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Por Alejandra Dandan ![]()
Y
también el planeta B612 bajó a la tierra. Estuvo un rato al lado del
Planetario ayer por la madrugada. El país del Principito fue un globo
blanco inflado a gas y suspendido entre otros cientos en el Planetario.
Tomás Saraceno decía allí: "Estamos bajando los planetas a la
Tierra". Por fuera de la frontera marcada por la escenografía de
globos, una mamá advertía que su hija Diana Camiser era la responsable
del madrugón fuera de casa. "Acá, en el Planetario, uno cree que
está más cerca de las estrellas", concedía Susana, productora
ella. La nena de ocho corregía: "De la Luna, má".
Apenas pasaban las 11 PM. Todos los pronósticos
auspiciaban que cuatro minutos después de las once iba a comenzar el mítico
avance de la Tierra sobre su satélite natural. La referencia no es vana:
el eclipse sí podría generar, imaginaban, el colapso que dejó debiendo
el Y2K. Pero llegaron las 23.04 y la Luna seguía imperturbable. "La
gente pensaba que iba a poder ver algo distinto a partir de esa hora, pero
sólo era factible con telescopios especiales", explicaba Federico
Kurtz, del Colegio Nacional San Isidro, desde su base de operaciones
establecida --ante la emergencia lunar-- en el campito del Planetario.
Marcos,
de Palermo él, había visto a Kurtz y sus aparatos por tevé. En tono
serio, señalaba a sus dos hijos para justificar su paso como penitente de
la cola que quedó armada frente a uno de los tres telescopios colocados
aquí. Aunque advierte que el tiempo fue el verdadero propulsor de una
salida no demasiado importante, su hija lo deja al descubierto: "En
casa, el edificio de enfrente tapaba a la Luna". Semejante bloqueo en
día de eclipse los hizo tomar la calle hasta arrojarlos aquí, donde
Denise, su nena de nueve, pregunta: "¿Qué hay dentro del eclipse, pá?".
Desde
las seis de la tarde, la zona del Planetario se fue poblando de futuros
expertos en eclipses. Cada uno chequeó rollos de cámaras y filmadoras,
como Iris Cordeiro, que ahora que ayuda el tiempo --dice-- está ahí
sentada con sus tres chicos y marido emigrados de Colegiales. "Los
traje porque esta tarde escuché --cuenta-- que mirarlo no dañaba para
nada. Y nunca tuvimos la suerte de ver uno." Y bueno, por eso fue
menester cubrir el acontecimiento con toda la artillería. Nicolás, de
siete, con prismáticos y Facundo, de once, a cargo de esas fotos que no
deja de disparar: "¡Pará, son todas iguales!", va educando
Iris. Mientras, intenta sosegar con un "mirá la sombrita, por
abajo" a su hijo más chico que, por ahora, ve "todo como
siempre". Por adelante, otros repiten por tercera vez las colas ante los telescopios. Pero éste no fue el único punto de reunión para los detallistas. Desde temprano fueron armándose miradores telescópicos en las terrazas del observatorio de la Asociación Argentina de Amigos de la Astronomía en el Parque Centenario. También allí, como en el Planetario, los organizadores terminaron asombrándose por la cantidad de público. En Centenario superó las cuatrocientas personas después de la 1.04, hora en que el cono de sombra de la Tierra completaba la Luna. En ese momento, en el Planetario, mientras algunos intentaban coordinar aplausos a destiempos, los dueños del planeta B612 largaron esos globos que durante la espera concentraron más interés que Federico Kurtz, el científico a cargo de las explicaciones del fenómeno.
El avistaje avanzaba allí, mientras miles
iban intentando un hueco entre las mesas plegables que en la Costanera
mostraban la fisonomía de un campamento urbano. Hubo quienes, como Lucas
Dores, cansados de buscar un sitio despejado, terminaron en el Planetario.
El chico salió temprano desde Lugano y llegó a Parque Centenario:
"Me presentaron un telescopio digital y en dos segundos me sacaron,
así que me vine para acá". Acuerda que los digitales son mejores,
aunque aclara que no tiene idea de astronomía. Total, de los que no saben
el parque está repleto. Y la cola, otra vez, es síntoma ciudadano:
"Yo entendí --le dice una chica a otra-- que vos me dijiste que esa
sombra que iba avanzando es la Tierra. ¿Pero si yo estoy acá y la Tierra
no avanza?". Su compañera responde, entonces: "Pero es la
sombra de la Tierra", le aclara y la discusión sigue hasta que queda
apagada por otro aplauso. Es el del fin. A las 2.22. Justo cuando dos
chiquilinas se saludan:
--Empezamos
el milenio a full, Marcelita.
--Y
esto no es nada.
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