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�Si no se desperdicia ni un solo
voto de izquierda, les ganamos�

Por primera vez en la historia de la democracia española, el socialismo ofreció a los comunistas una alianza �a la francesa� para derrotar al gobernante Partido Popular en las elecciones del 12 de marzo. El líder socialista Joaquín Almunia explica por qué (sólo) la unión hace la fuerza.

El candidato socialista Joaquín Almunia a la presidencia del gobierno español.
Estuvo en Londres reunido con el premier laborista Tony Blair. Hablaron de ETA, pero no de Pinochet.

El País de Madrid 
Por Juan G. Ibáñez desde Londres 

t.gif (862 bytes) �¿Con la oferta que usted ha lanzado por sorpresa a Izquierda Unida (IU) cree que ha conseguido mostrar que los socialistas recuperan capacidad de iniciativa, y de lograr golpes de efecto? 
�El mismo día que fui elegido secretario general del PSOE hablé de la causa común, de la necesidad de construirla, de la conveniencia de convertir una mayoría ciudadana de centroizquierda en una mayoría parlamentaria y gobierno de progreso. Han llegado las elecciones y he ofrecido a Izquierda Unida traducir en compromisos programáticos concretos y en un resultado electoral mayoritario las coincidencias existentes entre los progresistas. Estoy convencido de que si la izquierda no desperdicia ni uno solo de sus votos, y para eso no tiene que renunciar a su pluralidad, la suma de los votos que reciben las opciones de izquierda es suficiente para formar un gobierno que mejore las condiciones de vida de los españoles. 
�¿Sin la renuncia de Izquierda Unida a presentar listas en esas 34 provincias donde no tiene representación parlamentaria es viable algún acuerdo entre PSOE e IU? 
�Hay un elemento imprescindible, que es la coincidencia en unos puntos programáticos para gobernar. No es posible un acuerdo que fije compromisos que nos alejen de la posibilidad de gobernar y de las políticas que debe llevar a cabo un gobierno de progreso en el año 2000. Y hay otro elemento necesario para el acuerdo: que ni un solo voto de izquierda se emita sabiendo que no va a ser eficaz para conseguir más escaños. 
�Izquierda Unida ha invocado que existen otras fórmulas alternativas, que no pasan por su renuncia a presentarse en 34 provincias. ¿Usted quiere pactar una coalición electoral o una alianza poselectoral? 
�Hay un hecho evidente: la izquierda es plural, y hay diferencias de origen, de trayectoria y también de propuestas. Pero esas diferencias no tienen que ser un obstáculo para gobernar. El acuerdo que propongo respeta la pluralidad pero le saca partido en términos de representación parlamentaria. Los ciudadanos saben cuáles son nuestras diferencias pero quieren que las aparquemos en aras de un gobierno progresista. Según cuál sea el sentido de su respuesta, en función de que haga posible o imposible el acuerdo, lo que está determinando Izquierda Unida es si prefiere un gobierno presidido por Joaquín Almunia, y en el que ellos participarían, o que continúe un gobierno de derecha presidido por José María Aznar. La pregunta que está planteada no es sobre si hay que escoger entre Pujol y Frutos sino entre Aznar y Almunia. 
�¿Usted cree que con los mimbres que le ha ofrecido Frutos puede trenzar un acuerdo? Porque no existe la impresión de que se haya producido un acercamiento entre ustedes e Izquierda Unida en temas básicos, como la construcción europea y la política económica, donde tenían posiciones casi antagónicas. 
�Yo me atengo a lo que me comunique oficialmente Francisco Frutos, y mi respuesta se la daré en primer lugar a él. Lo que puedo decirle es que todos sabemos que la España actual requiere una política económica rigurosa, capaz de alimentar el crecimiento económico y no de ponerlo en riesgo; sabemos que los electores no quieren que los friamos a impuestos. En la España actual no es posible ofrecer un proyecto de progreso que no se inscriba en el marco europeo con todas sus consecuencias, desde el ingreso de la peseta en el euro al máximo compromiso con el sistema de seguridad y de defensa, que además es cada vez más europeo. 
�Todo lo que usted está diciendo es más una buena explicación del programa socialista, e incluso una invitación a respaldarlo el 12 de marzo, que una muestra de que estén conciliadas las posiciones del PSOE ylas de una fuerza que, por ejemplo, hace seis meses llamó asesino al secretario general de la OTAN, y relevante miembro del PSOE, Javier Solana, por dirigir la entrada de tropas en Kosovo. 
�En la mayoría de los países de la Unión Europea hay gobiernos progresistas con participación, en el gabinete o en el Parlamento, de todas las expresiones progresistas que existen en esos países, y en todos esos casos, en Francia, en Alemania, en Italia, en Dinamarca, en Suecia, las coordenadas en que se han materializado los acuerdos son las que yo he ofrecido para España, para conseguir mayores cotas de justicia, bienestar y solidaridad. 
�¿No cree que, visto desde fuera, parece que los esfuerzos verdaderos no están en conseguir un acuerdo sino en ver quién queda como el que propició un acuerdo para desbancar a Aznar y quién queda como el que lo entorpeció? 
�Desde el momento en que hice pública la propuesta me he encontrado ciudadanos ilusionados, esperanzados, que apuestan por el acuerdo y que nos piden tanto a Frutos como a mí mismo el máximo esfuerzo para alcanzar ese acuerdo. 
�El hecho de haber anunciado la oferta y luego tener que negociarla, en vez de pactarla primero y difundirla después como hicieron en Francia, ¿no cree que plantea dudas muy serias sobre la efectividad de su propuesta? 
�Las relaciones entre las fuerzas de izquierda en Francia se han desarrollado de modo distinto a lo que hemos conocido en España hasta ahora. En España alguien tenía que romper la incomunicación; alguien tenía que lanzar una señal muy potente de que nuestra división es lo que está facilitando un gobierno de derecha. Y no teníamos mucho tiempo para hacerlo. 
�¿Son posibles unas listas electorales conjuntas, de PSOE e IU? 
�He propuesto candidaturas conjuntas en las elecciones al Senado, en las que rige el sistema de listas abiertas. Para el Congreso, sinceramente, dudo mucho de que la confusión de candidaturas nos dé más votos que presentándonos de forma plural, salvo en aquellos lugares 
en que hay que convertir en útiles todos los votos de la izquierda. 
�Desde esa convicción que declara sobre la necesidad del acuerdo, ¿ha pensado qué ministerios cedería a IU en un gobierno presidido por usted? 
�No. Hasta que no consiga el acuerdo sólo pienso en los ciudadanos que desean ese acuerdo. 
�¿Su oferta fue precedida de alguna negociación o conversación con Izquierda Unida? 
�No. La propuesta se la comuniqué a Francisco Frutos minutos después de que la ejecutiva del PSOE la respaldase. 
�Usted ha desconcertado a sus adversarios. ¿No cree que ha producido también desconcierto en aliados potenciales, como los nacionalistas, e incluso en una parte de su propio electorado de centroizquierda? 
�De mi oferta se deriva que el PSOE sigue siendo un partido de gobierno y que sabe perfectamente el terreno que pisa. Nuestros electores saben que no vamos a cambiar radicalmente de política, porque si lo hiciéramos ni ganaríamos ni gobernaríamos. Los nacionalistas saben que siempre hemos dialogado con ellos. Pero saben también que hemos sido más firmes que Aznar frente a sus peticiones. Bajo el gobierno de Aznar, los nacionalistas se han malacostumbrado: han mandado mucho pero se han responsabilizado cada vez menos de las consecuencias de su propia influencia. Eso no puede seguir. Yo no voy a cerrar las posibilidades de seguir dialogando con Jordi Pujol, al que valoro mucho. 
�Acaba de estar usted en Londres. ¿Qué haría usted en el caso Pinochet si estuviera en el lugar del ministro del Interior británico? 
�Le puedo decir lo que hubiera hecho si estuviera presidiendo el gobierno de España: no aceptar que desde la fiscalía de la Audiencia Nacional se utilicen argumentos inconstitucionales para tratar de frenar las actuaciones del juez Garzón; y si hubiese autorizado la tramitación dela demanda de extradición de Pinochet habría sido el primer colaborador del juez Garzón en las iniciativas que me hubiese pedido que tramitase. Y hubiese desplegado todos los medios políticos y diplomáticos para profundizar nuestras relaciones económicas y comerciales con Chile, y para superar las dificultades que una petición como la del juez Garzón plantea. 

 

Lo difícil es la convivencia

La reacción de la derecha española ante la propuesta de Almunia no se hizo esperar. Ayer el presidente del gobierno español José María Aznar la calificó �un retroceso�, que podría socavar la estabilidad económica del país. Dijo que la Izquierda Unida (IU) se oponía a la entrada de España a la Unión Económica y Monetaria Europea, considerada como un factor en el rápido crecimiento económico del país en años recientes. Y agregó que si la alianza izquierdista ganaba las próximas elecciones, no tenía dudas de que España dejaría la zona euro. Entretanto, la alianza todavía no es un hecho. Para IU no es aceptable la retirada de sus listas en las 34 provincias donde nunca ha obtenido representación, aunque sí es posible debatir esas �otras fórmulas�, que irían desde un simple manifiesto conjunto hasta la coalición electoral. El candidato del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Joaquín Almunia, advirtió que el acuerdo �no puede trocearse�. Las encuestas estiman que el Partido Popular (PP) de Aznar se llevaría 40 por ciento de la votación, es decir, entre cuatro y siete por ciento por encima del PSOE. La IU obtuvo alrededor de seis por ciento de los votos en elecciones locales el año pasado. Y los socialistas siguen sacando cuentas. Según sus cálculos, si en las elecciones de 1996 se hubiera alcanzado un acuerdo igual al propuesto ahora por Almunia, el PSOE habría obtenido 171 diputados frente a 147 del PP.

 

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