTV que el avance había tenido que superar tres líneas de defensa y que éstas eran cada vez más fuertes. Bislan Gantamirov, ex alcalde de Grozny y jefe de la milicia prorrusa, informaba por su parte que sus hombres, a los que siguen los efectivos del Ministerio del Interior y los soldados, tenían el control total de la emblemática plaza Minutka y de uno de los puentes que cruzan el río Sunzha. Los �boieviki� (guerrilleros chechenos) negaban estas conquistas, y ninguna fuente independiente podía confirmar qué bando mentía. Los rebeldes admitían por Internet que, en los últimos cuatro días, han sufrido 45 bajas, y atribuían 1500 a los rusos. Se trata, no obstante, de la cifra más alta admitida hasta ahora por los chechenos. Sea como fuere, lo que parece cierto es que todos los datos se alejan bastante de la realidad, pero dan idea de que la batalla se está cobrando un alto precio en vidas de combatientes, y civiles, que por decenas de miles intentan sobrevivir en sótanos. Aunque está claro, incluso para la muy desinformada población rusa, que la toma de Grozny está costando mucha sangre, la guerra sigue siendo extremadamente popular. Los resultados de una encuesta difundida ayer mostraban un apoyo del 62 por ciento a la conducción de las operaciones militares. Ese es el mismo porcentaje que, según otro sondeo, obtendría el presidente interino, Vladimir Putin, en las elecciones. Putin, mientras tanto, nombró ayer a Serguei Yashtrzhembski �antiguo portavoz de Boris Yeltsin que se pasó, tras ser despedido, a las filas de Yuri Luzhkov� jefe de un equipo que, entre otras cosas, intentará mejorar la imagen que los medios de comunicación extranjeros ofrecen de la actuación rusa en la guerra. No estaría mal que empezase por garantizar, por ejemplo, el acceso de los informadores a la zona.
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