Celuloide
7
puntos
Italia, 1995
Dirección: Carlo Lizzani.
Guión: Furio Scarpelli, Ugo Pirro y C. Lizzani.
Fotografía: Giorgio Di Battista.
Edición: Alberto Gallitti.
Música: Manuel De Sica.
Intérpretes: Giancarlo Giannini, Massimo Ghini, Anna Falchi, Lina
Sastri, Antonello Fassari, Massimo Dapporto, Christopher Walken y otros.
Estreno de hoy en los cines...
Por Martín Pérez
�Pero ustedes quieren hacer una renovación�, se queja un productor. Y agrega: �Quieren hacer un film desnudo y crudo, sin sensibilidad optimista�. El que se queja es Peppino Amato, que quiere producir un film que lleve por nombre Papá esperanza y que no muestre ni una sola muerte. Aún más: que termine con un nacimiento. �Usted usa su inteligencia para ser estúpido�, le responde Sergio Amidei, guionista de un film que es todo lo contrario de lo que sueña Amato. Un film que, en vez de esperanza y caridad, sólo tiene para ofrecer lágrimas y sangre. Un film rodado cuando la guerra aún no había terminado en Italia, realizado casi sin luces, sin actores ni película. Un film que, dirigido por Roberto Rossellini, pasaría a la historia del cine como el fundador del neorrealismo italiano. En la respuesta del guionista Amidei al productor Amato se resume casi toda la historia del cine. La otra cara del séptimo arte, la razón por la cual ubicar un �casi� en la frase anterior es lo que filma Lizzani en Celuloide: la historia de las miserias y los heroísmos detrás del rodaje de un film como Roma, ciudad abierta.
Sin demasiada melancolía, pero con espíritu de homenaje, Lizzani se basó en un libro de reportajes realizado por Ugo Pirro para construir el guión de su film, que muy oportunamente comienza retratando el esfuerzo de los maquilladores para lograr que los actores elegidos encarnen con la mayor precisión posible sus personajes. Lo hace no sólo porque Anna Magnani o Roberto Rossellini no son cualquier personaje, sino porque ese prólogo anticipa el tono didáctico de Celuloide. Porque �por suerte� no es idea de Lizzani dejarse llevar por el sentimentalismo a la hora de homenajear a los héroes de su cine, sino por una didáctica que permite reconstruir de una manera mucho mejor las razones que tienen todos ellos para hacer precisamente ese cine. A partir del momento en que la cámara de Lizzani va de las fotos históricas a los actores en la sala de maquillaje, significa que se permitirá también desandar ese camino, y utilizar metraje de Roma... para su film. Y no sólo eso: también que, al mismo tiempo que sus personajes imaginan su obra, Roma... se montará y desmontará ante los espectadores, un ejercicio didáctico funcional que es fundamental para la dinámica del film de Lizzani, que detrás de la historia del rodaje histórico elige contar tres historias de amor.
La primera es la que sucede entre Rossellini y Anna Magnani: al comenzar a rodar él ya está separado y con dos hijos, mientras ella está atrapada en un romance con alguien menor que ella. Es parte de la historia del cine el hecho de que terminarían siendo pareja, así como que mucho tiempo después Rossellini abandonaría a Magnani para irse detrás de Ingrid Bergman. Apenas comenzado el film, Rossellini le pregunta a su ex mujer: �¿Cómo es que nosotros ya no estamos más juntos?�. �Porque eres infiel�, le responde ella sin dramas. Para la cámara de Lizzani, Rossellini es Massimo Ghini, y Magnani es la increíble Lina Sastri, que se mete en la piel de la gran actriz italiana con una elogiable presencia. La segunda historia de amor que cuenta Celuloide es la que une al guionista Amidei con la actriz María Michi. En el papel del apasionado Amidei, Giancarlo Giannini se roba los mejores diálogos del film, tanto defendiendo su obra como enojándose con su amante. En el momento que su asistente se enoja, durante el rodaje de la primera escena del film, cuando un actor cambia un parlamento del guión, Amidei le pregunta: �¿Qué es eso que tenés en la mano?�. Confundida, su asistente le responde: �El guión�. �Y éste es el film, así que silencio�, es la orden del temperamental guionista.
Pero la gran historia de amor que cuenta Celuloide es la de los creadores con su arte. Es que, tal como lo ha declamado más de un recurrente publicista para films de cualquier calaña, Celuloide es un film de amor al cine. Pero no a cualquier cine, sino al que se hace con valentía y sin los recursos necesarios. Homenaje al cine urgente, Celuloide tropieza con sus peores convencionalismos a la hora de introducirse en sus historias de amor, o en las precisiones históricas, en las que por momentos Lizzani parece estar filmando de acuerdo con los parámetros de los productores que sus héroes enfrentan. Pero cuando se habla de cine, la cámara de Lizzani �cuyo último trabajo fue un documental sobre Visconti� se apasiona y comunica honestamente ese apasionamiento, dejándose llevar por la posibilidad de mostrar a Fellini trabajando para Rossellini, o al oficial estadounidense (Christopher Walken) que se entusiasma con la posibilidad de distribuir el film del otro lado del Atlántico. El mejor ejemplo de esta pasión, sin embargo, es el momento en que Rossellini y Amidei encuentran (y ruedan y editan) la escena de la carrera final de Anna Magnani. En la sala de montaje, Rosellini mira la versión final y apenas si dice �funciona�. �Nunca filmarás una escena mejor que ésta�, le responde Amidei, contundente, con la historia del cine de su lado. Eso sí: al escucharlo, Rossellini hace cuernitos con la mano izquierda.
�CIELO DE OCTUBRE�, DE JOE JOHNSTON
Los fabricantes de cohetes
CIELO DE OCTUBRE
6 PUNTOS
(October
Sky) Estados Unidos, 1999
Director: Joe Johnston
Guión: Lewis Colick, basado en el libro Rocket Boys, de
Homer H. Hickam Jr.
Fotografía: Fred Murphy
Edición: Robert Dalva
Música: Mark Isham
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Chris Cooper, Laura Dern, Chris
Owen, William Lee Scott, Chad Lindberg, Elya Baskin y otros.
Estreno de hoy en los cines...
Por
M. P.
Hubo una época en que para mirar al futuro no había más que
mirar al cielo. O escuchar la radio. Allá arriba, el mundo era
sobrevolado por el primer satélite artificial. Un satélite soviético,
para más datos. Abajo, mientras tanto, por la radio sonaba el "Rock
de la cárcel". Del futuro encarnado por Elvis Presley y el Sputnik,
de eso habla Cielo de octubre, el film de Joe Johnston que cuenta una
historia real, la de unos adolescentes que en octubre del '57 decidieron
jugar a hacer sus propios cohetes en medio de un perdido pueblo de
mineros. Uno de ellos, el autor del libro en el que está basado el film,
llevó su sueño hasta el límite, y terminó en la NASA. Y todo comenzó
una mañana en que, tal como lo cuenta el film, en medio del desayuno y
frente a toda su familia, un adolescente Homer dijo: "Voy a construir
un cohete".
Director de films como Querida, encogí a los niños, The Rocketeer
o Jumanji, Johnston decidió homenajear a la narración más clásica al
relatar la historia de Homer, que no sólo es la todos los caminos que son
necesarios para alcanzar un sueño, sino también la del final de una época
(la que reconstruye y cuenta con el mejor aire clásico a lo Norman
Rockwell) y la de la brecha entre padres e hijos, tan bien representada
con la omnipresencia del primer rock durante toda la película. Hijo de
una familia de mineros, Homer sabe que para escapar de un futuro paleando
carbón deberá hacer algo con su vida. Al comenzar el film, Homer está
tratando de asegurar su destino jugando al fútbol americano. Luego de
caer al suelo una docena de veces, se dará cuenta que eso no es para él.
Una noche, cuando todos sus vecinos salgan a la calle a ver pasar al
Sputnik sobre sus cabezas, Homer reconocerá su verdadero sueño. Y
reclutará a los compinches necesarios para realizarlo.
Fábula del patito feo narrada desde el patio de una escuela
secundaria, Cielo de octubre es una película de sueños adolescentes que
con el fin de la infancia luchan por seguir siendo soñados. Homer y sus
amigos, los tragas de la escuela, llegarán a ser admirados pero sufrirán
el castigo de Icaro: caerán en su momento de mejor gloria por no prevenir
lo suficiente sus pasos. Y es entonces cuando su voluntad sufrirá su
mayor prueba. Previsible en su funcionalidad narrativa, y de aliento clásico
al punto de lucir decididamente anacrónica, Cielos... es un film nostálgico,
al punto de parecer reaccionario. Al reconstruir con precisión un mundo
en el exacto momento en que éste dejó de ser para siempre tal como era,
Johnston transforma la rebeldía de un joven en la afirmación de que nada
cambiará realmente. Como una suerte de manifiesto de incomprensión del
mundo que vino después del Sputnik (y del rock), Johnston se aferra a la
narración clásica, al padre y a la familia a la hora de contar la rebeldía
de Homer. De esta
manera, Cielo de octubre se recibe decididamente como un film de los que
ya no se filman. Aún más: es una especie de anti-Rebelde sin causa,
filmado con cuarenta años de retraso, y con la coartada --bien expuesta
apenas comenzado el film-- de que se trata de una historia de la vida
real. Recreada con un oficio narrativo y una dinámica que bien quisiera
para sí más de un producto mainstream, la pasión de Cielo... termina
convirtiéndose sin embargo en un perfecto mecanismo de relojería, en el
que finalmente tienen más vida y emoción las escenas documentales (en
las que aparecen los verdaderos protagonistas) que aparecen con los títulos
finales, que tantas coartadas narrativas. Diseñadas para que un supuesto
público ideal enjuague agradecido sus emocionadas y previsibles lágrimas.
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