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--Quiero tango clásico.
Ya he hecho Piazzolla --me dijo y le propuse entonces a Troilo, Pugliese.
--Tiempo después acudí
a Eladia Blázquez. Ella es una especie de, cómo puedo definirla ¿mensajera
de la suerte? para mí. Eladia siempre escribió algo excelente para mis
espectáculos unipersonales. Después de la bomba en el teatro Estrellas
creó A pesar de todo. Yo la había llamado por teléfono diciéndole que
iba a seguir igual a pesar del atentado. Luego Tengo el corazón mirando
al sur para una gira en el exterior. Cuando regresé, Prohibido prohibir.
Y ahora le transmito simplemente lo que me había dicho Maurice aquella
tarde y Eladia, como siempre, entendió. Me lo cantó por teléfono
mientras yo todavía estaba en Nueva York: "Quijote, sos ahora un
adjetivo del que sueña y está vivo y no deja de soñar". Una frase
increíble. El Quijote ya no es un sustantivo. Califica. Y allí
empezamos. El estreno coincidió con la guerra de Kosovo y pese a que estábamos
a 1800 km de distancia, la gente parecía aferrarse a la utopía de
Cervantes, a los poemas de Lorca como para ahuyentar esas imágenes que
parecían tomadas de la Primera o la Segunda Guerra Mundial. Para mí fue
más que una experiencia artística. En Weimar, por ejemplo, el público
pareció entender que le habíamos infundido ánimo y aliento. Todas las
críticas lo reflejaron así. Al final del espectáculo la gente se
manifiesta en todos lados de una manera muy especial. No es el aplauso que
puede arrancar una obra revolucionaria o La consagración de la primavera.
No, aquí somos trece bailarines, un bandoneón y yo. Pero, sin duda, son
aires nuevos. Béjart tiene una predilección muy marcada por la
Argentina. En este espectáculo se rodeó de todos nosotros. Octavio
Nahuel que encarna al Che es un joven bailarín porteño y junto a Eladia
parece entrelazarse con la presencia de España a través del Quijote. --¿Cómo fue volver a trabajar con Béjart, después de diez
años?
--¡Estar nuevamente
en peligro! Exhibiendo lo mejor de mí misma. Yo ni siquiera había
fantaseado con volver a trabajar con él. No puedo explicarte la sensación
de fuerza que transmiten esos trece bailarines (que no tienen más de 25 años)
en el escenario con esos textos tan impactantes como Miguel Hernández o
Lorca o el mismo Cervantes que se unen perfectamente con la historia del
Che Guevara. La muerte del Quijote se ensambla perfectamente con la suya.
Esto me ha dado otra vez la posibilidad de hacer una de esas cosas que te
sacuden la vida.
--Bueno, algo muy
euforizante, ¿no?
--Fijate que en los títulos
aparezco como Cipe Lincovsky, una leyenda del teatro y así me llaman en
Berna, en Hamburgo, en Namur.
--Hasta ahora
entonces, las representaciones que comenzaron en Lausanne...
--Continúan en
Weimar, Recklinhausen, Hamburgo, Namur, Berna y Luxemburgo. Ahora
descansamos hasta marzo. Empiezan nuevamente los ensayos en Lausanne y
luego debutamos en Jerusalén 2000. Volvemos a la Argentina y estaremos en
el Gran Rex a partir del 15 de abril. Luego regresamos a Europa y hacemos
Francia, Bélgica, toda Italia y en principio iríamos a Japón, pero esto
no está confirmado aún.
--Con Nijinsky el
clown de Dios tuvieron una buena experiencia japonesa...
--Tres meses. Sí, fue
inolvidable. Pero quería insistir en lo que está ocurriendo ahora con
Che: Quijote y bandoneón. Me siento tan útil. Es importante la sensación
de darle cosas a la gente. Debo decir que éste ha sido un año
maravilloso para mí. No sólo ha colmado mis expectativas sino que me ha
deparado increíbles sorpresas. Yo le decía a Béjart: "Nunca somos
los mismos que diez años atrás" y él, sonriendo, me puso una mano
en el hombro: "Vas a bailar igual" y me dio el impulso para
volver a hacerlo. Todo es tan sorprendente. Yo nunca me imaginé que íbamos
a seguir durante todo el año. Tan es así que he tenido que postergar
para el 2001 el estreno de una obra que han escrito especialmente para mí
y que voy a hacer con actores argentinos. La idea es debutar en Buenos
Aires en marzo del 2001 y luego llevarla a Israel.
--¿Alguna vez alguien
te tiró las cartas y te predijo acontecimientos tan decisivos?
--Alguien me dijo que
me iba a pasar lo mismo que hace diez años, en 1989. En aquel momento
también las cosas se dieron todas juntas: fue Madre Coraje, La amiga con
Liv Ullmann, y luego con Béjart y Jorge Donn Nijinsky. Ahora, ocurre lo
mismo. ¡Si usáramos un lenguaje astrológico, diríamos que las
constelaciones han vuelto a armonizarse en un lapso de diez años!
Francamente, no sé por qué todas estas cosas increíbles me tocan a mí. --¿No
pensás que son el resultado de toda una vida de trabajo profesional?
--Sí, he hecho una
carrera con mucha disciplina y dignidad y creo que es gracias a eso que
quizás me llaman.
--Vos hablabas recién
de la respuesta del público. ¿Cómo es por ejemplo en Alemania, un país
tan diferente a la exuberancia italiana?
--Te diría que, como
en Nijinsky la reacción es la misma en todos lados. Es un entusiasmo
increíble. Por eso yo les comentaba a los empresarios argentinos que
pienso que en España o en Latinoamérica la respuesta va a ser la misma.
Al final del espectáculo se produce algo misterioso: no es un final a
toda orquesta. No. Muy por el contrario. Yo canto "a capella".
Los chicos me acompañan y salimos del escenario con la carreta de Madre
Coraje llena de jóvenes a quienes mi personaje arranca de la guerra
apostando a la vida. Justamente en marzo del '99, mientras estaba actuando
en Israel recibo un llamado de Maurice preguntándome: "¿Cuál es el
papel que más te gusta?". Me quedé pensando y mencioné a Madre
Coraje, porque de joven hice el papel de la hija y luego el de la madre.
No me dio mucho tiempo como para contestar: "¡Bueno, empezamos y
terminamos el espectáculo con Madre Coraje!". Cuando cortó me quedé
pensando, ¿cómo va a unir la madre con el Quijote, con el Che, con los
tangos? Pero, en un escenario, ese hombre todo lo puede hacer.
--¿Y cómo es Béjart
realmente, aparte de esa genialidad?
--Es de una
generosidad, de una ternura enormes. Su afecto va desde aconsejarte en lo
artístico hasta cocinar un rico plato que él sabe que a vos te gusta.
Esa noche, en la que llegué a Lausanne, era el estreno mundial de
Cascanueces y después del espectáculo fuimos a su casa y cocinó para mí
para que pudiéramos seguir hablando del proyecto. Con el mismo entusiasmo
compra un regalo que te gusta. Por ejemplo buscó y encontró una hamsah
(protector religioso para los hogares) antiquísima turca o hindú con
diamantes chatos mezclados con perlas. ¡Lo encontró en Suiza! Y todavía
me pedía disculpas por haberse demorado en la fecha de mi cumpleaños. Yo
no creo en la dicotomía. Me hubiera gustado hablar con Chaplin o con
Picasso de quienes se decía que eran avaros. Ellos que fueron tan
generosos en su trabajo no pueden ser diferentes en la vida cotidiana. Un
hombre que tiene ese caudal inagotable de generosidad no puede estar
abasteciendo un solo perfil. Y soy feliz creyendo en la generosidad.
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