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Por Cecilia Sosa Femenina,
masiva y trabajadora. Así es la población estudiantil de la Universidad
de Buenos Aires del 2000, muy diferente de la que estudiaba en los años
sesenta. En los últimos cuarenta años, en la UBA, la cantidad de
estudiantes mujeres se multiplicó por siete, mientras la población total
pasó de sumar 59 mil a 226 mil alumnos (es decir, casi se cuadruplicó),
según se desprende de un trabajo realizado por un investigador de la UBA,
Ricardo Romero. Sin embargo, el impresionante incremento de la población
femenina no es llanamente leído como una conquista positiva de las
mujeres. "Es como ceder terreno quemado. La expansión de la matrícula
en ciertas profesiones coincide con su desprestigio y pauperización",
advierte Diana Maffía, coordinadora de la Red de Género, Ciencia y
Tecnología. No obstante, para el sociólogo Mario Toer, este proceso
"implicará un recambio en la estructura de poder de la
sociedad".
En su trabajo "Universidad y capital tecnológico: masificación,
feminización y salarización de los
estudiantes de la UBA (1959-1996)", Romero, politólogo, apunta que,
más allá de la expansión femenina, el perfil de los actuales alumnos de
la UBA es muy distinto al de los 60. "Antes --explica--, la mayoría
era de clase acomodada, trabajaba medio día y sólo por gusto, porque
eran mantenidos por sus familias." Hoy el 85 por ciento de los
alumnos trabaja o busca empleo (ver aparte).
El proceso de
feminización de la matrícula estudiantil fue rastreado por la
investigación en los censos universitarios tomados entre 1958 y 1996
(fecha del último registro: el próximo se hará este año). "En las
últimas décadas, la población femenina se multiplicó por siete,
mientras que la masculina sólo llegó a duplicarse", explica el
investigador de la Facultad de Ciencias Económicas. En el '58, las
mujeres representaban el 26,4 por ciento del total y eran 15.465, contra
43.219 varones. Para el '96, pasaron a ser el 59,9 (113.944 contra
76.141).
Hoy, de las 13
facultades de la UBA, 8 tienen una gran mayoría de mujeres: son Psicología
(allí, ellas son el 83 por ciento del alumnado); Odontología (son el 71
por ciento); Farmacia y Bioquímica (también 71 por ciento); Derecho
(69); Medicina (68); Ciencias Sociales (63); Veterinarias (61); y
Arquitectura (59). Hace cuatro décadas, las chicas sólo eran mayoría en
tres unidades académicas: Odontología, Farmacia, y Filosofía y Letras.
Esta última parece ser la excepción que confirma la feminización. Allí,
los hombres revirtieron la tradicional mayoría femenina y ahora llevan
una pequeña delantera. Son el 51 por ciento de la matrícula.
Con todo, para las
especialistas en género, las nuevas cifras no implican igualdad. "El
proceso de feminización corre parejo con la pauperización y la falta de
demanda en el mercado", dice Maffía, profesora en Filosofía y
Letras. Y, en efecto, las únicas facultades donde aún se mantiene la
delantera masculina (Ingeniería, Ciencias Económicas, Exactas y Agronomía)
son las que concentran la mayor demanda laboral.
No obstante, hay
matices. "En Económicas se está produciendo un fenómeno poco
conocido --dice Lidia Knecher, coordinadora del área de género del
Instituto de Historia y Economía de esa facultad--. Se están feminizando
carreras como Contador Público y Actuario." Según la experta, esto
se entiende como "una búsqueda por ocupar nichos tradicionalmente
masculinos, de mayor rédito económico, para romper con los tutelajes de
padres y maridos. Las mujeres están dejando de lado carreras
tradicionalmente femeninas, como son los profesorados (el ejemplo podría
ser Filosofía y Letras). Se empiezan a abrir camino en sectores más
competitivos y superadores", apunta Knecher, optimista. Y diagnostica
que esto no pasa sólo en la Argentina: "Desde la Segunda Guerra
Mundial, en todo el mundo las mujeres ingresan masivamente a la educación
media y terciaria."
"Pero no alcanza
con que accedan al título --advierte Maffía--. Hay que ver cómo se
insertan en el mercado y la calidad del trabajo que realizan. En la UBA,
son muy pocas las que llegan a posiciones jerárquicas." En el mismo
sentido, Romero se pregunta "por qué, si la mujer es la que más
educación percibe, esto no se nota en las representaciones estudiantiles
y de gestión universitaria". Como ejemplo, Knecher cita a Económicas,
donde la única secretaría encabezada por una mujer es la del área pedagógica,
"un área tradicionalmente cedida a las mujeres", dice. En toda
la UBA, sólo hay una decana: es Regina Wikinski, en Farmacia y Bioquímica,
una de las facultades con mayor representación femenina. La UBA también
tiene una vicerrectora: Susana Mirande, ex decana de Ciencias
Veterinarias. "A pesar de que en los puestos más altos se mantienen los hombres, la fuerte gravitación de la mujer en las áreas profesionales implicará un recambio en la estructura de poder de la sociedad", dice Mario Toer, investigador de la población estudiantil. "La vertiente femenina tenderá, a largo plazo, a ocupar mayor espacio en las profesiones. Necesariamente, se va a producir un impacto", dice. Da un ejemplo: "En el área de la salud, donde el crecimiento de la población femenina es más categórico, la forma de atender al paciente va a cambiar en pos de una sensibilidad distinta". LA
MASIFICACION Y LA SALARIZACION DE LOS ALUMNOS
Somos más. En 1958 la UBA tenía 58.684 alumnos. Hoy son 226 mil.
El gran salto se dio en el '85, cuando la democracia abrió el CBC y los
40.471 aspirantes del '84 pasaron, en un año, a ser 82.200. "Desde
el '66 hasta el '82, las políticas restrictivas del ingreso, a través de
exámenes, cupos y otras variantes erráticas mantuvieron la matrícula
muy reprimida --dice Mónica Abramzon, secretaria de Planificación de la
UBA--. Cada 10 mil estudiantes que entraban, 30 mil quedaban afuera."
Por eso, advierte, las cifras deben leerse con cuidado. De hecho, durante
los 80, la matrícula desciende llegando a 45.825 alumnos en 1990. Desde
ahí, se da un sostenido repunte hasta los casi 70 mil actuales. "La
matrícula abierta sigue permitiendo cierto grado de democratización de
la pirámide social, que no existe en otros países --analiza Mario Toer,
profesor en Ciencias Sociales--. Pero, frente al ingreso masivo, deberían
programarse títulos intermedios para que los desertores no se bajen en
ninguna parte", dice.
De la facu al trabajo.
El porcentaje de alumnos que trabajaba ya era alto en el '58: alcanzaba el
64 por ciento. Y subió al 72, en 1992. Luego, sorprendió el descenso
hasta el 56 por ciento registrado en 1996. "Pudimos detectar que el
26 por ciento que no trabajaba en el '96 estaba buscando trabajo --explica
Abramzon--. Eran desocupados de primer empleo, jóvenes de entre 17 y 22 años
que nunca pudieron entrar en el mercado." Y Romero apunta que
"la universidad pasó a ser una usina generadora de recursos humanos
para los procesos de trabajo". Hoy, los alumnos que no trabajan sólo
son mayoría en las facultades vinculadas con la salud (Medicina,
Odontología y Farmacia): son los últimos alumnos full time. Al mismo tiempo, en las últimas décadas creció la jornada laboral de los alumnos. En 1959 sólo el 5 por ciento de ellos trabajaba más de 25 horas semanales. Para el '96 lo hacía el 68 por ciento. "Los alumnos empiezan a ser trabajadores que estudian y es una incongruencia que las facultades no atiendan esto con políticas específicas --dice Toer--. Deberían tener una política que permita a los alumnos trabajar en sus áreas de estudio." Sólo en Económicas muchos alumnos (el 60 por ciento) hacen trabajos afines a sus estudios. La proporción baja a entre el 32 y el 39 por ciento en las demás facultades.
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