Hace
algunos años, cuando la mujer incursionó en el mercado del trabajo
rentado --porque convengamos que en el mercado del trabajo estuvo
desde las primeras épocas de la humanidad--, la consigna por la que
luchábamos era "a igual trabajo igual remuneración". Tenía
que ver con el desvalor del trabajo de la mujer: se consideraba que la
mano de obra femenina era de baja calidad.
Con enorme sacrificio,
dejando de lado las posiciones cómodas, la mujer del siglo XXI acepta
el desafío y sin período de transición hoy encuentra su lugar en la
sociedad. No resulta fácil; los hombres, con los que compartimos el
hogar y el mundo del trabajo, no asumen la necesidad de compartir el
trabajo doméstico. Allí surge la primera diferencia: la mujer no sólo
trabaja para la procura de una renta, sino que también trabaja en el
ámbito doméstico (¡y cómo!).
Si bien logramos que a igual
trabajo se establezca igual salario, no es menos cierto que la
feminización de las tareas menos rentadas hoy es una realidad: la
mano de obra femenina se ocupa en rubros casi fundamentalmente de
servicios, donde la edad juega un papel fundamental (secretarias,
docentes, empleadas de comercio, domésticas, promotoras, etc.) También
es una realidad cotidiana de cada mujer que pretende su lugar en el
mundo el ya familiar "techo de cristal", esa suerte de valla
que se coloca en los lugares de decisión, donde se valoran más las
cualidades masculinas para el mando que las femeninas: es en estos
espacios donde la mayoría de las veces no sólo se toma en cuenta el
conocimiento sino también la experiencia, la edad. Y suelen ser el
sitio prohibido para las mujeres.
Otro dato de la realidad es
que hoy la mujer llega a un puesto de trabajo para quedarse. Antes
generalmente al momento de tener el hijo y criarlo se retiraba para
volver cuando el hijo pudiera valerse por sí mismo. Hoy, las
necesidades de mantener a la par del hombre la economía familiar,
hacen que la mujer llegue al trabajo rentado y permanezca con lo cual
a los 50 o 60 años ha logrado permanecer por mas de 25 años
aportando a la economía familiar y social.
Son todos datos de la
realidad laboral de la mujer, que no se deben dejar de evaluar al
estudiar proyectos que eleven su edad jubilatoria, caso contrario
estaríamos confinando a las mujeres mayores de 60 años a no tener
trabajo ni jubilación.
Resulta cuanto menos
inexplicable que el actual ministro de Economía insista con esta
medida, y por otra parte incluya (artículo 15 del Presupuesto
nacional) el retiro voluntario de trabajadores del Estado. Resulta
inexplicable que se insista en precarizar las condiciones de trabajo
para crear trabajo y por otro lado se pretenda dejar obligatoriamente
a la mujer en ese mismo mercado de trabajo, al cual se considera tan
reducido que en el mundo se estudian medidas para que el poco trabajo
que hay se reparta más. Ejemplo: jornada de 35 horas en Francia.
¿Estamos ante medidas que
nos permitan ser optimistas por la seriedad, o sólo vemos cómo
nuevamente se quiere tapar el sol con la mano?
La falta de empleo no se
resolverá si se siguen sacralizando las recetas que economistas foráneos
intentan imponer. No es elevando la edad jubilatoria de la mujer como
vamos a resolver ni la falta de empleo ni la falta de recursos de la
seguridad social.
* Diputada nacional del PJ.
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