Como
parte de un programa de reconversión
lumínica de edificios tradicionales, fue
cubierto con lámparas de última generación |
El Planetario se construyó en
1967 y en su estructura soporta el imaginario de aquella época:
"Es un modernismo utópico que tiene características de fantasía y
de lo lúdico", explica el arquitecto Daniel Smith, encargado de la
obra. De acuerdo con esa perspectiva, el Planetario como discurso simbólico
se lee como parte de la época donde primaba el Estado de bienestar. En
Buenos Aires, década del sesenta, sus luces fueron pensadas en forma
plana. Las refracciones eran directas, generadas en mayor proporción
desde el interior de las ventanas hacia afuera.
Ahora todo es al revés:
"El Planetario tiene parámetros del inconsciente social, de elemento
de la infancia, y lo que hicimos fue respetar ese lenguaje lúdico del
edificio", sigue Smith. Para hacerlo, la clave fue la elección de
luces. Cúpula y anillo vidriado tienen lámparas de xenón, en total 330.
Comenzaron a usarse hace sólo dos años en Europa como tecnología de
punta. Los motivos para definirla de ese modo son tres: por sus características,
permite que se mimeticen con la fachada, sin agredir al edificio. Tienen
larga vida útil, costo bajo y tono lumínico muy cálido.
El juego a partir del trabajo
sobre las luces permitió la creación de dos subzonas sobre la fachada.
El área pública, sobre la parte de arriba, está trabajada con tonos cálidos,
mientras que la de mantenimiento y de funcionamiento del edificio son de
tonos fríos, generados por 40 lámparas de mercurio halogenado. Entre los
arreglos de composición sobre la cúpula, los arquitectos trabajaron un
sistema de sucesión de brillos focalizados sobre la superficie.
La obra fue trabajada en tres
etapas: cúpula, anillo y bosque, con una inversión completa de 290 mil
pesos. Las luces del parque fueron diseñadas como protagonistas de una
obra donde el Planetario no podía perder el primer plano. El
subsecretario de Alumbrado Público, Gabriel Ciribeni, destaca la
originalidad del sistema utilizado: hasta ahora nunca fue usado en parques
y paseos públicos. "Los artefactos (lámparas) se colocaron
embutidos con iluminación rasante para resaltar las características del
Planetario", dice. La misma línea se siguió en los racimos de árboles
y, alrededor del lago, se dispusieron 28 lámparas de iluminación
rasante.
El arquitecto Smith no quiere
conceptualizar demasiado. "Quiero terminar con el mito de las
fachadas históricas, porque el Planetario y todos los edificios de Buenos
Aires no tienen demasiado valor histórico", dice. Sabe que el
planteo puede generar arduas riñas entre aficionados y especialistas.
"Básicamente, acompañamos la arquitectura --explica-- y
revalorizamos un cuerpo más valorado por lo afectivo: carga con los
recuerdos de cuando éramos niños." El juego de luces planetario queda incorporado así a la restauración lumínica de las fachadas más tradicionales de la urbe. Con la misma tendencia se diseñó el frente del Teatro Colón ya inaugurado y el Centro Cultural Recoleta. Para los próximos días quedan aún por terminarse el edificio del colegio Bernasconi y el Resero de Mataderos, sede de un legendario centro cultural. En obra se encuentran el invernadero del Jardín Botánico y una reformulación lumínica sobre el frente de varias iglesias.
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