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Por Mónica E. Gutiérrez Desde Córdoba Con balas de goma, gases lacrimógenos y golpes y bastonazos dentro y fuera del penal, policías y guardiacárceles reprimieron la revuelta que iniciaron poco después de las ocho de ayer los internos de la Cárcel de Encausados de Córdoba. Cinco horas demandó controlar el motín que dejó más de cien heridos, entre presos y guardias, además de inmumerables daños materiales en un edificio que no da para más: ubicada a menos de diez cuadras del centro de la ciudad, la cárcel donde hoy viven 1313 internos tiene capacidad para alojar sólo a 700. El hacinamiento y las condiciones de vida de los presos, cada vez más deplorables, han determinado que en los últimos diez años prácticamente ningún verano pasara tranquilo para las autoridades del Servicio Penitenciario en Córdoba. El 22 de enero de 1996, en un recordado motín, la brutal represión dejó muertos y heridos de gravedad entre los presos.
Según el informe
oficial, el motín se originó cuando varios internos se negaron a salir
al patio para "una
requisa de rutina" que los guardias intentaban realizar en el pabellón
9 y comenzaron a agredirlos. Los guardias habrían repelido la agresión y
por eso se fue plegando a la contienda el resto de los pabellones. La
confusión en las informaciones y los disparos que se escuchaban dentro
del penal generaron pánico y protestas entre los familiares que esperaban
afuera y la represión terminó llegando también a la calle. Cuando
promediaba el día, las autoridades penitenciarias recurrieron a la
Guardia de Infantería a raíz de los incidentes de violencia que se
producían cuando algunos familiares impedían el ingreso o la salida de
las ambulancias. La policía incluso reprimió, en las esquinas aledañas
a la cárcel, a mujeres que se acercaron al edificio en calidad de visitas
o para llevar provisiones.
Si bien los
funcionarios señalaron que todos los pabellones participaban del motín,
las comunicaciones que algunos presos pudieron mantener con sus familiares
dieron cuenta de que no era así, aunque las represalias sí se habrían
extendido a la mayoría de los internos del penal.
A las dos de la tarde la situación había sido normalizada, después
de una supuesta reunión entre delegados de los internos, familiares y
funcionarios provinciales, donde se habrían escuchado los reclamos, que
no se dieron a conocer.
Autoridades del
Servicio Penitenciario confirmaron a este diario que durante el motín
fueron heridos 28 guadiacárceles, 4 policías y 86 internos. Entre los
primeros, sólo dos permanecían internados en el Policlínico Policial,
uno de ellos particularmente grave: presentaba traumatismo de cráneo y
una herida cortante que le había dañado un pulmón. De los presos, la
mayoría fue atendida en la enfermería de la cárcel, pero doce debieron
ser trasladados al Hospital de Urgencias. A última hora de ayer, tres
internos habían quedado alojados en hospitales: uno de ellos había
perdido un ojo, presuntamente por un disparo de bala de goma, otro iba ser
operado de un traumatismo en la rodilla, y un tercero presentaba fractura
de maxilar, lo que hizo suponer a los familiares que los internos no sólo
fueron repelidos con balinazos y gases, sino que fueron también duramente
golpeados por los guardias.
Inmediatamente después
de controlar el motín, las autoridades dispusieron el traslado de varios
presos, luego de que gran parte del edificio sufriera daños de magnitud,
al ser arrancadas rejas, romperse puertas y vidrios en los pabellones 7 y
9.
La semana anterior los
internos del pabellón 9 habían realizado una huelga de hambre exigiendo
mejores condiciones de vida en la cárcel, ya que muchos de ellos están
durmiendo y comiendo en el piso del penal.
Justo el sábado se cumplían cuatro años del motín más
sangriento que registra la historia de Córdoba, cuando en un intento de
fuga, varios presos intentaron derribar el muro perimetral del edificio
con un camión recolector de basura, originando una brutal represión que
dejó decenas de muertos y heridos.
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