Pinochet
puede estar con un pie en el avión para volver a Chile, pero el
Pinochet que vuelve no es el Pinochet que se fue. El Pinochet que se
fue estaba aún nimbado por un aura terrorífica: la de alguien
invulnerable, que incluso podría forzar un retroceso de la
democracia, en su triple condición de Comandante en Jefe Benemérito
del Ejército de Chile, líder natural de la derecha y senador
vitalicio por las cláusulas de una Constitución construida a la
medida de su impunidad. El Pinochet que vuelve después de 15 meses es
un anciano casi paralizado, humillado por los tribunales británicos,
cuyos defensores debieron alegar incluso demencia senil para poder
liberarlo, y que se encontrará con un Chile donde no sólo un
socialista, Ricardo Lagos, es presidente (como lo era el socialista
Salvador Allende cuando él lo derrocó, en setiembre de 1973), sino
en que además el liderazgo natural de la derecha le ha sido
arrebatado por Joaquín Lavín, entre otras cosas gracias a haberse
"despinochetizado", a haber calificado al general como
"alguien del pasado" que debía ser sometido a juicio si había
cometido crímenes.
La era de Pinochet habrá
terminado en el mismo momento en que el avión--hospital de la FACH
que debe trasladarlo toque pista en Chile. Sea o no juzgado por Juan
Guzmán Tapia por los cincuentipico de casos en que está acusado, sea
o no desaforado por las instituciones competentes para quitarle la
inmunidad que le otorga su carácter de senador vitalicio, la época
en que la derecha ganaba con un mix de orden, prosperidad y
terror ha terminado, y ahora avanza mediante el populismo.
Desde el punto de vista del
derecho internacional, los antipinochetistas subrayan que se ha
sentado un precedente contra la impunidad, y que los golpistas y
dictadores ahora lo pensarán dos veces antes de cometer sus crímenes.
Lo primero es evidentemente cierto --aunque no se aplique a los
dictadores en ejercicio y no haya un Tribunal Penal Internacional que
regule este tipo de casos como debe ser--.
Pero lo segundo --que los
dictadores lo pensarán dos veces-- es, por desgracia, falso de toda
falsedad. Porque las dictaduras nunca nacen de un general que se
levanta una mañana con ganas de dar un golpe de Estado, sino que son
construcciones sociales que a menudo emergen en respuesta a un clamor
popular, y reciben apoyo popular. Así en Chile como en Argentina, y
como estuvo a punto de ocurrir la semana pasada en Ecuador.
Esa es otra de las paradojas
del caso Pinochet.
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