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OPINION

D emoc racia y comunicación

Por Washington Uranga

Tanto el secretario de Cultura, Darío Lopérfido, como el interventor en el Comfer, Gustavo López, expresaron en los últimos días la voluntad del Gobierno de asumir la responsabilidad de impulsar una ley de radiodifusión que, a través de un debate amplio y abierto que incluya a todos los sectores de la sociedad, permita arribar a un consenso sobre una cuestión que hoy resulta imprescindible para el ejercicio y la vigencia de la democracia. Dieciséis años de democracia no han sido suficientes en la Argentina para poner claridad y, sobre todo, reglas de juego equitativas en este campo. Sucedió así porque a medida que la comunicación fue ganando peso, como influencia en la sociedad, como negocio y, por lo tanto, como lugar de poder, ninguno de los gobernantes o dirigentes políticos tuvieron ni la fuerza, ni la decisión política, ni las agallas suficientes como para jugar el rol que les hubiera correspondido; impulsar una normativa que, apoyada en el reconocimiento de que la comunicación es un bien social (y no sólo el negocio de grandes grupos económicos), garantice de manera efectiva el derecho a la comunicación (a la información, a escuchar y a ser escuchado) de todos los sectores que participan de la sociedad. Si la información y la comunicación están vinculadas hoy a la toma de decisiones, al bienestar y a la educación, a la salud, sigue resultando incomprensible por qué, si nadie discute el derecho del Estado a establecer una política de salud o de educación, se sigue limitando (y autolimitando) el derecho a establecer reglas de juego en el campo comunicacional. Porque, si bien se puede reconocer que hemos dado pasos importantes en materia de libertad de expresión, no cabe duda de que éste es apenas un aspecto (importante, pero sólo uno) de un derecho más amplio, entendido como derecho a la comunicación, que debe garantizar la participación real y efectiva de todos los actores sociales en el escenario generado por la cultura mediática. Es importante que hoy el Gobierno se muestre dispuesto a impulsar y propiciar un marco legal para la comunicación. Habrá que esperar reacciones de las otras partes. Muchos aspectos tendrán que ser considerados. Aquí se citan apenas dos: 1) que la futura ley no sea sólo un instrumento para legitimar los negocios mediáticos que los grandes grupos económicos, nacionales y extranjeros, hicieron al amparo del caos, del poder y violando derechos de terceros, y 2) que el Estado asuma la responsabilidad de resguardar (mediante reserva de frecuencias, por ejemplo) el derecho a comunicar de quienes no tienen poder económico ni capacidad de presión.

 

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