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OPINION

Otro modelo es posible

Por Claudio Uriarte

Por fin empieza a surgir, en el centro de Europa (que, como Estados Unidos y China, tiene el hábito de considerarse el centro del mundo), una alternativa realmente drástica a la globalización y al pensamiento único, que gatillan una redistribución de ingresos que deja a los ricos más ricos y a los pobres, más pobres. Se trata de una corriente política que rechaza de plano todos los presupuestos --generados por el neoliberalismo salvaje-- acerca de la necesidad de un Estado mínimo, y poco intervencionista en la economía. Por el contrario, son antiliberales y proponen un Estado fuerte y subsidios familiares igualmente fuertes (alrededor de 500 euros, o un poco menos si se lo mide en dólares) por mes para una familia tipo.   Esta corriente va mucho más allá en estos asuntos que la vieja socialdemocracia europea --que sólo sobrevive como tal en Francia, y con pronóstico reservado-- y desde luego es infinitamente más protectiva desde el ángulo social que la Tercera Vía, que bajo los liderazgos de Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schroeder en Alemania se dedica afanosamente a destruir los últimos vestigios del Estado de bienestar que Margaret Thatcher y Helmut Kohl habían dejado intactos. También rechazan la "macdonalización" del mundo, ese verdadero imperialismo cultural que uniforma gustos y tendencias desde Buenos Aires hasta Moscú, desde Nueva York hasta Pekín y subrayan, en cambio, identidades nacionales que parecían suprimidas. Descreen profundamente --como lo hace el hombre de la calle-- de la eurocracia de Bruselas, ese conjunto de remotas instituciones que no responden a las necesidades de la gente --como mantener el Estado de bienestar-- y sólo respeta la fría y abstracta dictadura de los números. Y rechazan tajantemente las consecuencias de la globalización, algunas de las cuales han sido el desarraigo, el desamparo, la falta de identidad y la proliferación de "no lugares" tales como los shopping-centers y los aeropuertos, en lo cual ha colaborado fuertemente la globalización del mercado de trabajo, con sus inherentes consecuencias en términos de desplazamientos de población. Por si fuera poco, esta posición alternativa ama decididamente la naturaleza y la vida sana.

  Esa alternativa se llama Joerg Haider, líder del neonazi Partido de la Libertad (FPOe), que quiere reintegrarse con Alemania y expulsar a los inmigrantes y reivindica las políticas de (pleno) empleo de Adolf Hitler. Es una alternativa horrenda a la globalización, pero saca hoy el 33 por ciento de los votos en Austria, y es una advertencia para los hipercríticos del liberalismo.

 

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