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La columna vertebral
de la noche esteña no sólo se levanta en La Barra, apenas se cruza el
puente de las curvas sobre la Laguna de José Ignacio, sino que puede
recorrerse haciendo menos de un kilómetro. Allí la concurrencia se
divide entre Tequila y La Morocha, aunque es esta última la que concentra
a los que están subidos a una especie de "bacalao" en Punta:
bailar y bailar consumiendo agua mineral hasta que el día ya no importe.
Pues Bunker, en ese contexto, viene a ser una doble alternativa. Durante
toda la noche y hasta las cinco de la madrugada es una disco gay. Después
de un cierre virtual de quince minutos, funciona como after hour privado
al que llegan sedientos los que fueron corridos de otros sitios. La
Morocha está en frente, cruzando la doble vía.
Bunker resulta
accesible y compite como cualquier lugar "careta" de la Barra.
Cuando el sol aparece tras los pinos, parece un lugar cerrado. Sólo acercándose
a la puerta se alcanza a escuchar el ruido de la música del DJ residente.
El miércoles pasado, a la 1.30 de la madrugada ni siquiera eso se oía
desde afuera cuando los empleados, alertados por unos gritos que venían
de afuera, corrieron a apagar el fuego que amenazaba el local en el que
abunda la madera. En la entrada colgaban dos grandes telas, a medio camino
entre el telón y el toldo. "Fueron los policías de la Caminera que
se paran a la salida del puente los que vieron cómo se incendiaba y por
la intervención de ellos es que se paró el incendio. Alcanzó a agarrar
una parte del techo". Botía asegura que la intimidación no le
resulta extraña. "Fue hecha en el horario que comienza la noche,
cuando todavía estaban en el lugar solamente los empleados --cuenta Botía--.
Ellos no pudieron ver quiénes fueron, pero después vino gente a decirme
que vieron a dos hombres en una moto que tiraron algo y se fueron como si
nada".
Apagado el fuego, esa noche el dueño de la disco decidió
resistir, aunque no a la manera como lo hicieron gays y travestis en el
pub Stonewall In del Greenwiche Village, en 1969, cuando la represión
policial inglesa provocó una revuelta histórica en las luchas de las
minorías. Después de reparar la fachada convocó a través de su
programa de radio, "Operación Rescate", a una superfiesta
gratuita para el jueves. Fue tal el éxito que la convocatoria atrajo
también a la ley. Varios oficiales con orden de cerrar el local
aparecieron para interrumpir la fiesta. Decidieron retenerle a Botía la
habilitación de higiene "porque por radio se anunciaba que tenían
strippers y eso requiere una habilitación especial".
Botía es conocido en
Punta como "el gallego de la radio" y en un verborrágico tono
valenciano vive gritando al aire convocatorias desopilantes. Cuando Botía
se entrevistó con el comisario inspector Luis Maldonado, a cargo de
Investigaciones, le explicó el tenor humorístico de sus invitaciones.
--Hubo gente
importante que escuchó eso y se quejó --le explicó el comisario.
--En broma dije que
habíamos tenido strippers en el boliche, pero enseguida también dije que
una nave estraterrestre vino a verlos y yo no he visto que la NASA se haya
quejado --retrucó Botía.
A pesar de todo, esa
conversación terminó con el reconocimiento del error policial y la
habilitación de higiene volvió a sus manos. "Pero es que era sólo
el comienzo --dice el conductor--. Después de eso el viernes tuve más de
diez intentos de clausura. Cuando ya estábamos en horario de fiesta
privada, en el after hour, llegaron a parar tres patrulleros en la puerta
y pretendían demostrar que teníamos la música fuerte. Extrañamante,
con o sin música, el aparato de los decibeles daba siempre 34".
Página/12 intentó
consultar a algún funcionario policial que explicara los motivos para un
cierre del lugar, pero todas las respuestas coincidieron en que sólo se
emiten informaciones desde la Jefatura, una empresa que resultó también
imposible. En la puerta de la disco dos uniformados que intentaban por
tercera vez en una noche labrar un acta se limitaron a decir que "es
solamente un problema de volumen". Botía, quien en el '99 pasó por la pantalla de América TV conduciendo "Perdidos en el espacio", se resigna a "tener que soportar semejante nivel de homofobia". Teme que le ocurra lo que ya pasó en una disco gay de Londres que fue incendiada por skinheads hace dos años, o en otra de Valparaíso, en Chile, quemada cuando adentro bailaban cientos de personas. "Podría haber sido trágico --dice--, pero alcanzaron a arder sólo las telas de la entrada. Lo que queda claro que es que intentan eliminar el boliche. Antes había una disco gay en la Punta, pero no molestaba porque era marginal. Cuando el lugar está en la movida y encima es publicitado por radio, les resulta insoportable. Algunos policías bajo cuerda me lo reconocen. Hay políticos y gente importante que no quiere un boliche de putos en Punta y tiene orden de cerrar". Por lo pronto, en Bunker, las "locas" y los "ravers" del Este siguen bailando y una que otra empiezan a preguntar.
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