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CRONICA DE UN DIA EN COSQUIN, DONDE TODO ES POSIBLE
El festival de laexageración

De tarde, la gente baila en los balnearios y se prepara para la noche. A la madrugada, cuando se apagan las luces de la plaza, comienza el otro Cosquín, plagado de personajes increíbles, pasiones, miserias y, también buena música. En Buenos Aires no se consigue.


Por Fernando D�Addario
Enviado especial a Cosquín

t.gif (862 bytes) Hay un Cosquín que excede las polémicas (las de Mahárbiz, la de Mercedes, etc.), pero que, en algún punto, las engloba y las justifica, por su naturaleza proclive al exceso y al absurdo. Una ciudad que de tarde, en los balnearios, se prepara para vivir, y que de noche estalla, con su mística inexplicable, sus miserias y sus pequeñas anécdotas que sólo pueden ser cocinadas y digeridas aquí. Podría asegurarse que Cosquín empieza cuando todos creen que debería terminar. Aquí va una reseña cronológica de una jornada coscoína: 1 AM. En la Plaza Próspero Molina tocan Los Alonsitos (chamamé pop), y las adolescentes están en llamas. En la primera fila, dos ancianos aplauden y soportan con estoicismo criollo las ebulliciones histéricas que llegan desde atrás. Se llaman Omar y Alberto Biafore, son hermanos, tienen 75 y 76 años respectivamente y una historia para contar: �Nosotros venimos a Cosquín desde hace 40 años, es decir que estuvimos desde la primera edición del festival. Y nunca nos sentamos en otras butacas que no fueran estas donde nos ves. Así que ya son nuestras�. Otra curiosidad: son porteños, de Parque Patricios, y tienen más folklore adentro que cualquier paisano con traje de gaucho. Alberto fue, además, bufetero del diario Crítica y vio cantar a Atahualpa Yupanqui en 1934, le cuenta al cronista, como para presumir de su background. Se acuerdan del primer Cosquín, con Margarita Palacios cantando sólo por los aplausos. Sueñan con llevar el festival a un campito que tienen a un par de kilómetros de la plaza, �para que los jóvenes tengan más lugar para bailar� y mientras la chica de atrás le pide al cronista �por favor, deciles a los chicos de Los Alonsitos que levanten el osito de peluche que les tiré, no sé cómo no lo vieron...�, a Alberto se le nubla la vista cuando se le pregunta qué significa para ellos estar en Cosquín: �Es estar todo el año pensando si Dios nos va a dar un año más de vida para venir otra vez�.
3 AM. La escapadita a la peña del Mono Leguizamón es, en rigor, el acto reflejo de una imagen anterior, gestada durante la tarde. La cola que daba la vuelta a la esquina parecía remitir a una convencional búsqueda de trabajo. Y de algún modo lo era. Se trataba de músicos que esperaban turno para arreglar una actuación en la peña. A las 3 de la mañana, vaso de sangría mediante, Mario Gigena, del conjunto Dos para el folklore (de Arroyito, �la ciudad de la dulzura, hasta Arcor tiene su casa central allí�) cuenta la otra cara de la fiesta peñera: �Nosotros tocamos desde hace 15 años. Hacemos un repertorio bien criollo, zamba, gato y chacarera, pero nunca pudimos llegar al escenario mayor de Cosquín. Y éste es el primer año que venimos a las peñas. Acá nos trataron bien, pero en otras, te hacen ir, tocar, y no solamente no te pagan, sino que no te dan nada de comer, ni un vaso de agua, y en algunas, cuando terminás ni siquiera te dejan quedarte a ver el espectáculo. O pagás la entrada o te echan de mala manera. Uno aguanta todo eso porque quiere triunfar. Nosotros no tenemos ningún padrino económico y ahorramos todo el año para poder tener unos pesos y gastarlos acá, para que alguien nos vea, tal vez nos quiera representar, o nos contrate. Quisiéramos llegar a vivir del folklore, no, perdón, no a vivir, quisiéramos sobrevivir del folklore. Arriba del escenario se desgañita Hugo Giménez Agüero con �Aoiniken�, un alegato contra la explotación de las culturas nativas en la Patagonia.
5 AM. Camilo Carabajal (24 años) podría exponerse como ejemplo de que Cosquín es, al mismo tiempo, un ghetto inexpugnable y una caja de Pandora, sin que ambas situaciones constituyan contradicción alguna. La gente lo mira con una mezcla de condescendencia azorada. Luce un peinado post punk, tiene la cara pintada con los colores celeste y blanco (aunque de un modo que no refrendaría Argentino Luna, por ejemplo) y los brazos muestran una imagen similar a la insignia rasta jamaiquina. Es hijo de Cuti Carabajal, uno de los próceres de la chacarera santiagueña. Toca la percusión en el conjunto de Cuti y Roberto. Nació en medio de una gira de Los Carabajal, en Barcelona, vivió 6 años en Berlín y actualmente tiene una banda paralela a su vocación folklórica: �En Buenos Aires armamos una banda, quese llama Intelectual Forma, y debutamos el otro día en El Dorado. Hacemos una onda entre Portishead y Cerati, con algo de Virus y Spinetta�. Los viejos folkloristas pasan y lo palmean, �chau Camilito� y Camilito sonríe. �Esta gente me vio crecer, está todo bien con ellos. Yo me crié con el bombo en el pecho, y viví todos los legendarios �cumpleaños de la abuela� que se siguen festejando en Santiago aun después de que la abuela murió. Sólo que también me gustan otras cosas. En Intelectual Forma toco la batería, porque cuando estuve en Berlín no tenían ni idea de lo que era el bombo y me tuve que poner a aprender batería�.
6 AM. En toda la ciudad, la primera resaca de las guitarreadas convive pacíficamente con otra resaca, la de los cuarteteros que abren la puerta de los autos y dejan que estallen los estéreos con la música de la Mona Jiménez. Es el momento ideal para ir a la ya mítica peña del Dúo Coplanacu, un ghetto de alternatividad (musical, social, cultural) que este año sufre el �asedio� de la popularidad mediática y, en consecuencia, ahuyenta a los más puristas. Se acercan chicos para pedirles autógrafos a los integrantes del dúo, algo antes impensado para la �inteligentzia folklórica�. Se dice que hay algo así como una rivalidad sorda entre los �gauhippies� y los �gauchetos�. Ni unos ni otros se resisten, en cambio, a los encantos de Daniel, el vendedor de cubanitos que se pasea con su smoking en medio de ansiedades de desayunos prematuros. �Yo soy un artista más, porque también formo parte del espectáculo. Desde hace 23 años recorro los festivales de todo el país. Voy a la Salamanca, Ojo de agua, Tafí del Valle, hago todo el circuito, tengo 32 juegos de smoking, que voy mechando, agarro a mi mujer, mis hijos y salgo. Así me hice amigo de todos los músicos, que me presentan arriba del escenario como si fuera un músico invitado más...�, dice el hombre, 44 años, oriundo de Concepción de Tucumán. Ahí, con los Copla (de donde salió Presagios, el grupo revelación de peñas) los chicos bailan y bailan, toman y bailan. Parece una rave. Pero con onda.
7 AM. La peregrinación se encamina anárquicamente hacia la peña del Colorado, una casa antigua con patio y terraza, que en tiempos �normales� funciona como escuela de bellas artes. Está de moda, y a veces las modas están bien. Una avalancha en la puerta indica que esta suerte de after hours criollo es el lugar donde �se debe� estar. Ya actuaron los chicos de Cosecha de Agosto, el Mono Villafañe, Natalia Barrionuevo, Claudio Sosa, José Ceña, y parece increíble que haya gente con la presencia de espíritu necesaria para pedirse un Fernet, o el vaso de medio litro de Sangría (el trago que hegemonizó las preferencias alcohólicas en este Cosquín) y que pueda mezclarlos con mate y chipá. Llegan los cantores espontáneos, para quienes la frontera entre la noche y el día se diluye con naturalidad. Ahí llega un dúo santiagueño: son los mozos de la peña de los Copla, guitarra y bombo, chacareras del tiempo e ñaupa y a morir. Dos parejitas concretan las insinuaciones del anterior amanecer, y otra se desdibuja por los efectos del fernet traicionero.
8 AM. Café con leche y medialunas, una utopía en Cosquín. Una realidad reconfortante en la legendaria confitería Real, donde todo parece recomenzar (lo cual causa una cierta angustia a esa hora) con bandas que todavía esperan en la vereda para entrar a actuar. Es tiempo de volver al hotel con las últimas migajas de dignidad, y enfrentarse a una ciudad que tibiamente empieza a prepararse para dormir de día.

 

Coscoíno

Los organizadores de Cosquín esperaban salvar las cuentas este fin de semana, con las actuaciones de Soledad (anoche, al cierre de esta edición) y Los Nocheros hoy. El viernes, en la plaza, hubo jornada a puro folklore joven: abrieron Los Tekia, que hacen algo así como un carnavalito pop. Son jujeños y tienen una platea femenina que los sigue en forma condicional. También actuaron entre otros Cuti y Roberto (primeros referentes de la �renovación� folklórica), Vale 4, Viviana Careaga y el militante patagónico Hugo Giménez Agüero. Cerraron Los Alonsitos, también preferidos de las chicas.

 

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