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OPINION

Tapar el sol con las manos

Por Graciela Camaño *

Hace algunos años, cuando la mujer incursionó en el mercado del trabajo rentado --porque convengamos que en el mercado del trabajo estuvo desde las primeras épocas de la humanidad--, la consigna por la que luchábamos era "a igual trabajo igual remuneración". Tenía que ver con el desvalor del trabajo de la mujer: se consideraba que la mano de obra femenina era de baja calidad.

  Con enorme sacrificio, dejando de lado las posiciones cómodas, la mujer del siglo XXI acepta el desafío y sin período de transición hoy encuentra su lugar en la sociedad. No resulta fácil; los hombres, con los que compartimos el hogar y el mundo del trabajo, no asumen la necesidad de compartir el trabajo doméstico. Allí surge la primera diferencia: la mujer no sólo trabaja para la procura de una renta, sino que también trabaja en el ámbito doméstico (¡y cómo!).

  Si bien logramos que a igual trabajo se establezca igual salario, no es menos cierto que la feminización de las tareas menos rentadas hoy es una realidad: la mano de obra femenina se ocupa en rubros casi fundamentalmente de servicios, donde la edad juega un papel fundamental (secretarias, docentes, empleadas de comercio, domésticas, promotoras, etc.) También es una realidad cotidiana de cada mujer que pretende su lugar en el mundo el ya familiar "techo de cristal", esa suerte de valla que se coloca en los lugares de decisión, donde se valoran más las cualidades masculinas para el mando que las femeninas: es en estos espacios donde la mayoría de las veces no sólo se toma en cuenta el conocimiento sino también la experiencia, la edad. Y suelen ser el sitio prohibido para las mujeres.

  Otro dato de la realidad es que hoy la mujer llega a un puesto de trabajo para quedarse. Antes generalmente al momento de tener el hijo y criarlo se retiraba para volver cuando el hijo pudiera valerse por sí mismo. Hoy, las necesidades de mantener a la par del hombre la economía familiar, hacen que la mujer llegue al trabajo rentado y permanezca con lo cual a los 50 o 60 años ha logrado permanecer por mas de 25 años aportando a la economía familiar y social.

  Son todos datos de la realidad laboral de la mujer, que no se deben dejar de evaluar al estudiar proyectos que eleven su edad jubilatoria, caso contrario estaríamos confinando a las mujeres mayores de 60 años a no tener trabajo ni jubilación.

  Resulta cuanto menos inexplicable que el actual ministro de Economía insista con esta medida, y por otra parte incluya (artículo 15 del Presupuesto nacional) el retiro voluntario de trabajadores del Estado. Resulta inexplicable que se insista en precarizar las condiciones de trabajo para crear trabajo y por otro lado se pretenda dejar obligatoriamente a la mujer en ese mismo mercado de trabajo, al cual se considera tan reducido que en el mundo se estudian medidas para que el poco trabajo que hay se reparta más. Ejemplo: jornada de 35 horas en Francia.

  ¿Estamos ante medidas que nos permitan ser optimistas por la seriedad, o sólo vemos cómo nuevamente se quiere tapar el sol con la mano?

  La falta de empleo no se resolverá si se siguen sacralizando las recetas que economistas foráneos intentan imponer. No es elevando la edad jubilatoria de la mujer como vamos a resolver ni la falta de empleo ni la falta de recursos de la seguridad social.

  * Diputada nacional del PJ.

 

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