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Una adhesión menor
lograron la Suite generis de Alberto Méndez sobre música de Haendel y
Haydn, y Esperando el mañana, una coreografía que Marcela Criquet estrenó
en la reciente
temporada del Ballet Argentino en el Luna Park, en noviembre del siglo
pasado. Como cierre de programa, el compilado "Bocca Rock",
generado en 1998 bajo la batuta de Ricky Pashkus y comandando un team de
cuatro coreógrafos contemporáneos: Gustavo Lesgart, Inés Sanguinetti,
Diana Szeinblum y la propia Criquet. Cada uno de ellos da su impronta a la
sección que le ha tocado regentear, dando lugar a un eclecticismo que
funciona mejor en algunos pasajes que en otros. Los mejores momentos
fueron el solo de Julio para "Rasguña las piedras", de Sui
Generis (con la marca de Szeinblum), el desfile de ropa en el que la
vestuarista Renata Schussheim despliega su imaginario psicodélico, y el
sexteto femenino con "Fondo Monetario Internacional" (Viuda e
Hijas de Roque Enroll), donde se demuestra que twist y piqués de ballet
clásico pueden integrarse estéticamente de modo kitsch. Lo que une todo
es la banda armada por el maestro indiscutido del collage musical para
coreografías, Edgardo Rudnitzky.
"Julio es un pibe
de barrio, superrespetuoso y tranquilo. Venía a mi estudio durante todo
el proceso de selección y armado de la banda. Cada vez que nos encontrábamos
charlábamos de los temas a elegir y su respuesta siempre era la misma:
'Bueno, como vos digas', fue el comentario que Rudnitzky hizo a Página/12
en el momento del estreno de "Bocca Rock". Muchos de los temas
que desfilaron encadenados el sábado en River (desde "La Balsa"
hasta "Matador", pasando por "Catalina Bahía",
"Mil horas" y el infaltable "Muchacha") despertaban
una reacción de empatía instantánea entre los del palo, quienes sacaban
a relucir memorias, gargantas y palmas hasta hace pocos minutos
indiferentes. Párrafo aparte, aunque por reiterativo no menos veraz, para la increíble performance física de Bocca. Lejos de cristalizarse en un modo académico, el bailarín desarrolla un despliegue energético y un estilo muy personal al tiempo que natural, cuyo peso mayor lo da la seducción que ejerce sobre todos los presentes, espectadores y compañeros. Esa seducción se evidencia en su arrojo y desvergüenza en escena y se origina en parte debido a su propio goce del movimiento. La emisión en pantalla permitió al público acceder a momentos de intimidad, como cuando está Bocca se prepara para atacar una larga serie de ronds de jambre fouetté, a medias oculto por los otros bailarines. En ese instante de menor exposición se lo vio gozando con el simple hecho de bailar porque sí.
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