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DOS ARGENTINOS GANAN DEMANDAS POR ABUSO POLICIAL EN NUEVA YORK
Recuerdos de la tolerancia cero

Uno rozó a un policía y terminó en el hospital. Otro fue preso por llevar un puntero láser. Ambos ganaron juicios por los abusos, el primero por 450.000 dólares. Los casos se conocen en coincidencia con la visita aquí del promotor de la tolerancia cero.

Pablo �Paul� Frascarelli de 42 años fue golpeado brutalmente por tres policías en el JFK. Es posible que el mes próximo ya cobre el casi medio millón de dólares de la indemnización.

Por Carlos Rodríguez

t.gif (862 bytes) Ambos son argentinos y fueron víctimas de la violencia policial, pero esta vez no fue por el �error� o el �exceso� de algún uniformado de la Bonaerense o de la Federal, tan celosas cuando se trata de resguardar la ley y el orden. Pablo �Paul� Frascarelli, 42 años, y Gabriel Casín, 35, fueron apaleados de visitante, en la mítica Nueva York, a la sombra de la Estatua de la Libertad, pero bajo la influencia inquietante de la llamada tolerancia cero que algunos políticos argentinos quieren importar para injertarla en Buenos Aires. A Frascarelli, quien era empleado de la Austrian Airlines en el aeropuerto Kennedy, tres policías le rompieron los meñiscos a patadas, por una dolorosa equivocación. Casín estuvo 33 horas preso, esposado y maltratado, por llevar un inofensivo puntero láser, considerado a priori como �arma peligrosa� por la policía neoyorquina. En forma reciente, afincados nuevamente en la Argentina, ambos acaban de ganar las demandas iniciadas hace años por la brutalidad policial y serán indemnizados por decisión de la Corte de Nueva York. 
Paul Frascarelli, en su departamento del Barrio Norte, le contó a Página/12 que �en distintos momentos de su vida� pasó 27 años en Nueva York, donde cursó la escuela primaria y la secundaria. Con todos sus papeles en regla, en diciembre de 1993 vendía pasajes y despachaba equipajes en el aeropuerto JFK. �El 23 de diciembre, con la excusa de investigar a un grupo de haitianos que estaba embarcando, varios policías realizaron una requisa y a pesar de que yo vestía el uniforme de la empresa austríaca de aviación, me golpearon entre tres por querer entrar al lugar donde desempeñaba mis tareas habituales�. 
Uno de los policías lo tomó por el cuello y comenzó a golpearlo. �Primero me pegó varias trompadas en la cara y en la nuca, pero después me golpeó con las rodillas en el bajo viente y me dio varias patadas en los tobillos y en las rodillas�. Mientras le pegaban vio que se acercaban otros dos policías y respiró aliviado pensando que iban a interrumpir la paliza. �Me equivoqué: mientras el primero me esposaba con las manos en la espalda y me arrojaba al piso, los otros dos me pegaron patadas�. La aparición providencial de un gerente de la compañía de aviación, que gritó �¡Paul, qué te están haciendo!�, virtualmente le salvó la vida. 
Luego de una hora de explicaciones, que le permitieron a Paul conocer los nombres de los policías que lo golpearon, fue dejado en libertad �con la condición de ir a la Justicia para pagar una multa por desorden�. Con el testimonio a favor de un guardia privado del aeropuerto, Frascarelli abrió una demanda con el asesoramiento jurídico del estudio Ziegler and Robinson de Nueva York. La Suprema Corte le dio por ganado el juicio a fines de 1998, fijando un resarcimiento económico de 700.000 dólares. 
�El Estado sólo apeló el monto, que fue reducido a 450.000 dólares�, explicó Paul, quien el mes próximo podría cobrar el dinero. Los golpes recibidos en la rodilla izquierda obligaron a una intervención quirúrgica en la cual le extirparon los meñiscos. �Mis padres siguen viviendo en Estados Unidos, en Miami, pero yo me fui primero a Europa y después regresé a Buenos Aires, porque Nueva York es una ciudad muy dura�. 
Gabriel Casín recibió a este diario en el maxikiosco que su novia, �Barbie�, tiene en el barrio porteño de Versailles. Su caso ocurrió el 9 de setiembre de 1995 en el metro de Nueva York, cuando se dirigía con su cámara filmadora al Central Park, para tomar notas de una competencia de patinaje y rollers que luego iban a ser emitidas en la Argentina, por un canal de cable. �Yo tenía un puntero láser, que entonces era algo poco conocido y que para colmo ni siquiera funcionaba�. 
Una estación antes de llegar a destino lo detuvo la policía por la denuncia de �una mujer negra, de apellido Johnson, que dijo haber visto en el subte a un hombre con un puntero láser que iba armado�. Una vez que lo detuvieron, lo llevaron a tres lugares de detención distintos �con las manos y los pies esposados�, hasta que lo dejaron dentro de una celdacolectiva �donde había más de cien detenidos en las mismas condiciones, algunos por pavadas y otros por robarse un Porsche último modelo�. Aunque sólo le encontraron el puntero láser, igual lo llevaron ante una jueza porque �la policía consideró que era un arma peligrosa porque podía causar daño en los ojos de cualquier persona�.
Lo dejaron en libertad luego de estar detenido 33 horas �tratado como un delincuente y transportado como vaca en un furgón, con veinte personas con las que nos pisamos y golpeamos durante el viaje hasta los tribunales�. La Justicia le impuso una multa de 40 dólares por una supuesta infracción, pero él comenzó una demanda, también con el auspicio del estudio Ziegler and Robinson. A fines de diciembre pasado recibió una notificación por la que se le informa que ganó el juicio y cobrará 10.000 dólares. 
Los dos casos ocurrieron durante la primera gestión de Rudolph Giuliani como alcalde de Nueva York. El fue quien impulsó la tolerancia cero que luego fue llevada a su máxima expresión por el ex jefe de la Policía neoyorquina William Bratton, quien viajó varias veces a la Argentina para promocionar el sistema, la última vez invitado por Gustavo Beliz, candidato a jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires por Nueva Dirigencia. �Yo le aconsejaría a Beliz que piense muy bien lo que quiere hacer porque la seguridad es otra cosa�, aconsejó Casín.

 


 

GIULIANI REDUJO EL DELITO PERO COSECHO JUICIOS
Doctrina que suma condenas

Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, se hizo famoso en todo el mundo por su política de �tolerancia cero� con el delito. Y el mentor de esa doctrina, el jefe de la policía neoyorkina entre 1994 y 1997, William Bratton, intenta exportarla a otras ciudades, entre ellas, Buenos Aires. Es cierto que, a través de ese dogma, la principal ciudad del mundo logró reducir el delito en un 50 por ciento y los homicidios en casi un 70 por ciento. Tan cierto como que, desde entonces, su policía cosechó condenas penales y de las otras, como el lapidario informe que la organización defensora de los derechos humanos más importante de los Estados Unidos, Human Right Watch, formuló en 1998: tiroteos injustificados, palizas graves, estrangulamientos y castigos físicos. El broche de oro fue la dura condena a dos policías por haber atacado sexualmente a un inmigrante haitiano, en agosto de 1997. 
Ajeno a las denuncias y desmanes policiales, Bratton llegó días atrás a Buenos Aires para asesorar al candidato a jefe de Gobierno porteño por Nueva Dirigencia, Gustavo Béliz. Según admitió ayer el dirigente de esa fuerza, Enrique Rodríguez, el asesoramiento del ex policía neoyorkino -que ideó para estas tierras un plan que bautizó �Impunidad cero�� le cuesta a esa fuerza política unos 30.000 dólares.
El propio Bratton, en diálogo con Página/12 durante una anterior visita, admitió que �en un año hemos recibido unas 5.000 quejas� por abuso policial, pero sostuvo que �después de la investigación se encontró que solamente 700 quejas tenían sustento�. 
La jactancia de Bratton tiene una contracara en el informe de Human Rights, donde se dice que no existe determinación entre los funcionarios policiales y judiciales para sancionar estos hechos. �Los abusos perduran debido a los considerables obstáculos al establecimiento de la responsabilidad, hacen que los agentes que cometen violaciones a los derechos humanos eludan el debido castigo y continúen su conducta abusiva�, expresa el informe de la organización. 
La tolerancia cero consiste en perseguir y castigar las pequeñas faltas, como método para prevenir los grandes delitos. �La idea es aplicar en forma estricta las leyes destinadas a garantizar la seguridad pública. No tolerar las conductas agresivas de la gente que pide limosnas o de los jóvenes que limpian parabrisas en la calle�, explicó Bratton en su momento. 
Sus hombres fueron celosos en el cumplimiento de la doctrina, hasta el exceso. El caso más escandaloso fue el que protagonizaron dos policías que detuvieron a Abner Louima, un inmigrante haitiano al que golpearon y luego vejaron introduciéndole un palo de escoba en el ano, con lo que le provocaron serias lesiones. Los policías fueron condenados y el Estado de Nueva York soporta ahora una demanda millonaria. 

 

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