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Las chicas se multiplican en los pasillos de la UBA


La cantidad de alumnos de la universidad se cuadruplicó en los últimos 40 años, mientras la cantidad de mujeres creció un 736
por ciento. Para las expertas en género, la desigualdad persiste.


Por Cecilia Sosa

t.gif (862 bytes)  Femenina, masiva y trabajadora. Así es la población estudiantil de la Universidad de Buenos Aires del 2000, muy diferente de la que estudiaba en los años sesenta. En los últimos cuarenta años, en la UBA, la cantidad de estudiantes mujeres se multiplicó por siete, mientras la población total pasó de sumar 59 mil a 226 mil alumnos (es decir, casi se cuadruplicó), según se desprende de un trabajo realizado por un investigador de la UBA, Ricardo Romero. Sin embargo, el impresionante incremento de la población femenina no es llanamente leído como una conquista positiva de las mujeres. "Es como ceder terreno quemado. La expansión de la matrícula en ciertas profesiones coincide con su desprestigio y pauperización", advierte Diana Maffía, coordinadora de la Red de Género, Ciencia y Tecnología. No obstante, para el sociólogo Mario Toer, este proceso "implicará un recambio en la estructura de poder de la sociedad".   

  En su trabajo "Universidad y capital tecnológico: masificación, feminización y salarización de los estudiantes de la UBA (1959-1996)", Romero, politólogo, apunta que, más allá de la expansión femenina, el perfil de los actuales alumnos de la UBA es muy distinto al de los 60. "Antes --explica--, la mayoría era de clase acomodada, trabajaba medio día y sólo por gusto, porque eran mantenidos por sus familias." Hoy el 85 por ciento de los alumnos trabaja o busca empleo (ver aparte).

  El proceso de feminización de la matrícula estudiantil fue rastreado por la investigación en los censos universitarios tomados entre 1958 y 1996 (fecha del último registro: el próximo se hará este año). "En las últimas décadas, la población femenina se multiplicó por siete, mientras que la masculina sólo llegó a duplicarse", explica el investigador de la Facultad de Ciencias Económicas. En el '58, las mujeres representaban el 26,4 por ciento del total y eran 15.465, contra 43.219 varones. Para el '96, pasaron a ser el 59,9 (113.944 contra 76.141).

  Hoy, de las 13 facultades de la UBA, 8 tienen una gran mayoría de mujeres: son Psicología (allí, ellas son el 83 por ciento del alumnado); Odontología (son el 71 por ciento); Farmacia y Bioquímica (también 71 por ciento); Derecho (69); Medicina (68); Ciencias Sociales (63); Veterinarias (61); y Arquitectura (59). Hace cuatro décadas, las chicas sólo eran mayoría en tres unidades académicas: Odontología, Farmacia, y Filosofía y Letras. Esta última parece ser la excepción que confirma la feminización. Allí, los hombres revirtieron la tradicional mayoría femenina y ahora llevan una pequeña delantera. Son el 51 por ciento de la matrícula.

  Con todo, para las especialistas en género, las nuevas cifras no implican igualdad. "El proceso de feminización corre parejo con la pauperización y la falta de demanda en el mercado", dice Maffía, profesora en Filosofía y Letras. Y, en efecto, las únicas facultades donde aún se mantiene la delantera masculina (Ingeniería, Ciencias Económicas, Exactas y Agronomía) son las que concentran la mayor demanda laboral.

  No obstante, hay matices. "En Económicas se está produciendo un fenómeno poco conocido --dice Lidia Knecher, coordinadora del área de género del Instituto de Historia y Economía de esa facultad--. Se están feminizando carreras como Contador Público y Actuario." Según la experta, esto se entiende como "una búsqueda por ocupar nichos tradicionalmente masculinos, de mayor rédito económico, para romper con los tutelajes de padres y maridos. Las mujeres están dejando de lado carreras tradicionalmente femeninas, como son los profesorados (el ejemplo podría ser Filosofía y Letras). Se empiezan a abrir camino en sectores más competitivos y superadores", apunta Knecher, optimista. Y diagnostica que esto no pasa sólo en la Argentina: "Desde la Segunda Guerra Mundial, en todo el mundo las mujeres ingresan masivamente a la educación media y terciaria."

  "Pero no alcanza con que accedan al título --advierte Maffía--. Hay que ver cómo se insertan en el mercado y la calidad del trabajo que realizan. En la UBA, son muy pocas las que llegan a posiciones jerárquicas." En el mismo sentido, Romero se pregunta "por qué, si la mujer es la que más educación percibe, esto no se nota en las representaciones estudiantiles y de gestión universitaria". Como ejemplo, Knecher cita a Económicas, donde la única secretaría encabezada por una mujer es la del área pedagógica, "un área tradicionalmente cedida a las mujeres", dice. En toda la UBA, sólo hay una decana: es Regina Wikinski, en Farmacia y Bioquímica, una de las facultades con mayor representación femenina. La UBA también tiene una vicerrectora: Susana Mirande, ex decana de Ciencias Veterinarias.

  "A pesar de que en los puestos más altos se mantienen los hombres, la fuerte gravitación de la mujer en las áreas profesionales implicará un recambio en la estructura de poder de la sociedad", dice Mario Toer, investigador de la población estudiantil. "La vertiente femenina tenderá, a largo plazo, a ocupar mayor espacio en las profesiones. Necesariamente, se va a producir un impacto", dice. Da un ejemplo: "En el área de la salud, donde el crecimiento de la población femenina es más categórico, la forma de atender al paciente va a cambiar en pos de una sensibilidad distinta".


LA MASIFICACION Y LA SALARIZACION DE LOS ALUMNOS
Más estudiantes con más trabajo


La masificación y la salarización son las dos características que se suman a la feminización, en la transformación vivida por los alumnos de la UBA en las últimas cuatro décadas, según la investigación realizada por el politólogo Ricardo Romero a partir de los censos universitarios.  

  Somos más. En 1958 la UBA tenía 58.684 alumnos. Hoy son 226 mil. El gran salto se dio en el '85, cuando la democracia abrió el CBC y los 40.471 aspirantes del '84 pasaron, en un año, a ser 82.200. "Desde el '66 hasta el '82, las políticas restrictivas del ingreso, a través de exámenes, cupos y otras variantes erráticas mantuvieron la matrícula muy reprimida --dice Mónica Abramzon, secretaria de Planificación de la UBA--. Cada 10 mil estudiantes que entraban, 30 mil quedaban afuera." Por eso, advierte, las cifras deben leerse con cuidado. De hecho, durante los 80, la matrícula desciende llegando a 45.825 alumnos en 1990. Desde ahí, se da un sostenido repunte hasta los casi 70 mil actuales. "La matrícula abierta sigue permitiendo cierto grado de democratización de la pirámide social, que no existe en otros países --analiza Mario Toer, profesor en Ciencias Sociales--. Pero, frente al ingreso masivo, deberían programarse títulos intermedios para que los desertores no se bajen en ninguna parte", dice.

  De la facu al trabajo. El porcentaje de alumnos que trabajaba ya era alto en el '58: alcanzaba el 64 por ciento. Y subió al 72, en 1992. Luego, sorprendió el descenso hasta el 56 por ciento registrado en 1996. "Pudimos detectar que el 26 por ciento que no trabajaba en el '96 estaba buscando trabajo --explica Abramzon--. Eran desocupados de primer empleo, jóvenes de entre 17 y 22 años que nunca pudieron entrar en el mercado." Y Romero apunta que "la universidad pasó a ser una usina generadora de recursos humanos para los procesos de trabajo". Hoy, los alumnos que no trabajan sólo son mayoría en las facultades vinculadas con la salud (Medicina, Odontología y Farmacia): son los últimos alumnos full time.

  Al mismo tiempo, en las últimas décadas creció la jornada laboral de los alumnos. En 1959 sólo el 5 por ciento de ellos trabajaba más de 25 horas semanales. Para el '96 lo hacía el 68 por ciento. "Los alumnos empiezan a ser trabajadores que estudian y es una incongruencia que las facultades no atiendan esto con políticas específicas --dice Toer--. Deberían tener una política que permita a los alumnos trabajar en sus áreas de estudio." Sólo en Económicas muchos alumnos (el 60 por ciento) hacen trabajos afines a sus estudios. La proporción baja a entre el 32 y el 39 por ciento en las demás facultades.

 

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