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La obra de Shakespeare
dirigida por Daniel Lambertini y Magenia Mugica está llena de luces y de
esos duendes que encantaron a Camila. La función concentra al público en
un rincón donde la Villa supo preservarse como anfiteatro natural. Desde
allí, mientras todos aplauden para despedir a la reina que se va, Paco
Oliva, un papá espectador, se detiene a escuchar los reclamos de Martina,
su nena.
--¿Por qué la obra
duró tan poco, pa?
--Porque lo bueno dura
poco --tranquiliza él.
--Ahh --se queda
Martina--: ¿por eso el verano dura poco?
En todo caso, quienes
aquí descansan hallaron el modo de alargar hasta bien tarde las
alternativas de la arena. "La villa encanta", dice y empieza a
caracterizar este lugar Mónica Bartolucci, la directora. "Las
actividades que estamos desarrollando --cuenta-- consiguen que el lugar
pierda la solemnidad que a lo largo de estos años lo fue haciendo
marginal". Es que Villa Mitre preparó este año un programa dedicado
a la población infantil de vacaciones. Todas las actividades tienen un
soporte común: la historia. Durante el año, en la Villa funciona el
Archivo Histórico y una hemeroteca. Aunque en temporada esa actividad está
detenida, la programación intenta mantenerla presente: "Los talleres
para chicos de fotografía, de plástica o periodismo los conectan con el
pasado", sigue Bartolucci. Todos los días de la semana, desde las 19
hasta las 22, los chicos aprenden foto y revelado con métodos artesanales
o conocen a través del periodismo qué fue aquello que sucedió el día
que nacieron.
Esta variante queda
inserta entre una programación que incluye funciones de títeres, espectáculos
musicales, cuentos y teatro, cada día a partir de las 21. La participación
cuesta un peso y ese valor fue pensado también como parte de la política
expansiva del circuito. "No buscamos una difusión de lo populachero
sino de lo participativo", define ahora la directora del Ente, María
Rosa Sosolna. La mujer fija su trabajo de política cultural como una
trama soporte, profundamente expansivo. Esa apertura está marcada por los
precios y por la búsqueda de sponsores.
Desde ahí se pensó
en reactivar el circuito de las villas que cuenta con el patrocinio del
grupo ISA, este año a cargo de la casa que fue de Diógenes Urquiza y su
mujer, María Luisa Ocampo. Allí mantienen una exposición de
arquitectura y diseño sobre esa casa construida en 1908 sobre lo que se
conocía como la Loma de Tiro a la Paloma. Don Urquiza había pedido al
arquitecto Walter Basset Smith un lugar amplio para albergar a la familia
durante toda la temporada. Fue Bioy Casares cuando apenas se casaba con
Silvina Ocampo, quien terminó comprando la casa por la década del
cuarenta, en un remate. La tradición cuenta que en medio de más de cien
hectáreas de parque, se han creado las tramas fantásticas de las novelas
de Bioy. La casa es la única Villa que hoy no es propiedad del Estado.
Fue comprada por los Ciancaglini-Echegoyen que desde el '95 mantienen una
escuela privada que funciona todo el año, menos ahora que la Villa es
punto de visita turístico.
Algunas ediciones de
Sur fueron proyectadas, en cambio, entre las dos plantas que ocupaba
Victoria Ocampo en la casa de enfrente. Villa Victoria fue comprada a los
diseñadores ingleses que trabajaban para la corona. El terreno tiene tres
construcciones: aparte del casco, se conserva la vivienda de los caseros
de estilo francés y una tercera casa, bajo influencias italianas,
destinada según la leyenda a todo el personal de servicio. Por allí
pasaron Borges, María Rosa Oliver, Enrique Pezzoni, Eduardo Mallea y
Gabriela Mistral, entre otros.
Cada uno de estos
territorios historia fueron ahora pensados como un único paseo de
cuarenta y cinco minutos. Desde el bosque y en un recorrido a pie, el
circuito incluye historia, propietarios y origen arquitectónico de todas
y de la Capilla Divino Rostro, originalmente integrada a Villa Mitre.
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