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LA HISTORIA SECRETA DEL ACUERDO
Summers y Fischer, los hombres claves

 

 

El secretario del Tesoro de EE.UU. y el hombre fuerte del FMI lograron destrabar la negociación, confirmando una vez más que los acuerdos con el Fondo son técnicos pero, fundamentalmente, políticos.

 

Fernando de la Rúa se entrevistará hoy con Stanley Fischer, del FMI.


Por David Cufré
 Desde Davos

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Esperó a que finalizara la reunión del Presidente con Tony Blair y se encerraron a solas para definir los últimos detalles. Luego, Fernando de la Rúa partió hacia el centro de convenciones de esta ciudad a dar su conferencia. Y José Luis Machinea se trasladó a su hotel. Allí estuvo toda la tarde, en contacto permanente con el secretario de Hacienda, Mario Vicens. En conferencia telefónica, el ministro, Vicens y los delegados del Fondo Monetario, Tomás Raichmann y Teresa Ter Minassian, terminaron de cerrar ayer el nuevo acuerdo entre la Argentina y el organismo. Será un stand by a tres años por 7400 millones de dólares, con revisiones trimestrales del cumplimiento de las metas, y un desembolso inicial de 1300 millones. Para llegar a ese convenio, hizo falta recorrer un complicado camino.

  El acuerdo se encaminó en la reunión que tuvo Machinea hace 15 días con el hombre fuerte del Fondo, Stanley Fischer, en Washington. También por la participación decisiva del poderoso secretario del Tesoro de EE.UU. Larry Summers, que jugó a favor de Argentina aunque no sin exigir un fuerte ajuste y su posterior auditoría estricta del Fondo cada tres meses. El ministro estaba exhausto, por la noche, tras ofrecer una charla ante inversores. Esos encuentros con Fischer y Summers fueron claves. A partir de ese momento quedaron resueltos los principales lineamientos del nuevo programa, confirmando una vez más que los acuerdos con el Fondo son técnicos pero, fundamentalmente, políticos. Ahora resta que el Directorio del organismo apruebe la Carta de Intención firmada ayer. Un punto aún no resuelto es qué destino tendrán los 1300 millones que desembolsará el Fondo. Fischer sostiene que sean utilizados para conformar un Fondo Anticrisis, a fin de que sirva como socorro ante una eventual turbulencia financiera. El Gobierno se inclina por contabilizarlos como parte del financiamiento requerido para este año. Este debate será motivo de nuevas negociaciones.

  En el equipo económico apuntan que, dentro de una puja por demás compleja, ése es un detalle menor. En última instancia, los puntos realmente complicados para sellar el acuerdo ya quedaron resueltos. Fueron varios: el déficit fiscal de las provincias, su cronograma de disminución --incluido el de la Nación-- para los próximos tres años, la pauta de crecimiento económico del 2000, la necesidad o no de profundizar el ajuste de gastos y las características del programa en sí.

  El gobierno consiguió convencer al FMI que este año el crecimiento de la economía alcanzará, al menos, al 3,5 por ciento real. Esa es la meta que figura en el acuerdo. Pero cuando Raichmann y Ter Minassian llegaron a Buenos Aires, su visión sobre Argentina estaba cargada de pesimismo. Pronosticaban que la expansión rondaría el 2 por ciento. En función de ello, fijaban menores proyecciones de recaudación y exigían un mayor ajuste, para asegurar la contención del déficit fiscal a 4500 millones de pesos. Sin embargo, el equipo económico pudo imponer su propia estimación.

  En rigor, el pronóstico oficial es que el crecimiento será del 4 por ciento. Y que ello permitirá sobrecumplir la meta del acuerdo, de por sí exigente. Será una ventaja adicional, afirman en Economía, porque se demostrará a los inversores que la Argentina se encuentra en franca recuperación y eso acentuará el shock de confianza.

  El punto más conflictivo de la negociación fue la situación fiscal de las provincias. El FMI demandaba establecer una meta global de déficit, que incluyera el de la Nación y el de los distritos del interior. De ese modo, buscaba forzar al gobierno a presionar a los gobernadores a que hicieran el ajuste. "No podemos aceptar", dijeron los funcionarios, argumentando que la Nación carece de facultades para imponer pautas presupuestarias a las provincias. En contrapartida, el gobierno mostró el logró del nuevo Pacto Fiscal y las condiciones que fija a las provincias para ayudarlas a refinanciar sus deudas. Curiosamente, los gobernadores comenzaron a aceptar los planteos del gobierno cuando comprobaron la dura presión del FMI.

  Finalmente, el déficit fiscal de las provincias de este año figura en el acuerdo como un número indicativo, pero no es una meta que pueda hacer caer el pacto. El desequilibrio estimado para el conjunto de las provincias es de 2300 millones. También llevó varias horas de discusiones entre Economía y los delegados del FMI el cronograma de reducción del déficit fiscal, tanto nacional como provincial, en los próximos tres años. El organismo reclamaba que en el 2002 se llegara prácticamente al equilibrio. En definitiva, esa meta quedó postergada hasta el 2003. En cambio, el gobierno aceptó incluir como meta un nivel máximo de endeudamiento provincial.

  Cuando ya todo parecía encaminado, surgió una nueva complicación. Fue por la figura técnica del programa. El Fondo reclamó que fuera un stand by, en lugar de un Acuerdo de Facilidades Extendidas como el vigente hasta ahora. Ese fue un pedido de Larry Summers. El secretario del Tesoro de EE.UU. sostiene que se deben diferenciar los roles del Banco Mundial y del FMI. Summers quiere que el primero está para asistir a los países con préstamos de largo plazo para reformas estructurales. Y el Fondo para prevenir crisis, lo que obliga a una auditoría más estricta. Y el gobierno aceptó el monitoreo de las cuentas cada tres meses. Ello implicará que el control será sumamente estricto. Aún así, Machinea no disimulaba anoche su satisfacción.

 

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