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En un brote de homofobia, intentan incendiar una disco gay en Punta

Bunker es una de las dico top de Punta del Este. Su dueño denunció que la policía la quiso clausurar varias veces.   El miércoles hubo un principio de incendio, se cree que intencional.

El español Javier Botía es el dueño de Bunker y además conduce un programa de radio


Por Cristian Alarcón 
Desde Punta del Este

t.gif (862 bytes) No hay nada tan raro en Punta del Este como un gay visible. Más extraño aún que en algunas oficinas porteñas donde la diversidad se impone por la fuerza de la corrección política y hasta las homofobias más virulentas deben dar paso a la convivencia. Una disco llena de gays --y de dancers que se entregan a la música electrónica hasta las ocho de la mañana-- puede ser demasiado rara para estas playas. Algo tan inaudito que la madrugada del miércoles dos desconocidos intentaron quemar Bunker, la disco gay que este año se instaló en La Barra. "No pensé que iba a descubrir semejante nivel de homofobia. Podría haber sido trágico, pero alcanzaron a arder sólo las telas de la entrada. Después vino una serie de aprietes de la policía que bajo cualquier pretexto intenta cerrar esto. Algunos bajo cuerda me lo reconocen: hay políticos y gente importante que no quiere un boliche de putos en Punta y tienen orden de cerrar", denuncia a Página/12 el dueño de la disco y conductor radial del verano, el español Javier Botía. Para la policía de Maldonado, sin embargo, el problema con la disco "es solamente una cuestión de volumen".

  La columna vertebral de la noche esteña no sólo se levanta en La Barra, apenas se cruza el puente de las curvas sobre la Laguna de José Ignacio, sino que puede recorrerse haciendo menos de un kilómetro. Allí la concurrencia se divide entre Tequila y La Morocha, aunque es esta última la que concentra a los que están subidos a una especie de "bacalao" en Punta: bailar y bailar consumiendo agua mineral hasta que el día ya no importe. Pues Bunker, en ese contexto, viene a ser una doble alternativa. Durante toda la noche y hasta las cinco de la madrugada es una disco gay. Después de un cierre virtual de quince minutos, funciona como after hour privado al que llegan sedientos los que fueron corridos de otros sitios. La Morocha está en frente, cruzando la doble vía.

  Bunker resulta accesible y compite como cualquier lugar "careta" de la Barra. Cuando el sol aparece tras los pinos, parece un lugar cerrado. Sólo acercándose a la puerta se alcanza a escuchar el ruido de la música del DJ residente. El miércoles pasado, a la 1.30 de la madrugada ni siquiera eso se oía desde afuera cuando los empleados, alertados por unos gritos que venían de afuera, corrieron a apagar el fuego que amenazaba el local en el que abunda la madera. En la entrada colgaban dos grandes telas, a medio camino entre el telón y el toldo. "Fueron los policías de la Caminera que se paran a la salida del puente los que vieron cómo se incendiaba y por la intervención de ellos es que se paró el incendio. Alcanzó a agarrar una parte del techo". Botía asegura que la intimidación no le resulta extraña. "Fue hecha en el horario que comienza la noche, cuando todavía estaban en el lugar solamente los empleados --cuenta Botía--. Ellos no pudieron ver quiénes fueron, pero después vino gente a decirme que vieron a dos hombres en una moto que tiraron algo y se fueron como si nada".  

  Apagado el fuego, esa noche el dueño de la disco decidió resistir, aunque no a la manera como lo hicieron gays y travestis en el pub Stonewall In del Greenwiche Village, en 1969, cuando la represión policial inglesa provocó una revuelta histórica en las luchas de las minorías. Después de reparar la fachada convocó a través de su programa de radio, "Operación Rescate", a una superfiesta gratuita para el jueves. Fue tal el éxito que la convocatoria atrajo también a la ley. Varios oficiales con orden de cerrar el local aparecieron para interrumpir la fiesta. Decidieron retenerle a Botía la habilitación de higiene "porque por radio se anunciaba que tenían strippers y eso requiere una habilitación especial".

  Botía es conocido en Punta como "el gallego de la radio" y en un verborrágico tono valenciano vive gritando al aire convocatorias desopilantes. Cuando Botía se entrevistó con el comisario inspector Luis Maldonado, a cargo de Investigaciones, le explicó el tenor humorístico de sus invitaciones.

  --Hubo gente importante que escuchó eso y se quejó --le explicó el comisario.

  --En broma dije que habíamos tenido strippers en el boliche, pero enseguida también dije que una nave estraterrestre vino a verlos y yo no he visto que la NASA se haya quejado --retrucó Botía.

  A pesar de todo, esa conversación terminó con el reconocimiento del error policial y la habilitación de higiene volvió a sus manos. "Pero es que era sólo el comienzo --dice el conductor--. Después de eso el viernes tuve más de diez intentos de clausura. Cuando ya estábamos en horario de fiesta privada, en el after hour, llegaron a parar tres patrulleros en la puerta y pretendían demostrar que teníamos la música fuerte. Extrañamante, con o sin música, el aparato de los decibeles daba siempre 34".

  Página/12 intentó consultar a algún funcionario policial que explicara los motivos para un cierre del lugar, pero todas las respuestas coincidieron en que sólo se emiten informaciones desde la Jefatura, una empresa que resultó también imposible. En la puerta de la disco dos uniformados que intentaban por tercera vez en una noche labrar un acta se limitaron a decir que "es solamente un problema de volumen".

  Botía, quien en el '99 pasó por la pantalla de América TV conduciendo "Perdidos en el espacio", se resigna a "tener que soportar semejante nivel de homofobia". Teme que le ocurra lo que ya pasó en una disco gay de Londres que fue incendiada por skinheads hace dos años, o en otra de Valparaíso, en Chile, quemada cuando adentro bailaban cientos de personas. "Podría haber sido trágico --dice--, pero alcanzaron a arder sólo las telas de la entrada. Lo que queda claro que es que intentan eliminar el boliche. Antes había una disco gay en la Punta, pero no molestaba porque era marginal. Cuando el lugar está en la movida y encima es publicitado por radio, les resulta insoportable. Algunos policías bajo cuerda me lo reconocen. Hay políticos y gente importante que no quiere un boliche de putos en Punta y tiene orden de cerrar". Por lo pronto, en Bunker, las "locas" y los "ravers" del Este siguen bailando y una que otra empiezan a preguntar.

 

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