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El adelanto ecológico que pone en riesgo las exportaciones argentinas

Los ecologistas consideran que el flamante protocolo internacional sobre alimentos transgénicos es un avance "histórico", aunque reconocen que afectará las ventas argentinas al exterior.


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"Es un paso histórico en la lucha contra los alimentos genéticamente modificados", festejó ayer Emiliano Ezcurra, coordinador argentino de la campaña de Biodiversidad de Greenpeace, recién llegado de Montreal, donde el sábado 131 países alcanzaron por primera vez un acuerdo internacional para regular el comercio de organismos genéticamente modificados (OGM), ante la preocupación de que puedan afectar el medio ambiente y la salud. El flamante Protocolo de Biodiversidad estableció que los cargamentos de alimentos transgénicos, incluidas semillas, deberán llevar una etiqueta de advertencia que los identifique. Además, cualquier país podrá rechazar importaciones de seres vivos con modificaciones genéticas cuando haya dudas o información insuficiente sobre sus riesgos potenciales. Según la Red Alerta Sobre Transgénicos, integrada por Greenpeace y otras ocho entidades ecologistas locales, estas medidas afectarán "en forma catastrófica" las exportaciones de la Argentina, por ser uno de los principales vendedores de soja transgénica del mundo.

  "El Protocolo es un gran avance porque este tipo de tecnologías estaba sin control", señaló Jorge Rulli, de la Red. "Pero a la Argentina se le plantea un horizonte bastante negro porque a corto plazo puede quedarse sin mercados para sus exportaciones. El acuerdo le da más armas a Europa para negarse a recibir alimentos transgénicos", agregó.

  El Protocolo fue adoptado en la Convención de Seguridad Biológica de la ONU, que sesionó en la última semana en Montreal. Entrará en vigor una vez que sea ratificado por el 50 por ciento de los países signatarios, operación que demandaría, al menos, un par de años. Sin embargo, su importancia es trascendente. "Se trata de un paso histórico para la protección del medio ambiente y de los consumidores contra los peligros de la ingeniería genética", destacó Benny Haerlin, coordinador internacional de campañas de Greenpeace. El acuerdo se alcanzó tras cinco años de discusiones y desentendimientos entre dos bloques bien diferenciados: por un lado, la Unión Europea, y por el otro, el llamado Grupo de Miami, un consorcio de países exportadores de granos que agrupa a la Argentina, Estados Unidos, Canadá, Chile, Uruguay y Australia.

  La UE tuvo que resignar, finalmente, que el etiquetado de los cargamentos de semillas no lleven un detallado "prospecto" con toda la información sobre las modificaciones genéticas que contengan. Sólo será suficiente una identificación genérica. Por otra parte, el Protocolo no difinió si prevalece sobre la libertad de comercio defendida por los acuerdos alcanzados en el seno de la Organización Mundial de Comercio.

  La delegación argentina en la cumbre mundial que finalizó el sábado estuvo encabezada por la embajadora Elsa Kelly, e integrada por el subsecretario de Ordenamiento y Política Ambiental, Rubén Darío Patrouilleau, entre otros funcionarios. Ayer, tanto la Cancillería como la Secretaría de Medio Ambiente aún no habían evaluado el impacto del Protocolo sobre la Argentina. El país es uno de los principales exportadores de alimentos transgénicos, después de Estados Unidos. Hasta el momento, la Argentina aprobó tres OGM (algodón, maíz y soja transgénicos) y hay alrededor de 80 cultivos en ensayo. Todos ellos poseen algún gen de otra especie en sus células. Las plantaciones de soja, que resiste herbicidas, ocupan casi cuatro millones de hectáreas. El 80 por ciento de la soja transgénica se exporta. 

  La principal resistencia contra los alimentos transgénicos crece entre los consumidores europeos, que temen consecuencias sanitarias y ambientales. "Los mayores riesgos corren por cuenta de los genes que provocan resistencia a ciertos antibióticos, que los científicos insertan en las células con el único propósito de saber si el transplante de genes prendió. Además, pueden provocar alergias masivas. En relación al ambiente, el peligro es que el polen de las plantas resistentes a los herbicidas se traslade hacia las plantas vecinas, transformándolas en grandes malezas invencibles", explicó Rulli, de la Red Alerta sobre Transgénicos. Sin embargo, no es lo único en juego. Hay grandes intereses económicos en danza. Estados Unidos le está ganando mercados a la Unión Europea, que tiene su sector rural subsidiado, con un bajísimo nivel de producción transgénica. El tema científico ocupa un segundo lugar: la pelea se centra en el control de la economía y el comercio internacional.

 

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