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DANIEL LARRIQUETA ADELANTA LOS PLANES PARA EL 2000 DE LA ORGANIZACION ALVEAR
"Hoy  el público quiere verse reflejado"

El director del complejo teatral, que abarca también al Regio, el Sarmiento y el Teatro de la Ribera, dice que "todavía tenemos que terminar de dibujarle el alma", y planea una programación que combine obras clásicas nacionales y representantes de las nuevas vanguardias. Para ello cuenta con un presupuesto de 8 millones.

Larriqueta posee una experiencia que abarca el periodismo, el ensayo, lo económico y lo político


Por Hilda Cabrera
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"Lo que rescato es que vivo en el mundo de las ciencias humanas. No transito otros territorios, como el de las ciencias duras y el de los negocios. Para mí, la economía es la ciencia que estudia el trabajo, una de las manifestaciones del hombre." Esto es lo que dice Daniel Larriqueta, director de la Organización Teatral Presidente Alvear, a propósito de la variedad de disciplinas que practica, como la política, la economía y el ensayo. Asumió el cargo en mayo de 1998, "en son de paz", según sus palabras, luego de la intervención administrativa de noviembre de 1997, decidida por el Gobierno de la Ciudad. Atravesó un 1999 "difícil" --entre otros asuntos, por las protestas de la Asociación Argentina de Actores debido a la demora en los pagos, y un escrache del grupo La Runfla por diferencias de criterio en torno de un contrato--, y continúa el 2000 con una programación más o menos encaminada. A punto de entregar a una editorial el material de otro libro sobre temas políticos, opina que "la cultura es un campo grande", que abarca no sólo lo artístico, y que "las desigualdades sociales son la base de las desigualdades económicas, y no al revés". También funcionario durante la presidencia de Raúl Alfonsín, recuerda en la entrevista con Página/12 que inició su vida profesional y cultural haciendo periodismo en el diario El Cronista, entre 1963 y 1968.

  --¿Nunca estuvo al frente de un teatro?

  --No, ésta es mi primera experiencia, y eso es bueno, porque me demuestra que en la vida uno puede comenzar de nuevo en cualquier momento.

  --En este caso, conduciendo varias salas...

  --Y algunas bastante caídas. En la tradición de la ciudad, el Alvear era el teatro residual, abandonado en varios aspectos. Al mismo tiempo se le fueron adosando otras salas, el teatro Regio, el De la Ribera, que antes dependía de Nación, y el Sarmiento, que en una época estuvo a cargo del San Martín. Así se fue formando un complejo teatral al que todavía hay que terminar de dibujarle el alma.

  --¿Quiere decir que tendrán perfiles diferentes?

  --Exactamente, y apuntando a la descentralización cultural de Buenos Aires. El propósito es llevar a cada zona lo mejor del centro, y no que cada una de éstas se convierta en autogestora, porque entonces no va a haber posibilidad de progreso. Para lograrlo, tenemos que formar corrientes de público. Quien vaya al Teatro de la Ribera sabrá que va a encontrarse con espectáculos relacionados con el alma de la ciudad; por eso, después de Esperando la carroza (la obra del uruguayo Jacobo Langsner en cartel) pondremos un sainete.

  --Pero la gente no se traslada fácilmente...

  --Bajo ciertas condiciones, sí. ¿Acaso los jóvenes no siguen a una banda de rock a cualquier lado y a cualquier hora? Determinadas expresiones de música culta también trasladan a su público con ellos. En este aspecto, si logramos concretar este año, en el Regio, los conciertos que proyectamos con la Orquesta Juvenil del Teatro Colón, es probable que los jóvenes de la música culta de Buenos Aires se acerquen a ese teatro. En cuanto a las obras, creo que hoy el público quiere verse reflejado en el escenario, y para eso está el teatro argentino, con sus piezas tradicionales y nuevas.

  --¿Ha hecho alguna compulsa o se trata de un deseo personal?

  --La experiencia va mostrando lo que digo. Cuando en el '99 presentamos La vida es sueño en el Alvear, alcanzamos un promedio de 500 espectadores por función. El público musitaba, recitando los versos junto con los actores, porque se reencontraba con cosas muy profundas de su experiencia. Esto lo vivimos ahora con Esperando la carroza, y pensamos que con ¡Jettatore! (Gregorio de Laferrère), obra que va a poner Javier Portales en el Regio, va a pasar algo semejante. ¿Qué es lo que estamos vendiendo? Diría que una marca y un mensaje. Es como decir "¡Vengan, encontrémonos en el teatro!". Con esta iniciativa cumplimos con la obligación de preservar el repertorio nacional, afirmar la identidad y decir no al teatro enlatado. A los teatros oficiales les toca realizar el esfuerzo, verdaderamente grande, de montar y recrear las obras de nuestro idioma. 

  --¿Cuenta con un buen presupuesto?

  --En 1999, la Legislatura y el Gobierno de la Ciudad aumentaron en un 25 por ciento el importe para contrataciones artísticas, respecto del '98, y este año, un 17 por ciento más que el anterior. La cantidad destinada a contrataciones artísticas es de 2,4 millones de pesos, y el presupuesto es de 8 millones. 

  --¿Para la totalidad de los teatros?

  --Para todo, incluido el Sarmiento (ubicado junto al Zoológico), que estamos terminando de restaurar. Vamos a inaugurarlo a fines de abril o principios de mayo, con una obra de las nuevas tendencias, porque así como defiendo encarnizadamente el teatro tradicional y la voluntad del público de querer ver obras sin crisparse, me interesan las obras de vanguardia.

  --¿En ese caso la programación se hará basada en concursos?

  --Hicimos concursos de autores y obras. Se presentaron 247 obras, de las cuales el jurado seleccionó La Bufera. Los concursos de proyectos son complicados, porque hay muchos aspectos a evaluar. En esto no tuve demasiada suerte. El jurado eligió una propuesta que después descubrimos que no se ajustaba a las posibilidades de la sala.  

  --¿Cómo es hoy la relación con los elencos?

  --Muy buena en el momento de convocarlos y discutir los cachets, muy trabajosa en el momento de hacerlos trabajar y muy mala cuando se enojan porque la Municipalidad se demora en pagarles. Al principio esto me asustaba, pero ahora no me hago ningún problema. Provengo de otra formación, donde lo que realmente había que tratar de evitar siempre era el escándalo. Ahora es diferente, y ya me acostumbré. Como digo en el libro que estoy terminando de escribir, el mundo teatral se expresa con todo, abiertamente. Le gusta el "vivere pericolosamente".

  --A propósito de esto, usted escribió que algunos integrantes de sectores como el teatro, música y danza, realizan propuestas culturales de "fuerte intervencionismo estatal y corporativo", a diferencia de otros como el de la plástica que, según una expresión suya, endiosan la inserción del capital privado en las políticas culturales. ¿Cómo es eso?

  --Todos los que trabajamos en el mundo del arte �-y en mi caso, como escritor-- estamos esperando siempre la generosidad del "príncipe". Esto es ya una tradición, y está bien que así sea. Pero hay que tener cuidado, porque ni el príncipe ni el Estado deben ofrecer garantías a la falta de talento. Hay gente que empuja sindicalmente para obtener posiciones de seguridad y después baja los brazos. La lucha es un estímulo permanente a elevar la calidad. No se puede sindicalizar la excelencia.

  --Pero las dificultades desaniman, aun a los más talentosos...

  --Estoy de acuerdo en que hay que ofrecer garantías mínimas de vida honorable. Esto significa crear un sistema de seguro social de salud, previsional y otros. También, abrir espacios para que los creadores puedan avanzar. Esta es una tarea que, a mi juicio, deben cumplir el Instituto Nacional de Teatro y Pro-Teatro, el instituto de la ciudad que aún está en proceso de creación, destinado a otorgar pequeños subsidios. Para el Pro-Teatro, la Legislatura votó un millón de pesos en el '99.

  --Al parecer perdidos, porque el instituto aún no funciona...

  --Hubo un intento de transferir ese millón del anterior ejercicio al 2000, pero eso es realmente muy difícil. En todo caso existe la voluntad de crear este instituto para subsidiar a grupos y salas independientes.

  --Que no piden un príncipe sino exenciones impositivas y de servicios.

  --Ese es otro tema que esgrime, y con razón, el actor y diputado Luis Brandoni, cuando se refiere a las tarifas de agua corriente. Es cierto, hay varias modificaciones para hacer, aunque algunas no sean jurisdicción de la Ciudad. 

 

Los planes para la temporada

--¿Cómo se completa la programación para los teatros dependientes del Alvear en 2000?

  --Nosotros no podemos programar con tanta anticipación como el Teatro General San Martín, que dispone de 9,2 millones para contrataciones artísticas. Nuestro presupuesto es muchísimo menor. Además, hay que decir que el Alvear está todavía en período de reconstrucción: estamos mejorando la acústica, por ejemplo. En mayo estrenaremos allí una versión musical de La nona, de Roberto Cossa, una adaptación de Eduardo Rovner dirigida por José María Paolantonio. Esta es una coproducción con un productor privado. Haremos también el segundo ciclo de teatro semimontado (llamado "Teatrísimo") y una serie de unipersonales. En la Sala Sarmiento se presentará La Bufera; en el Teatro de la Ribera, el sainete El diablo en el conventillo, y en el Regio vamos a darle tiempo a ¡Jettatore!, que si todo va bien sube a fines de febrero.

 

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