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El
País Por
Jorge A Rodríguez
Vestido
de civil, el teniente coronel Pedro Antonio Blanco había salido poco
antes de las ocho de la mañana de su casa, situada en la primera planta
del número 29 de la calle Virgen del Puerto. Cada mañana daba un corto
paseo a pie hasta la cercana calle Pizarra, donde solía esperarlo un
coche oficial con el que posteriormente recogía a un general de brigada,
su superior inmediato en la dirección de Asuntos Económicos del Cuartel
General del Ejército, donde estaba destinado desde el 28 de junio de
1996, según el Ministerio de Defensa. El militar se detuvo a esperar su
coche en la calle Pizarra, en el lateral del número 43 de Virgen del
Puerto, ya que los automóviles oficiales de ruta no suelen recoger a sus
pasajeros en las puertas de sus inmuebles precisamente por motivos de
seguridad. Blanco García se paró justo junto al Renault Clio rojo que
los terroristas habían cargado con entre 15 y 20 kilos de explosivos.
El
vehículo oficial se había retrasado debido a que el conductor se encontró
con un atasco a la altura del número siete de la calle de Alcalá. La
Policía Municipal había acordonado esa zona ante la presencia de un
paquete sospechoso que resultó ser una falsa alarma. Los terroristas habían
visto acercarse a su víctima desde otro Renault Clio, éste de color
blanco, supuestamente estacionado junto a un paso elevado que atraviesa la
carretera de circunvalación M-30 y que acaba en la calle de la Virgen del
Puerto, según la hipótesis que barajaba ayer el director general de la
Policía, Juan Cotino. Desde ese punto pudieron ver perfectamente cómo
Pedro Antonio Blanco se detenía junto al Clio rojo, robado el 4 de enero
en el barrio madrileño de Hortaleza y que ha sido identificado gracias al
número de bastidor. Fue en ese momento, a las 8.08, cuando accionaron la
bomba por control remoto y se dieron a la fuga. Pedro Antonio Blanco fue
proyectado por la onda expansiva contra el bloque de viviendas más próximo.
Murió en el acto. El estallido sobrecogió a un barrio tristemente
acostumbrado a los atentados terroristas. La explosión afectó la
vivienda del comandante Rafael Villalobos Villa, al que la explosión de
una bomba adosada a los bajos de su vehículo provocó la amputación de
sus dos piernas, el 17 de octubre de 1991, en la calle de Pablo Casals,
situada en la orilla contraria de la M-30 y el río Manzanares.
"Pobre hombre; ha tenido que revivir en un momento todo lo que le
ocurrió a él", sentenciaba una vecina de la misma manzana en la que
se produjo el atentado.
La
explosión destrozó los seis automóviles estacionados junto al coche
bomba y produjo daños de consideración en otros siete. Un total de 32
viviendas de cuatro edificios sufrieron daños severos y tuvieron que ser
desalojadas, aunque las más afectadas fueron la primera y la segunda
planta del número 43 de la calle Virgen del Puerto. En una de estas
viviendas se encontraba la pequeña Sara M., de 13 años, que sufrió
heridas leves. La joven Laura Bermejo, de 17 años, también sufrió
lesiones tras ser derribada por la onda expansiva. Las estructuras de los
edificios no se han visto afectadas, por lo que podrán ser reocupados en
breve, cuando puedan restablecerse los suministros de agua, luz y teléfonos,
y se repongan los cristales de las cientos de ventanas destrozadas, según
aclaró a pie de obra Pedro Gallardo, responsable de los bomberos de
Madrid.
Los
primeros momentos tras el atentado fueron de incertidumbre y ni siquiera
se conocía la identidad de la víctima. "Sabemos de una persona que
no ha llegado a su despacho, pero aún es pronto para decir nada",
explicaba el delegado del gobierno en Madrid, Pedro Núñez Morgades. La
primera pista la daba una tarjeta de visita destrozada en el suelo en la
que se podía leer: "Pedro Antonio Blanco García. Teniente coronel
de Intendencia DEM (Estado Mayor). Dirección de Asuntos Económicos.
Secretaría técnica. Calle Prim, 6, Madrid 28071".
Cuando
aún se estaba acordonando la zona y acumulándose ambulancias, bomberos y
policías, se agravó el desconcierto. A las 8.45 se escuchaba nítidamente
desde el lugar del atentado una segunda explosión. Una columna de humo
comenzaba a elevarse en la calle Paradinas. Estacionado junto al número
6, muy cerca de una guardería, ardía el Clio blanco, matrícula
M-6178-OX. El portero de un edificio cercano aseguró que pudo ver cómo
dos personas estacionaban este coche y huían a la carrera.
Este
segundo vehículo había sido denunciado como robado en el distrito de
Chamartín de Madrid el pasado 15 de noviembre --con la tregua aún en
vigor-- y portaba placas de matrículas falsas, dobladas de un coche idéntico
propiedad de un vecino de Alcalá de Henares, según fuentes policiales.
Esta segunda explosión, de menor intensidad que la anterior, no causó víctimas
pero sí daños en las viviendas colindantes, de reciente construcción.
Sobre
las 10 de la mañana se confirmaba la identidad del militar fallecido y la
televisión difundían el nombre de Pedro Antonio Blanco, de la 30ª
Promoción del Cuerpo de Intendencia del Ejercito de Tierra. "¡Mamá,
es papá!", exclamó el hijo de 11 años del militar cuando vio en la
pantalla lo que había ocurrido, según relató un tío del fallecido ante
la puerta del domicilio de la familia. "Pedro era una buenísima
persona, un hombre que vivía para los demás, que constantemente hacía
favores, un padre ejemplar. La familia está destrozada", agregó
este familiar, a quien no le consta que Blanco García estuviera
amenazado.
El
teniente coronel era un hombre metódico, acostumbrado a tomar
precauciones, según sus compañeros de trabajo. "Sin duda tomaría
las precauciones necesarias, aunque supongo que cuando van a por uno es
difícil escapar", declaraba ayer el comandante José Luis Ruiz,
quien trabajaba codo a codo con el teniente coronel asesinado, cuyo padre
es coronel retirado. Blanco García siempre acudía a su puesto de trabajo
con ropa de civil y se ponía su uniforme en su oficina.
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