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"TODO SOBRE MI MADRE", DE PEDRO ALMODOVAR, ARRASO EN LA EDICION '99 DE LOS GOYA
Siete premios más para la repisa

Almodóvar, eufórico en la entrega que esta vez se celebró en Barcelona. Su film va directo al Oscar de Hollywood

El film del español se convirtió en un tanque que arrasa en todas las entregas de galardones cinematográficos, y se prepara para la ceremonia del Oscar. La Academia española distinguió a Almodóvar como mejor director, y la argentina Cecilia Roth obtuvo el premio a la mejor actriz.


Por Rodrigo Fresán 
Desde Barcelona

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Tres rasgos claros y precisos marcaron la catorceava entrega de los Premio Goya al cine español, el sábado por la noche. El primero era dejar atrás --bien atrás-- el escandalete protagonizado por el oscarizado José Luis Garci, a quien en 1999 se acusó de intentar la compra de votos para su película El abuelo. Entonces, al final, la ganadora fue La niña de mis ojos de Fernando Trueba y Garci renunció a la Academia y hasta la próxima. El segundo --tal vez para subrayar eso de que mejor poner un poco de distancia y no volver tan rápido a la escena del crimen-- fue mudar por una vez, por primera vez, todo el asunto a Barcelona. El traslado de la centralista Madrid al fortín catalán fue interpretado, por algunos, como un acontecimiento político de la envergadura de la entrega del canal a Panamá o la devolución de Hong Kong a sus dueños naturales, mientras que a más de uno no le parecía nada mal eso de pasar un fin de semana junto al mar. El tercero era una supuesta y postergadísima reconciliación de la Academia del Cine con el director Pedro Almodóvar. Con ya más de cuarenta premios internacionales en su haber y firme candidata al Oscar que se viene, la perfecta Todo sobre mi madre parecía el motivo y coartada perfectos para que, de una buena vez por todas, los españoles del celuloide se dejaran de joder a Pedrito y reconocieran que, si no fuera por él, las cosas serían muy distintas. Hasta el sábado pasado, Almodóvar --el cineasta español más universal desde Luis Buñuel-- había sido esquivado con elegancia y/o grosería por los académicos: La ley del deseo no obtuvo ninguna nominación; Mujeres al borde de un ataque de nervios ganó cinco de los dieciséis a los que optaba; ¡Atame! (15 nominaciones), Tacones lejanos (5 nominaciones) y La flor de mi secreto (siete nominaciones) se volvieron a casa sin nada. Y nunca mejor director, hostias. ¿Qué habrá hecho él para merecer eso?, cabe preguntarse y sobra espacio.

  Al final todo salió más o menos bien: Aitana Sánchez-Gijón, la actriz-presidenta de la Academia del Cine resplandeció junto al príncipe Felipe; ahí estaban los premios a repartir (unos bustos cabezones y pesados, curiosamente parecidos a esos Beethoven para poner encima del piano que alguna vez pesaron siete kilos y ahora casi tres); la ropa era elegante y de marca; la transmisión para televisión ofreció los errores de rigor; nadie se acordó de Garci; la ceremonia resultó divertidamente aburrida o viceversa (como la de los Oscar) y un poco solemne (como corresponde a todo lo catalán), y Almodóvar se alzó con siete de los catorce premios a los que estaba nominada Todo sobre mi madre --incluyendo mejor película, mejor dirección, mejor actriz protagónica (el segundo de Cecilia Roth, ausente con aviso), mejor dirección de producción-- y perdiendo por el camino dos Goyas que le pertenecían por derecho propio: el de mejor guión original (Pedro Almodóvar) y el de mejor actriz revelación (el portentoso travesti Agrado, creación de Antonia San Juan, quien tuvo la responsabilidad de conducir la ceremonia con una tensa y cauta compostura, tal vez obligada por la presencia del principito, quien suele acudir a este tipo de magno evento con la sonrisa automática y real de quien está pensando en cualquier otra cosa).

  Lo que perdió Almodóvar lo ganó Solas, del debutante Benito Zambrano. Película humilde y bien intencionada y, en momentos, demasiado cerca de ese nuevo cinema-verité políticamente correcto donde las historias más terribles y tristes y sórdidas caen sobre el espectador con una potencia justiciera que, finalmente, da ganas de salir corriendo a ver otra vez Matrix o lo que venga, pero, por favor, con muchos efectos especiales. Solas se llevó cinco premios y puso la cuota indie mientras que Goya en Burdeos, didáctico y esteticista film de Carlos Saura con la colaboración de La Fura des Baus, se llevaba otros cinco entre los que se encontraban los principales rubros técnicos y el de mejor actor para Francisco Rabal, quien puso al auditorio de pie en el primer momento emocionante de la noche.

  Las grandes perdedoras fueron Cuando vuelvas a mi lado de Gracia Querejeta --una noble y bien intencionda película perteneciente al género "intensa película de mujeres hecha por mujeres intensas" con el cubano profesional Jorge Perugorría en su elenco-- y La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda. Esta última --que competía en trece categorías y se llevó, apenas, la de mejor guión adaptado-- es una perfecta muestra del estado de situación del presente cine español: profesional, correcta hasta la obviedad y con poco que la diferencia de cualquier otro film por el estilo de cualquier otro país civilizado, La lengua de las mariposas es una eficaz "película con nenito en tiempos difíciles". Es decir, film de iniciación durante la Guerra Civil que pretende parecerse a la magnífica Adiós a los niños de Louis Malle, no llega a la altura de Las bicicletas son para el verano y se decide por eso que suele llamarse "cine de hábil artesano" y que remite más a Alan Parker que a Frank Capra, por supuesto. En resumen: un producto digno y representativo de un cine en ascenso donde cada día se filma más y se venden más entradas y casi todos son felices y lo cierto es que ganar un Goya importa y vale y cambia la suerte o la prolonga. Las cada vez más numerosas propuestas under representadas por el histórico Luis Berlanga en París Tombuctú (Goya al mejor actor de reparto) brillaron por su ausencia y tal vez fueran compensadas --simbólica y ectoplasmáticamente-- por la sentida y breve evocación del fantasma de Luis Buñuel, de quien comienza a festejarse su año centenario, o por el premio especial al veterano Antonio Isasi Isamendi, patriarca del cine kitsch-aventurero-austinpoweresco de los años 60 y 70. Roberto Benigni le ganó el Goya a Mejor Película Europea a la otra favorita --la deprimente y denunciadora Hoy empieza todo de Bertrand Tavernier-- y, por suerte, no pudo acudir a la ceremonia a hacer de las suyas.

  Una vez más --como suele ocurrir en estas galas-- el final fue lo mejor tal vez por la sencilla razón de que era el final. Almodóvar --quien horas atrás, en una entrevista, había advertido que "lo importante no es que te den premios sino que no te los den; eso sí que significa algo, porque hay una decisión clara de enviar un mensaje"-- agradeció a Barcelona "la buena suerte que le dio" (Todo sobre mi madre transcurre en esta ciudad), reveló que era el cumpleaños del príncipe, se lamentó de "no ser un poco más Marilyn para cantarle el feliz cumpleaños", obligó a todo el auditorio a hacerlo, se atragantó con sus lágrimas y con el recuerdo de su madre recientemente fallecida, se definió como "la madre de todo mi equipo" y, seguro, se fue rápido a recoger algún otro merecido premio por ahí.

  A modo de despedida: debería otorgarse ya el Goya a la Peor Educación a una tal Teresa López, responsable de atender a periodistas y repartir acreditaciones. Y de paso: ¿alguien podrá explicar por qué el nombre de un premio cinematográfico lleva el nombre de un pintor?

 

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