Por Fernando D�Addario
Enviado especial a Cosquín
Hay
un Cosquín que excede las polémicas (las de Mahárbiz, la de Mercedes,
etc.), pero que, en algún punto, las engloba y las justifica, por su
naturaleza proclive al exceso y al absurdo. Una ciudad que de tarde, en
los balnearios, se prepara para vivir, y que de noche estalla, con su
mística inexplicable, sus miserias y sus pequeñas anécdotas que sólo
pueden ser cocinadas y digeridas aquí. Podría asegurarse que Cosquín
empieza cuando todos creen que debería terminar. Aquí va una reseña
cronológica de una jornada coscoína: 1 AM. En la Plaza Próspero Molina
tocan Los Alonsitos (chamamé pop), y las adolescentes están en llamas.
En la primera fila, dos ancianos aplauden y soportan con estoicismo
criollo las ebulliciones histéricas que llegan desde atrás. Se llaman
Omar y Alberto Biafore, son hermanos, tienen 75 y 76 años respectivamente
y una historia para contar: �Nosotros venimos a Cosquín desde hace 40
años, es decir que estuvimos desde la primera edición del festival. Y
nunca nos sentamos en otras butacas que no fueran estas donde nos ves.
Así que ya son nuestras�. Otra curiosidad: son porteños, de Parque
Patricios, y tienen más folklore adentro que cualquier paisano con traje
de gaucho. Alberto fue, además, bufetero del diario Crítica y vio cantar
a Atahualpa Yupanqui en 1934, le cuenta al cronista, como para presumir de
su background. Se acuerdan del primer Cosquín, con Margarita Palacios
cantando sólo por los aplausos. Sueñan con llevar el festival a un
campito que tienen a un par de kilómetros de la plaza, �para que los
jóvenes tengan más lugar para bailar� y mientras la chica de atrás le
pide al cronista �por favor, deciles a los chicos de Los Alonsitos que
levanten el osito de peluche que les tiré, no sé cómo no lo vieron...�,
a Alberto se le nubla la vista cuando se le pregunta qué significa para
ellos estar en Cosquín: �Es estar todo el año pensando si Dios nos va
a dar un año más de vida para venir otra vez�.
3 AM. La escapadita a la peña del Mono Leguizamón es, en rigor, el acto
reflejo de una imagen anterior, gestada durante la tarde. La cola que daba
la vuelta a la esquina parecía remitir a una convencional búsqueda de
trabajo. Y de algún modo lo era. Se trataba de músicos que esperaban
turno para arreglar una actuación en la peña. A las 3 de la mañana,
vaso de sangría mediante, Mario Gigena, del conjunto Dos para el folklore
(de Arroyito, �la ciudad de la dulzura, hasta Arcor tiene su casa
central allí�) cuenta la otra cara de la fiesta peñera: �Nosotros
tocamos desde hace 15 años. Hacemos un repertorio bien criollo, zamba,
gato y chacarera, pero nunca pudimos llegar al escenario mayor de
Cosquín. Y éste es el primer año que venimos a las peñas. Acá nos
trataron bien, pero en otras, te hacen ir, tocar, y no solamente no te
pagan, sino que no te dan nada de comer, ni un vaso de agua, y en algunas,
cuando terminás ni siquiera te dejan quedarte a ver el espectáculo. O
pagás la entrada o te echan de mala manera. Uno aguanta todo eso porque
quiere triunfar. Nosotros no tenemos ningún padrino económico y
ahorramos todo el año para poder tener unos pesos y gastarlos acá, para
que alguien nos vea, tal vez nos quiera representar, o nos contrate.
Quisiéramos llegar a vivir del folklore, no, perdón, no a vivir,
quisiéramos sobrevivir del folklore. Arriba del escenario se desgañita
Hugo Giménez Agüero con �Aoiniken�, un alegato contra la
explotación de las culturas nativas en la Patagonia.
5 AM. Camilo Carabajal (24 años) podría exponerse como ejemplo de que
Cosquín es, al mismo tiempo, un ghetto inexpugnable y una caja de
Pandora, sin que ambas situaciones constituyan contradicción alguna. La
gente lo mira con una mezcla de condescendencia azorada. Luce un peinado
post punk, tiene la cara pintada con los colores celeste y blanco (aunque
de un modo que no refrendaría Argentino Luna, por ejemplo) y los brazos
muestran una imagen similar a la insignia rasta jamaiquina. Es hijo de
Cuti Carabajal, uno de los próceres de la chacarera santiagueña. Toca la
percusión en el conjunto de Cuti y Roberto. Nació en medio de una gira
de Los Carabajal, en Barcelona, vivió 6 años en Berlín y actualmente
tiene una banda paralela a su vocación folklórica: �En Buenos Aires
armamos una banda, quese llama Intelectual Forma, y debutamos el otro día
en El Dorado. Hacemos una onda entre Portishead y Cerati, con algo de
Virus y Spinetta�. Los viejos folkloristas pasan y lo palmean, �chau
Camilito� y Camilito sonríe. �Esta gente me vio crecer, está todo
bien con ellos. Yo me crié con el bombo en el pecho, y viví todos los
legendarios �cumpleaños de la abuela� que se siguen festejando en
Santiago aun después de que la abuela murió. Sólo que también me
gustan otras cosas. En Intelectual Forma toco la batería, porque cuando
estuve en Berlín no tenían ni idea de lo que era el bombo y me tuve que
poner a aprender batería�.
6 AM. En toda la ciudad, la primera resaca de las guitarreadas convive
pacíficamente con otra resaca, la de los cuarteteros que abren la puerta
de los autos y dejan que estallen los estéreos con la música de la Mona
Jiménez. Es el momento ideal para ir a la ya mítica peña del Dúo
Coplanacu, un ghetto de alternatividad (musical, social, cultural) que
este año sufre el �asedio� de la popularidad mediática y, en
consecuencia, ahuyenta a los más puristas. Se acercan chicos para
pedirles autógrafos a los integrantes del dúo, algo antes impensado para
la �inteligentzia folklórica�. Se dice que hay algo así como una
rivalidad sorda entre los �gauhippies� y los �gauchetos�. Ni unos
ni otros se resisten, en cambio, a los encantos de Daniel, el vendedor de
cubanitos que se pasea con su smoking en medio de ansiedades de desayunos
prematuros. �Yo soy un artista más, porque también formo parte del
espectáculo. Desde hace 23 años recorro los festivales de todo el país.
Voy a la Salamanca, Ojo de agua, Tafí del Valle, hago todo el circuito,
tengo 32 juegos de smoking, que voy mechando, agarro a mi mujer, mis hijos
y salgo. Así me hice amigo de todos los músicos, que me presentan arriba
del escenario como si fuera un músico invitado más...�, dice el
hombre, 44 años, oriundo de Concepción de Tucumán. Ahí, con los Copla
(de donde salió Presagios, el grupo revelación de peñas) los chicos
bailan y bailan, toman y bailan. Parece una rave. Pero con onda.
7 AM. La peregrinación se encamina anárquicamente hacia la peña del
Colorado, una casa antigua con patio y terraza, que en tiempos �normales�
funciona como escuela de bellas artes. Está de moda, y a veces las modas
están bien. Una avalancha en la puerta indica que esta suerte de after
hours criollo es el lugar donde �se debe� estar. Ya actuaron los
chicos de Cosecha de Agosto, el Mono Villafañe, Natalia Barrionuevo,
Claudio Sosa, José Ceña, y parece increíble que haya gente con la
presencia de espíritu necesaria para pedirse un Fernet, o el vaso de
medio litro de Sangría (el trago que hegemonizó las preferencias
alcohólicas en este Cosquín) y que pueda mezclarlos con mate y chipá.
Llegan los cantores espontáneos, para quienes la frontera entre la noche
y el día se diluye con naturalidad. Ahí llega un dúo santiagueño: son
los mozos de la peña de los Copla, guitarra y bombo, chacareras del
tiempo e ñaupa y a morir. Dos parejitas concretan las insinuaciones del
anterior amanecer, y otra se desdibuja por los efectos del fernet
traicionero.
8 AM. Café con leche y medialunas, una utopía en Cosquín. Una realidad
reconfortante en la legendaria confitería Real, donde todo parece
recomenzar (lo cual causa una cierta angustia a esa hora) con bandas que
todavía esperan en la vereda para entrar a actuar. Es tiempo de volver al
hotel con las últimas migajas de dignidad, y enfrentarse a una ciudad que
tibiamente empieza a prepararse para dormir de día.
Coscoíno
Los organizadores de Cosquín esperaban
salvar las cuentas este fin de semana, con las actuaciones de Soledad
(anoche, al cierre de esta edición) y Los Nocheros hoy. El viernes,
en la plaza, hubo jornada a puro folklore joven: abrieron Los Tekia,
que hacen algo así como un carnavalito pop. Son jujeños y tienen una
platea femenina que los sigue en forma condicional. También actuaron
entre otros Cuti y Roberto (primeros referentes de la �renovación�
folklórica), Vale 4, Viviana Careaga y el militante patagónico Hugo
Giménez Agüero. Cerraron Los Alonsitos, también preferidos de las
chicas. |
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