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La creación de la
nueva compañía, de un valor de mercado de alrededor de 20 mil millones
de dólares e ingresos combinados de unos 8 mil millones, necesita la
aprobación de los accionistas de ambas firmas y los reguladores. Warner
EMI Music, que debería empezar a existir efectivamente en el segundo
semestre de este año --si las autorizaciones son acordadas por los
organismos que regulan la competencia--, tendrá seis puestos reservados
para los ejecutivos de Time Warner y cinco para los de EMI, en una junta
de 11 miembros del grupo combinado, estructurada en dos sociedades comunes
diferentes, con sede en Nueva York y en Londres. Las dos firmas esperan
sinergias anuales de 413 millones de dólares para el tercer año, a un
costo de no más de 425 millones. Roger Ames --de Time Warner-- será el
director ejecutivo de Warner EMI Music, y Eric Nicoli --de EMI-- y Richard
Parsons --de Warner-- compartirán la dirección. EMI, que retendrá sus
intereses en las operaciones minoristas de música y libros del HMV Media
Group y otros activos, seguirá en la Bolsa de Valores de Londres. Warner
tiene el derecho de adquirir el 8 por ciento de EMI si las acciones de la
firma británica llegan a nueve libras en los primeros tres años y medio
después de completar la fusión.
Las economías
previstas de costos anuales se elevan a 400 millones de dólares a partir
del fin de tercer año tras la fusión, pero su implementación costará más
de 700 millones de dólares, según el comunicado oficial. Unos 3 mil
empleos estarían amenazados, según la prensa, que había anticipado la
operación y que incluso publicó --el influyente Financial Times, en este
caso-- la posibilidad de que Bertelsmann, que controla el grupo musical
BMG, realizara una contraoferta "imposible de rechazar" para
quedarse con EMI, un bocado apetecible en estos tiempos de fusiones
millonarias. El diario económico había citado entre otros posibles
interesados en proponer contraofertas al pool japonés Sony y a la New
Corps del australiano‑estadounidense Rupert Mudorch (que pronto
desembarcará en la Argentina con el sistema de televisión satelital
Sky).
La unión, que
permitiría el control del 26,5 por ciento del mercado estadounidense por
un mismo grupo, debe pasar aún la aprobación de las autoridades del país,
que decidirán si la competitividad queda o no garantizada. Según Eric
Nicoli, "el momento de este acuerdo no podía ser mejor que éste, en
el que nuestra industria se enfrenta a una revolución tecnológica".
La fusión agrupa a dos de las organizaciones más creativas en la
industria musical, bajo un cualificado equipo de gestión de amplia
experiencia, afirmó Nicoli. Por su parte, el copresidente Richard
Parsons, coincidiendo con las palabras de su socio, añadió: "Si
existe alguna cosa que encaje perfectamente, eso es Warner EMI
Music". Entre sus metas se encuentra la difusión y venta de música
por Internet, bajo el respaldo de AOL, el proveedor número uno mundial on
line. Los expertos predicen que, en el futuro, la música se venderá por
Internet, lo que permitirá a las casas discográficas aumentar sus
beneficios al proporcionar sus productos directamente al consumidor,
eliminando intermediarios. El matrimonio de EMI y Time Warner constituye
una "etapa mayor hacia la realidad del telecargado de música
masivo", según Peter Kreisky, analista de Mercer, un grupo
estadounidense de consultores.
"Las jóvenes
generaciones van a poder telecargar horas de música en aparatos de la
talla de algunos CD", destacó Kreisky. "Sólo habrá que pagar
los derechos de autor y se tendrá el derecho a utilizar la música de la
manera que se quiera", agregó. Con una revolución detrás de otra,
Internet va a reservar al CD la suerte que éste le había reservado al
disco de vinilo. "De la misma manera que renunciamos al vinilo por la
calidad muy superior del CD, renunciaremos al CD por las ventajas de la música
telecargada", anticipó Kreisky. "De acá a cinco años, la música
en línea podría representar un 25% del mercado." El único problema
es que los cuatro grandes de la edición musical ‑-Warner EMI Music,
Universal Music (Seagram), Bertelsmann y Sony‑- tardan en pasarse al
formato MP3, argumentando serios problemas de protección de los derechos
de autor. Estas empresas temen que una inundación de copias ilegales sea
difundida, especialmente a través del e‑mail. De hecho, vienen de
iniciar una batalla ante los tribunales contra MP3.com, uno de los más
grandes sitios de telecargado de música a través de Internet.
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