Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


"No quiero estancarme, ni tampoco perder la esencia"

Así se refirió Soledad en su momento de transición, que quedó patente en Cosquín. Los Nocheros cerraron anoche el Festival, que repartió la "Consagración" entre Luciano Pereyra y el Dúo Coplanacu



Soledad comenzó su show con evidente pánico, colgada de una grúa, en lo más alto del escenario

Por Fernando D'Addario 
Desde Cosquín

t.gif (862 bytes) 
La imagen que ofreció Soledad, el sábado en la Plaza Próspero Molina, está a tono con un período de transición que parece haber contagiado también a su público: una furia contenida, lindante en la prolijidad estudiada, se trasladaba a su legión de fans, que salvo en los momentos clave ("A don Ata", por ejemplo) se mostró cauto en el revoleo de prendas y souvenirs, como si hubiese esperado, en vano, una señal para liberar tanta adrenalina contenida. Sí quedó claro que Soledad no va a renunciar en el corto plazo a su vocación telúrica. Allí está su base popular y su naturaleza artística. "Yo quiero ser una artista popular, pero seguir creciendo. No quiero estancarme, pero tampoco perder la esencia", dijo la ex adolescente de Arequito (aunque Mahárbiz se empeñe en seguir llamándola "chiquilina") a Página/12, buscando hacer pie en su nueva realidad.

  Anoche, Los Nocheros certificaron, ante una plaza colmada, que son los artistas folklóricos más exitosos de la actualidad. También anoche, el Dúo Coplanacu y Luciano Pereyra se adjudicaron el premio Consagración (que Los Nocheros obtuvieron hace 6 años), con lo cual se institucionalizó una realidad que venía evidenciándose en las últimas ediciones: el folklore argentino está virtualmente partido en dos. Hay un fenómeno comercial, que fomenta la aparición de artistas de tono romántico, apto para adolescentes, y un folklore alternativo y de buena calidad, cada vez más comercial, que quiere su parte de la torta coscoína. En el medio sigue colándose Soledad, a quien todos los años le auguran la declinación definitiva y cada vez ratifica que su popularidad está intacta.

  "Todos siguen esperando que revolee el poncho, por eso estamos haciendo un esfuerzo muy grande para poder renovarme. No es fácil porque, haga lo que haga, siempre va a haber gente que se va a molestar." La frase de Soledad no es antojadiza: es muy común escuchar ahora a viejos detractores añorando los tiempos en que la niña de Arequito era un aluvión criollo. Esa Soledad "auténtica", hoy jaqueada por ansias (ajenas) de conquista latinoamericana, es ya objeto de nostalgia. Lo que viene es una incógnita, y depende de la prudencia de quienes la manejan. Anteanoche no se caracterizaron precisamente por la prudencia. Bosquejaron para Soledad un show en el que el circo primó sobre lo estrictamente musical. En la apertura se colgó de una especie de grúa, de la que descendió (con evidente pánico) desde lo más alto del escenario Atahualpa Yupanqui... quien por suerte no fue testigo de la escena. El recital, con mucho papel picado, serpentinas y coreografías murgueras con aroma a Miami, transitó los carriles de la lógica. Un silencio expectante se apoderaba de la platea cada vez que la joven se internaba en el repertorio de su último disco Yo sí quiero a mi país, especialmente con temas absolutamente ajenos al folklore argento, como "Aquel bahiano".

  Sólo los más fanáticos compran todo lo que Soledad les ofrece, ya sea películas malas, híbridos latinos y prolijidad forzada. La mayoría de los fans la quieren criollita y lanzada en velocidad, ingenua y sencilla, como si esos condimentos la hicieran más "de Arequito", más del común de la gente. "Mi próximo disco, que voy a grabar antes de fin de año, va a tener más cosas de acá", avisa, y su anuncio es coherente con la realidad. Así como su aparición en la Argentina fue genuina, la Soledad "for export" fue prefabricada. Y el "producto" no funcionó. En España le piden que cante "A don Ata", no "Yo sí quiero a mi país", una canción que es casi un pedido de disculpas por el desliz cometido con Emilio Estefan. En Cosquín directamente ignoraron su perfil internacional. Prefieren verla como lo que siempre fue: un arrebato de argentinidad, con todo lo bueno y lo malo que ello implica.

 

PRINCIPAL