En el estado de Iowa se inició ayer oficialmente el combate de los precandidatos demócratas y republicanos para las primeras presidenciales norteamericanas del siglo. El voto parece cantado. |
Página/12 Por
Mónica Flores Correa
Se esperaba que unos
100.000 votantes por cada partido asistieran al "caucus" de
Iowa. Este sistema de elección interna consiste en reuniones de los
votantes donde éstos manifiestan sus preferencias por los candidatos y
eligen así delegados para la posterior convención partidaria en el
condado (county). Se lo considera la expresión más representativa de la
militancia política de bases. Y aunque la primaria de New Hampshire,
agendada para la semana que viene, es vista como el "estreno"
oficial de la lucha interna por la candidatura presidencial, los caucuses
de Iowa son el "preestreno" que condiciona psicológicamente a
los votantes del estado de New England, en la costa Este.
El rival de Al Gore
para la candidatura demócrata, el ex senador y basquetbolista Bill
Bradley, puso de antemano buena cara a la derrota. Dijo en las horas
previas al caucus que si conseguía sacar en Iowa alrededor del 30 por
ciento de los votos quedaría bien ubicado con lo que sus allegados definían
como "una victoria moral". Pero
sus posibilidades para tomar la delantera en el futuro parecieron
reducirse. Sus simpatizantes temen que en New Hampshire, a pesar de que
las encuestas lo dan en un cabeza a cabeza con Gore, los independientes se
vuelquen al republicano John Mc Cain después de ver el resultado en Iowa.
Además, la programación actual de primarias y caucuses, la más apretada
de la historia política norteamericana, no favorece a los competidores
con el candidato favorito. Al adelantarse y prácticamente encimarse las
primarias más importantes, como las de California y Texas, el candidato
que lleve la delantera impondrá rápidamente su supremacía, dejándole
pocas chances al principal contendiente. No obstante, New Hampshire todavía
puede significar para Bradley un espaldarazo de confianza.
John Mc Cain,
principal rival de Bush Jr., reservó su energía y dólares de campaña
para New Hampshire y prefirió no presentarse ayer en Iowa, aunque su
nombre figuró en las boletas de votación. La oposición elocuente al
hijo del ex presidente se encarnó en el publicista y multimillonario
Steven Forbes, que intentó ganarse el favor de los ultraconservadores con
su postura antiaborto. Pero a pesar de haber gastado ya 25 millones de dólares
en su nuevo esfuerzo presidencialista, las encuestas lo ubicaban en un muy
lejano segundo puesto, con apenas 20 por ciento de los votos republicanos
contra un 43 por ciento que se inclinaba por el gobernador de Texas. Gary
Bauer, "pater" de la derecha cristiana, el senador Orrin Hatch
de Utah y el comentarista político Alan Keyes también se presentaron
ayer. Pero sus posibilidades de conquistar el beneplácito mayoritario de
los republicanos eran prácticamente nulas.
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