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Es cierto que terminó
el '99 como irreprochable número uno del mundo. También es verdad que
durante la temporada pasada --triunfos en Roland Garros y el US Open
mediante-- ningún otro jugador obtuvo mejores resultados que él. Nadie
puede argumentar contra su logro histórico: desde 1969, y durante 30 años,
no hubo tenista alguno que pudiera ganar durante su carrera los cuatro títulos
de Grand Slam; Agassi rompió esa racha en París. Pero algo faltaba para
que el ex muchacho de neón fuera verdaderamente indiscutido.
Sí, le faltaba
demostrar que podía extender su dominio durante algo más que unos meses.
Y, sobre todo, debía convencer al resto del mundo --quizás también al
él mismo-- de que, cuando verdaderamente cuenta, era capaz de sortear ese
escollo con forma de sombra llamado Pete Sampras.
Por eso, este
Australian Open que acaba de finalizar está cargado de trascendencia.
Sobre el rebound ace del Melbourne Park, el definitivo recambio en la cima
del tenis mundial ha comenzado a gestarse. El rey de los '90 (Pistol Pete)
tiene un auténtico heredero. Y después de lo visto en Australia, el
inminente traspaso de corona ya no encuentra objeciones.
Cerca de cumplir los
30 (lo hará el próximo 29 de abril), Agassi hace tiempo dejó de ser el
"niño en Ferrari" que revolucionó el tenis a fines de los '80
con su look pelilargo --"new romantic", solía bautizarlo él--
y un juego pirotécnico. Pero recién ahora, cuando el cabello ya no está,
su tenis ha llegado a una completa maduración. Y nada mejor que este
camino victorioso rumbo a su segundo título en Melbourne para
confirmarlo.
Durante mucho tiempo,
Agassi fue señalado en el circuito como el más famoso de los
"cobardes". En partidos complicados, él solía arrugar. Hoy, de
aquellos años sólo le queda su engañosa cara de susto permanente. En
Australia les ganó a todos, en algunos casos viniendo desde atrás.
Aniquiló primero a Mark Philippoussis, enorme favorito para llevarse el título,
en octavos de final. Luego se bancó estar dos sets a uno abajo y a dos
puntos de quedar eliminado ante Sampras, en semifinales. Y en la madrugada
de ayer se recuperó de un comienzo desafortunado (4-0 abajo en el
arranque, con paliza de Kafelnikov) para llevarse con autoridad el título.
"Fue increíble cómo
él pudo recobrarse después de perder el primer set y, básicamente,
continuar elevando su juego por el resto del partido", señaló el
ruso, campeón del Abierto australiano en 1998. "Ese es un aspecto
del juego en el que ha mejorado enormemente."
El otro aspecto clave
tiene que ver con su físico. Agassi ya no es más el joven débil que se
entregaba, sin fuerzas, en casi todos los quintos sets que debía jugar.
Tampoco es ese muchacho regordete --"estoy trabajando mi
cuerpo", solía mentir-- que acostumbraba respetar la estricta dieta
de "todos los días, McDonald's". "Ahora me siento más
fuerte y atlético que nunca", confesó ayer, tras su victoria.
"Jamás tuve este estado físico y me moví como lo estoy haciendo
ahora. Eso me permite encarar tranquilo los partidos largos. Creo que
ahora tengo la plataforma perfecta desde la cual desarrollar mi
juego."
Esa plataforma también
incluye el aspecto emocional. Maltratado por su padre Mike cuando recién
comenzaba a jugar, perseguido por las presiones que su misma imagen solía
provocar, Agassi parece ahora haber encontrado el equilibrio justo. Y
hasta reconoce estar incorporando enseñanzas de su nueva pareja, Steffi
Graf. "Hay muchas cosas que se pueden aprender de un campeón, y ella
lo es", se confesó por primera vez el norteamericano en Australia.
"Ella tuvo una magnífica carrera, siempre brilló, y hasta decidió
dar el atemorizante paso hacia el retiro. Verla hacer eso me ayuda."
Claro que Agassi está
lejos de pensar en el retiro. "Ahora soy mucho mejor jugador que en
1995, cuando gané por primera vez aquí. No hay nada en mi carrera que se
pueda comparar a estos últimos ocho meses, desde que gané en París. Ha
sido una vida loca, pero he aprendido de ella. Me he enseñado a mí
mismo. Y de alguna manera, ahora las dificultades a las que me enfrento en
una cancha ya no parecen tan problemáticas como antes."
Señores, el príncipe
de 29 años está listo para aceptar la corona. Se llama Andre Agassi. Que
empiece la ceremonia. Y si es en Las Vegas, mejor.
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