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el Kiosco de Página/12

Uniformes y disfraces

Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn

t.gif (862 bytes)  El cielo bajo y plomizo, la lluvia fina que moja más que un aguacero. Los bosques alemanes del invierno están sombríos y llenos de espíritus que se asoman entre los árboles para no perderse detalles de los pocos humanos que no se sabe qué buscan por los senderos negros de hojas secas. Hace más de veinte años, en tiempo del exilio, recorríamos estos mismos bosques con Osvaldo Soriano. Durante todo el camino no encontramos a nadie, y al volver, las calles del pueblo también estaban vacías. La soledad era tan grande que Soriano dijo una vez, de pronto, en voz alta: "Han muerto todos los alemanes". Como acostumbraba, de inmediato elaboró una tesis, y yo sabía que él a sus tesis repentinas después las convertía en cuento o novela. Según su teoría, los alemanes se morían todos en invierno, pero reaparecían en primavera para hacer la guerra. Traté de explicarle que no era tan así, que salían a veces antes, por ejemplo, para Carnaval, donde, en la zona del Rhin, los hombres se disfrazan de soldados del tiempo de Napoleón. Hace dos siglos lo hicieron para burlarse de las tropas francesas de ocupación. Y hoy continúan con la tradición carnavalesca. Le pareció bueno el detalle y me prometió que iba a hacer resucitar a los alemanes en Carnaval, por cinco días. Ojalá haya dejado escrito esa idea y que Christine, su compañera, lo encuentre entre sus papeles justo ahora que se cumplen los tres años que nos dejó.

  Pero en este invierno los alemanes no se murieron, están eso sí muy deprimidos discutiendo hasta el agotamiento total algo que no pueden explicarse, pero que se cierne como una tormenta que amenaza con quebrar la fe en los que mandan: el tema del lavado de dinero y de las coimas que pesa sobre Kohl y sus adláteres. El partido de la Democracia Cristiana se cae a pedazos y cada vez más muestra que toda su estructura está podrida hasta la médula. Después de lo que ha pasado, quién le va tener confianza a quién, si el pueblo votó durante casi diecisiete años a Helmut Kohl y se descubre ahora que se burló de todos, que manejó el dinero --millones-- en provecho de su poder y que coimeó en lo peor que puede hacer un representante de algo que quiere llamarse democracia: la venta de armas. Armas. Un país que hace poco más de medio siglo caía vencido en la guerra más sanguinaria de la historia, con millones de muertos, ciudades destruidas y pisoteando los derechos humanos hasta el hartazgo. Pero no sólo están los tanques vendidos a Arabia Saudita y a Turquía sino también la más que dudosa adjudicación de los bienes de la ex Alemania del Este a consorcios extranjeros al mejor postor (de coimas).

  Pero salgamos del microclima de la gran tormenta política y no perdamos de vista otra discusión que actualmente se desarrolla en la sociedad alemana y que hace a un tema no solucionado y eterno en el mundo entero: el concepto de lo militar con que tiene que regirse una sociedad.

  Vayamos por paso: el ejército alemán actual, la Bundeswehr, fue un producto típico de la Guerra Fría. Se creó en 1956 a instancias de las potencias occidentales. Y se creó contra la voluntad del propio pueblo. Recuerdo bien esos años primeros de la década del cincuenta que viví como estudiante en Hamburgo. Me acuerdo el clima contrario de la juventud a la creación de una fuerza armada. Salíamos a la calle a la protesta: casi todos esos jóvenes habían perdido sus padres en la guerra de Hitler y a sus abuelos en la guerra del Kaiser. Finalmente se aprobó la ley de creación de un nuevo ejército, pero se dio la posibilidad a todos aquellos jóvenes que no querían cumplir un año de servicio militar obligatorio, a hacer un período más largo en un servicio social: como atención de enfermos en hospitales, cuidado de la ecología, ayuda en escuelas y jardines infantiles, en hogares de ancianos, con discapacitados, etc. Para ser liberado del servicio militar necesita el joven demostrar por qué no quiere hacerlo y dar razones éticas e ideológicas suficientes.

  Pero, en la década del setenta esa solución comenzó a presentar problemas: la disminución de la natalidad y el aumento de los jóvenes que prefieren el servicio social y no el de las armas hizo que se temiera que no se pudieran completar las trescientas mil plazas de soldados que tienen las fuerzas armadas.

  Y entonces, adivine lector, a quién se recurrió para tapar ese agujero. Sí, a la mujer. Es interesante leer la información oficial del ejército alemán sobre la decisión de recurrir al denominado sexo débil: "En 1981 investigó una comisión la necesidad de personal de las fuerzas armadas a raíz de la problemática de los pocos nacimientos. En 1982, la comisión recomendó investigar entonces la posibilidad del ingreso voluntario de mujeres en los servicios sin armas sobre la base de la igualdad de derechos de hombre y mujer". Lo oportunista del lenguaje lo dice todo. Fue así como entraron mujeres en los servicios de sanidad y de música. A los cuerpos armados no se los podía mandar porque la Constitución alemana había establecido este principio: "Nuestro concepto de la naturaleza y del destino de la mujer prohíbe su servicio con las armas". Hasta que una joven, Tania Kreil, inició juicio porque ella quería ser miembro del ejército en los cuerpos armados. Mientras miles de varones se negaban a engrosar las filas de los uniformados, ella tomó la posición contraria. Y acaba de triunfar en la Corte Suprema Europea que ha dictaminado que debe posibilitarse a las mujeres el servicio militar con armas. El ejército saludó esta determinación e hizo saber que "se espera ahora un refuerzo cualitativo y cuantitativo del Ejército Federal".

  Es curioso: toda la derecha, que siempre consideró a la mujer algo creado por Dios para el hogar, los hijos y el marido, hoy piensa lo contrario. La necesidad hace al órgano. En cambio, la izquierda que luchó siempre por la emancipación femenina muestra desprecio por la medida. En televisión, la representante del Partido Verde dijo: "Estoy de acuerdo con que se levante la prohibición de la Constitución porque a nadie se lo debe discriminar por su sexo, pero espero que no vaya ninguna mujer a esos cuerpos. Los soldados de todas las graduaciones son asesinos en potencia. Al ejército lo crearon los hombres y ahora que se las arreglen ellos. No utilicen a la mujer sólo cuando la necesiten". En cambio, fue curioso cómo un general del Ejército defendió ardorosamente el servicio con armas para la mujer. Dijo que la mujer es igual o mejor que el hombre y por eso se puede iniciar un principio de competencia entre soldados hombres y soldados mujeres que va a llevar a mejorar los servicios". Es decir, argumentos propios del capitalismo neoliberal: la competencia, el rendimiento. Globalizar los sexos para cumplir los propósitos de la producción. Siempre la voz del amo.

  La polémica se ha encendido. Ahora, los defensores de la mujer soldado cuentan historias heroicas, como la de la soldado americana que cuatro meses después del nacimiento de su hijita fue enviada a Bosnia. Que cuando llegó la orden de marcha "lloró, lloró y lloró". Pero llevó la beba a su madre y marchó al frente. Ahora puede relatar que como única mecánica de su unidad cuidó el convoy de camiones: "Los muchachos estaban orgullosos de mí", dice fuerte. Pero hay voces irónicas que señalan que "antes, cuando el ejército americano no llenaba sus plazas, las ocupaban con negros, ahora, las ocupan con mujeres". Se traen otro ejemplos para explicar lo inexplicable: en Suecia, las mujeres conducen tanques; en Francia, una mujer conduce un Mirage 2000 de combate; en Noruega, una mujer conduce un submarino y en Estados Unidos, las mujeres integran los cuerpos de ataque, los marines.

  En el momento en que oía en televisión los argumentos del general a favor de la mujer uniformada y con armas, entró Boris, mi nieto mayor, quien va a estudiar filosofía, para mostrarme la carta que acaba de enviar a la junta militar de servicio militar del ejército. Dice entre otras cosas: "Mi conciencia y mi razón no me permiten prestar servicio con armas. Si bien soy ateo he crecido en una cultura cristiana y por eso acepto muchos valores cristianos como el amor al prójimo y el renunciamiento a la violencia. Esos valores son para la convivencia de importancia fundamental y no deben ser dejados de lado. El imperativo categórico de Kant prohíbe el matar, ya que el ser humano no puede tener el deseo de que se proclame como ley general que un ser humano pueda matar a otro. Por eso estoy dispuesto a cumplir un período de servicio social pero no militar. Me da profunda alegría poder ayudar a otros seres humanos, pero no aprender a derramar sangre".

  Me levanto y voy al balcón a mirar el cielo. Dentro del gris hay como un brillo, algo así como si la luz quisiera abrirse camino. Me hubiera gustado salir a dar una nueva vuelta por el bosque, pero con Soriano, a quien le hubiera contado estos detalles. Es posible que entonces él hubiera modificado el final de su novela, algo así como idear una organización internacional que se robara todos los uniformes de los ejércitos del mundo y los prestara solamente para disfrazarse en Carnaval.  


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