OPINION
Intrapilografía
Por José Luis D�Andrea Mohr (*) |
Años
antes de 1930 llegó a Campo de Mayo una cantidad importante de
armamento comprado en Alemania. Según los estudios de mi abuelo Pepe,
médico siquiatra, al abrir los cajones una nube de mosquitos de la
especie Intrapilopheles se dispersó por las seis mil hectáreas del
predio militar. Con el paso del tiempo y la falta de repelente �porque
era antirreglamentario�, las picaduras de los mosquitos nazis
desarrollaron una fiebre muy favorecida por el uso constante de cascos
y gorras tipo prusiano. El malestar produjo un virus y el virus
atravesó el cordón de centinelas. En aquel tiempo los guardias no
gritaban a los virus �!Alto! ¿Quién vive?�.
La expansión virósica originada por las escuadrillas de
Intrapilopheles se convirtió en la enfermedad de la Intrapilosis.
Este mal grave consiste en el crecimiento del pelo hacia el lado de
adentro de la cabeza. Atraviesa el cráneo, envuelve al cerebro y lo
convierte en un amasijo piloso. Y el pobre afectado, de apariencia
común (militar, pedicuro, abogado, etcétera) piensa y obra como el
homo previo al sapiens, es decir un precavernícola.
Hace pocos años llegó a haber una esperanza argentina de lograr una
vacuna, un remedio o las dos cosas para prevenir o curar el mal, pero
un ministro de Economía sin pelo mandó a los científicos a lavar
los platos y la esperanza murió.
Aclaremos que ni la calvicie significa estar intrapilósico ni la
pelambre es índice de salud. La cuestión es otra: si el pelo va
hacia fuera o hacia adentro. En el segundo caso, los afectados más
notorios pueden detectarse cuando glorifican sus propios crímenes en
nombre de una guerra sin batallas conocidas. Recurren, por ejemplo, a
lo siguiente: forman una comisión de ex jefes de Estado Mayor de
gobiernos constitucionales para juzgar a un par. Ese par recién dejó
el cargo, y antes osó hablar de terrorismo de Estado para definir la
cobarde campaña de las hordas de intrapilósicos.
Conviene recordar que los golpes se hicieron desde los estados mayores
constitucionales y no desde grupos clandestinos. Porque uno de los
efectos de la enfermedad es el de aumentar la cobardía, anular la
lealtad y disminuir el coraje, sobre todo a la hora de rendir cuentas
penales.
No hay vacuna ni remedio ni intrapilógrafos, pero es posible hacer
una buena intrapilografía mediante la acción de cualquier juzgado
penal. Esa intrapilografía se llama sentencia y es lo que la sociedad
espera para dejar de soportar a indultados y a exculpados convertidos
a sí mismos en jueces grotescos de lo que son incapaces de entender.
* Ex capitán |
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