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Con un humor muchísimo más
controlado que el expuesto en otras oportunidades (si no, recordar el
Constipation Blues o las alusiones sexuales explícitas de antaño),
Caviar ejecuta con limpieza una sucesión de veintidós números, algunos
de ellos muy breves, alternando dos escenarios unidos por una pasarela.
Como es habitual, el grupo se luce en el vertiginoso popurrí de épocas
que se concreta a través de los consiguientes cambios de vestuario, ritmo
y modo de bailar. Los años '40, sin embargo, parecen haberse convertido
aquí en la cita temporal favorecida, con sus rumbas y boogie-woogies, sus
trajecitos sastre y sus despampanantes vedettes emplumadas. Con la excepción
de los nuevos integrantes, los intérpretes de Caviar siguen manteniendo
esa mirada irónica tan particular sobre su propia actuación, así como
el uso de la fonomímica y el transformismo que los hizo famosos.
Hot Vudú trae menos
situaciones montadas sobre diálogos de películas y ningún aviso
publicitario de los de antaño (dos de sus acostumbradas propuestas). En
cambio, se dedica a poner mayor énfasis en el despliegue de vestuario que
en anteriores ocasiones, tal vez a causa del mayor espacio que les brinda
esta sala. La luz negra y las túnicas blancas impactan tanto como los
brillos de la Marlene Dietrich que encarna el propio Casanovas, saliendo
de las entrañas de un gorila. Pero también es aplaudido el toque
picaresco del strip-tease que protagoniza Pamela Lago, desmontando su
vestido fabricado enteramente con papel de diario. Berta Singerman es otra
de las personalidades elegidas por Casanovas al momento de realizar el
homenaje acostumbrado, transitando el límite entre la ironía y la más
sincera admiración. |