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El País de Madrid Por Mónica Salomone Desde Madrid Las científicas europeas ocupan muy pocos puestos de decisión; sus trabajos a menudo se evalúan peor; obtienen menos fondos y becas para investigar; y están peor remuneradas que sus colegas masculinos. Y ello a pesar de que al principio de su carrera igualan en número a los hombres. Son algunas de las conclusiones de un informe sobre el papel de las mujeres en la ciencia encargado por la Comisión Europea, en fase de publicación. �La escasa representación de las mujeres en la ciencia amenaza el objetivo de lograr la excelencia científica, además de ser un desperdicio y una injusticia�, dicen las autoras, un comité de 12 investigadoras que recomienda acciones positivas. El informe, elaborado en un año, analiza en primer lugar las estadísticas de universidades, centros de investigación y empresas. Pese a que los datos disponibles son escasos, �proporcionan una sorprendente instantánea de exclusión y segregación�, dice el informe, que recomienda insistentemente registrar a partir de ahora datos estadísticos separados por géneros. Para Carmen Vela, una de las autoras, las cifras son importantes cualitativamente, porque �dibujan un panorama muy parecido en todos los países, desafortunadamente�. Así, incluso en los países de la UE donde la discriminación es menor (Finlandia, Francia y España), las mujeres representan sólo entre el 13 y el 18 por cien de los full professors (profesores titulares) en las universidades. En Holanda, Alemania y Dinamarca, este porcentaje baja al 6,5 por ciento. En los puestos con capacidad de decisión en organismos que definen la política científica europea la cosa no mejora: �Los varones blancos de más de 50 años dominan aplastantemente los comités científicos senior que conceden becas, fondos y premios. Los receptores tienden a estar en el mismo sector demográfico. Esto afectará inevitablemente la elaboración de la agenda científica�, dicen las autoras, que se preguntan: �Una mayor presencia de mujeres en los consejos de ministros y en comités de decisión... ¿hubiera resultado en un patrón distinto de inversión de fondos?�. Los premios son otro ejemplo: entre 1901 y 1998, sólo 11 de los 457 premios Nobel de ciencias son mujeres. Vela se confiesa sorprendida por los datos: �Al principio, la sensación que todos tenemos es la de que no hay ningún tipo de discriminación. Yo, personalmente, no la he sentido. Pero cuando te pones a analizarlo ves que existe�. Sin embargo, en su opinión, el espíritu del trabajo no es revisar �la clásica batalla de sexos, ni quitar a los hombres lo que tienen, sino de que las mujeres tengan lo que se merecen�. Los casos de sorpresas desagradables por los datos salpican el informe. El más conocido es el de dos investigadoras suecas publicado en la revista Nature en 1997, que analizó por qué era el doble de probable que un hombre consiguiera una beca posdoctoral a que lo hiciera una mujer. Concluyeron que los evaluadores conferían inadvertidamente a los hombres, sólo por el hecho de serlo, una ventaja equiparable al valor de 20 publicaciones científicas en revistas de prestigio. El estudio, además de una marea de comentarios, provocó el cambio de composición de los comités de evaluación, para incluir más mujeres. El prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) estadounidense admitió recientemente haber adjudicado a 15 investigadoras menos espacio, recursos y salarios que a sus 197 compañeros hombres. Desde que hace cuatro años las mujeres sugirieron que había un sesgo, el MIT ha incrementado un 20 por ciento el salario de las investigadoras para equipararlo al de los hombres. En este centro, lo mismo que en laUniversidad de Harvard y en Caltech (California), en los años sesenta a las mujeres no se les permitía graduarse en física o en astrofísica. La conocida astrofísica Margaret Burbidge recuerda cómo en los años cincuenta, para acceder al telescopio Mount Wilson en California, de la Carnegie Institution, era su marido, también astrofísico, el que debía solicitar tiempo de observación como si fuera para sí. Un fenómeno revelado en el informe es el del frecuente abandono de la carrera investigadora por parte de mujeres que han invertido gran esfuerzo en prepararse. �Tras el doctorado hay una especie de agujero negro... un drenaje de mujeres que se pierden para la ciencia�, explica Vela. Las cifras demuestran que mientras la proporción de estudiantes hombres y mujeres es similar, e incluso superior a favor de las mujeres en algunas disciplinas, los hombres ocupan la gran mayoría de puestos de profesor de dedicación completa. �Las causas de estos fenómenos son complejas, no hay que buscarlas sólo en la discriminación masculina�, dice Vela. �Intervienen valores arraigados muy profundamente en la sociedad y por supuesto en las propias mujeres, como el de que lo más importante para ellas es la familia y los hijos�. El estudio no analiza estas causas, aunque llama la atención sobre el papel de la educación y de personajes públicos que perpetúan la división psicológica entre profesiones masculinas y femeninas. La lista de propuestas para paliar la situación es larga. Se recomienda métodos de discriminación positiva y la revisión del modo en que se adjudican los puestos importantes: según el informe, siguen funcionando las redes de influencia de los veteranos, hombres, que cierran puertas a científicas valiosas.
EN ARGENTINA NO LLEGAN A LUGARES DE
DECISION Por Mariana Carbajal La marginación de mujeres de los lugares de decisión en el campo científico y su peor remuneración en relación con sus colegas varones es un fenómeno que se repite en la Argentina. A pesar de que constituyen el 55 por ciento de los investigadores rentados por el Ministerio de Educación, nunca hubo una mujer rectora de la UBA ni presidenta o miembro del directorio del Conicet, y es escasa su participación en la Junta de Calificaciones y en las comisiones asesoras de ese organismo. La exclusión femenina se observa también en la distribución de categorías: mientras el 72 por ciento de las mujeres ocupa los dos niveles más bajos de la carrera científica (asistente y adjunto) del Conicet, apenas el 0,4 por ciento ostenta el más alto. �De cada 10 investigadores superiores, sólo uno es mujer�, precisó a Página/12 Diana Maffía, integrante de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT). Los datos mencionados surgen de dos investigaciones: una de la RAGCyT, que viene estudiando el fenómeno desde 1994, y otra de María Carlota Sempe, arqueóloga, docente de la Universidad Nacional de La Plata y una de las pocas investigadoras de nivel superior del Conicet. �Detectamos que a igual cargo que los hombres, las mujeres necesitan mayor cantidad de antecedentes para conseguir un aumento de categoría. En promedio, además, se las retiene más tiempo en un mismo nivel. Encubiertamente se les está pagando menos que a ellos, porque se les exige mayores requisitos para un mismo cargo. La relación entre capacidad y cargo las perjudica�, describió Maffía, actualmente ombudsman porteña adjunta. �Entre un hombre y una mujer excelentes, siempre se elige al hombre porque se considera un riesgo la posibilidad de la maternidad. Las mujeres tenemos que ser superexcelentes para competir en proyectos con los varones�, observó la médica Esther Polak, investigadora en el área de fertilización asistida. En el estudio del RAGCyT, los encargados de evaluación que fueron entrevistados mostraron resistencia a otorgar cargos a mujeres que se supone pueden desear tener hijos e interrumpir así su carrera como investigadoras.Dentro del Conicet, las mujeres constituyen el 41 por ciento de los investigadores. Pero están lejos de predominar en los lugares en los que se decide qué investigaciones se llevarán adelante y cuánto dinero se les destinará. En las comisiones asesoras, representan sólo el 22 por ciento, en la Junta de Calificaciones, el 18 por ciento. El directorio y la Presidencia son todavía lugares absolutamente vedados para ellas.�Siempre las tareas de dirección y gestión han estado en manos de los hombres. Es un emergente de la estructura del poder científico del país�, señaló Sempe. El 72 por ciento de las mujeres investigadoras del Conicet ocupa las dos categorías más bajas, contra el 51 por ciento de los hombres. En el nivel superior, están apenas el 0,4 por ciento de las mujeres, frente al 4,5 por ciento de los hombres. �Las mujeres no pueden llegar a lugares de decisión porque no pueden dedicarse en igualdad total con los hombres, al tener todavía la responsabilidad de las tareas domésticas�, apuntó Ana María Di Lonardo, directora del Banco de Datos Genéticos del Hospital Durand. Según precisó Maffía, el lugar donde se produce el estancamiento de las investigadoras es la categoría de adjunto sin director. �Mientras trabajan en equipo y el producto de su trabajo beneficia a sus jefes no tienen inconvenientes. Las barreras aparecen cuando tienen que trabajar como científicas autónomas�, indicó la investigadora de la UBA.
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